EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Claroscuros del desafuero

Juan García Costilla

Abril 30, 2005

Canal Privado

La pausa a la que parece llegar el conflicto por el desafuero de López Obrador, después de la impresionante manifestación en el Zócalo chilango y la renuncia del procurador Macedo, permite revisar dos de los fenómenos más rescatables que ha producido el culebrón político mexicano.

Aunque opuestos, ambos son parte indiscutible de nuestro contradictorio proceso democrático, generoso a la hora de ofrecer imagenes de lo peor y lo mejor de la cultura política nacional. Ambos también, experiencias valiosas para entender mejor los rezagos y los avances de la incipiente democracia mexicana.

El retroceso de la televisión. Hasta el momento, quizás la victoria más relevante que ha logrado El Peje tiene que ver con la lamentable resistencia de los dueños de la televisión privada a asumir las tareas que les corresponden para la transformación de la vieja estructura del régimen.

La súbita y nerviosa prudencia con la que los noticiarios de Televisa y Tv Azteca difundieron la renuncia de Rafael Macedo a la PGR contrastó con la manipulación                         y parcialidad editorial de su cobertura al tema del desafuero, descaradamente hostil con una de las partes y abiertamente sumisa con la otra.

La animadversión que demostraron las televisoras de Azcárraga y Salinas Pliego desde el inicio de la historia de El Encino, en contra de López Obrador, llegó a su clímax con la marcha del Zócalo.

Fue evidente la orden de disimular y hasta ocultar la verdadera dimensión de la convocatoria. Ninguna toma de sus cámaras mostró el lleno total de la explanada, ni los ríos interminables de gente a lo largo de las avenidas.

Los que sólo se enteraron del hecho a través de las pantallas debieron pensar que el apoyo popular al jefe de Gobierno del DF apenas rebasó el tamaño de cualquier desfile del 20 de noviembre.

Si no había duda de la importancia informativa de la muerte del Papa y de la elección del nuevo líder de la Iglesia católica, sí fue incuestionable la trascendencia noticiosa de la tragedia del tsunami asiático; si fue evidente el valor periodístico de la marcha ciudadana en contra de la inseguridad; ¿por qué fue otro su criterio a la hora de valorar la relevancia de la mayor manifestación popular en la historia del país?

Sin embargo, al menos 800 mil personas vencieron, no sólo el obstáculo sino incluso el antagonismo de la televisión, para reunirse y apoyar a López Obrador, varios jóvenes tuvieron el valor de encarar y criticar al presidente Fox y la mayor parte de los mexicanos rechazó la legitimidad jurídica del desafuero.

Pudo más la fuerza de la razón que el poder mediático de la televisión.

Se dice fácil, aunque el hecho sea casi un paradigma.

Una sociedad pacifista. Muchos esperaban, no sin argumentos, que la marcha del Zócalo detonaría enfrentamientos, violencia, vandalismo y desorden.

Independientemente del estigma perredista de un partido violento, estridente, agitador y beligerante, la razón principal para temer estallidos se basaba en el propio López Obrador.

Su carismática personalidad, su audacia política, sus excesos discursivos y sus opiniones políticas claridosas despiertan reacciones diversas, menos indiferencia.

Desde los altos recintos del poder, hasta la sobremesa de cualquier familia mexicana, las conversaciones sobre el tema del desafuero son todo menos tersas y apacibles. Ni simpatizantes ni adversarios bajan la voz para defender sus argumentos, su tono es casi siempre pasional, ríspido, intenso.

Los primeros califican a Fox y su gobierno de intolerante, corrupto, antidemocrático, represivo, déspota, torpe y sumiso a los peores intereses del dinero local y foráneo y de los grupos políticos más retrógradas.

Los segundos califican a López Obrador de populista, soberbio, corrupto, hipócrita, intolerante, vengativo, rencoroso y peligroso para la estabilidad nacional.

Sin embargo, ningun incidente ensució la concentración masiva del Zócalo, los mecados financieros mantuvieron la calma y los mexicanos demostraron su convicción de que las ideas se defienden con argumentos y razones, no con violencia y sangre. Una de cal por las de arena.

Las televisoras deberían poner más atención a la voz popular, como si fuera una especie de estudio de rating político, para que se comprometan de una vez por todas con su responsabilidad social.

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