EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Compromiso con el porvenir

Juan García Costilla

Mayo 04, 2016

Siempre que la ocasión es propicia, trato de saludar a los soldados y policías que rondan nuestras calles y avenidas en materia de seguridad. Propicia, para ser casual y no parecer bajo los efectos de alguna droga sumamente recreativa. O sea, no los saludo por la ventanilla de mi auto cuando viajan a bordo de sus camionetas, con cara de pocos amigos. Para qué provocar confusiones, en estos tiempos tan fáciles para la desconfianza paranoica.
Pero si considero propicia la ocasión, los saludo y a veces hasta les agradezco que arriesguen el pellejo por nosotros, que hasta las redes sociales nos acalambran. Lo hago sincero y con gusto, y hasta ternura me da verlos sorprendidos con mis arranques de cándida cordialidad. Claro, al saludar y agradecer me gusta pensar que son buenos, porque si son malos, prefiero que piensen que ando viajando con la guía de doña Sabina. De todos modos, ocho de cada diez ponen cara de “ora qué cosa”, acostumbrados ellos a parecer invisibles ante los ciudadanos. Eso sí, una vez repuestos del inesperado saludo, casi todos agradecen el gesto con buen talante.
Por eso, de por sí puesto y dispuesto a lo ya dicho, ayer andaba con más ganas de hacerlo luego de leer la petición que el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, hizo a los ciudadanos, de reconocer el difícil y peligroso trabajo de soldados y policías.
“Le hago caso a don Chong”, le dije sin previo aviso a un grupo de policías federales que se echaban unos chescos en la tienda de una amiga, media hora antes de empezar a escribir esto. La neta, nomás sonrieron sin hablar, con cara de “ora qué cosa con este fulano”, y de “¿quién chingaos es don Chong?”.
Y andaba con más ganas, a pesar de que los anuncios hechos luego de la reunión del gabinete federal de Seguridad ayer en Acapulco, me dejaron con sentimientos encontrados. No es mala onda, don Chong, nomás franqueza respetuosa.
Me explico.
Para empezar, porque ya son muchas sus visitas a Guerrero, tres en menos de seis meses; se agradece la atención secretario, pero como que la cosa en lugar de parecer mejor, parece peor.
Luego, aunque apoyo la medida de que el Ejército se haga cargo del C4, y que se convierta en C5, me agüitó entender que la misma confirma que no existe autoridad civil confiable para operarlo con eficiencia y honradez.
Los demás anuncios también los aplaudo y agradezco, por lo antes dicho: se intensificarán acciones de seguridad en las 11 colonias con mayor incidencia delictiva de Acapulco, y la depuración de las fuerzas policiacas estatales y municipales para impedir cualquier sistema de protección a criminales; se acelerarán los exámenes de evaluación de policías, se dará mayor equipamiento tecnológico al equipo antisecuestro del estado, la construcción de cuarteles militares en Chilapa y Teloloapan, actualización de la información estratégica para la detención de los objetivos prioritarios de la región, instalación de una mesa de trabajo permanente en políticas de prevención, de mesas ciudadanas para articular la colaboración ciudadana en Acapulco y Chilpancingo, como las que se instalaron en Michoacán en ocho municipios en mayo, mecanismo permanente y directo de seguimiento y evaluación en cada uno de los polígonos con el apoyo de la Policia Federal, un vocero único en materia de comunicación, e intensa campaña para promover la denuncia ciudadana. “Todas se van a investigar”, prometió el secretario. Qué bueno, no esperaba menos apoyo federal al gobierno estatal.
Pero mis sentimientos encontrados se deben a la ausencia de anuncios y acciones que no se encuadren en estrategias policiacas, porque estoy convencido de que, tan o más importante que combatir al crimen y garantizar la seguridad, es comenzar a construir los caminos de la paz. Sé que la tarea puede ser tan o más difícil incluso, por eso la urgencia de comenzarla.
En este sentido, celebro que don Chong haya reiterado varias veces el llamado a la sociedad civil de que participe con más decisión en el combate a la violencia criminal, y que con el gobernador Héctor Astudillo se hayan reunido con organizaciones civiles.
Obvio, abundaron los que criticaron la lista de los invitados –por qué éste, por qué no aquel–, y las acciones anunciadas –por qué ésta, por qué no aquella. No se asuste don, así es la democracia. Lo que sí me asustaría es que los ciudadanos nos limitemos a criticar, con las excusas y razones de siempre, sin autocriticarnos ni comprometernos en la construcción de la paz.
Porque la neta, mucho ayuda el que no estorba. Y de esos, sobran ejemplos, como los que describió, en 2014, el educador colombiano Hernando Roa Suárez, activo gestor del proceso de paz en ese país:
“El ignorante. Los que ignoran la magnitud del proceso de paz, el marginado político, social, económico y cultural que, debido a su situación, no puede ser sujeto activo de los procesos sociales. O los peores, que gozando de una situación de bienestar, desconocen la complejidad de los desequilibrios sociales y de sus deberes como ciudadano, esperando que el Estado sea el único gestor de la solución de los conflictos. O los penosamente ignorantes, los estudiantes, profesionistas, empresarios o ciudadanos que no participan en el planteamiento y las soluciones del problema.
“El indiferente. El que conociendo el problema, el proceso y sus causas, no le interesa intervenir en él. Los individualistas por antonomasia que no están dispuestos a comprometerse y sostienen: ‘Déjenme tranquilo, que yo los dejaré tranquilos; el problema de la paz debe ser resuelto por el Estado, a mí no me perturben’. Preguntémonos: ¿A qué nos ha conducido la indiferencia? ¿Cuáles han sido sus resultados hasta ahora? ¿Cuáles son los costos históricos de este actuar? ¿Es propio de un demócrata ser indiferente?
“El enemigo. Que está contra el proceso porque atentaría contra sus intereses y emplea medios abiertos o soterrados para oponerse. Son los típicos reaccionarios que parecen vivir a espaldas de la realidad del país, excepto para apoyar las acciones que los beneficien particularmente.
“El politiquero. Que desvirtuando el arte y la ciencia de la política, la ha convertido en un burdo negocio o en un medio para utilizar su poder, influencia y capacidad de manipulación, para enriquecerse indebidamente. Generalmente, son astutos a la espera de la oportunidad para obtener beneficios personales de todas las actividades en que participan”.
Al final de su lista, Roa Suárez describe a los virtuosos opuestos.
“El comprometido. Es quien ha optado por colocar su ser histórico al servicio de la causa de la paz. Es un ser auténtico que actúa de tal manera que existe coherencia entre lo que piensa y lo que hace.
“En nuestros días, los demócratas estamos invitados a ser constructores de paz y a comprometernos con esta causa, porque de su consolidación depende la supervivencia de la democracia. Me inclino a pensar que un ciudadano constructor de la paz, la estudia individualmente y en grupo; reflexiona en distintas estrategias y tácticas; y está dispuesto a contribuir en planes a corto, mediano y largo plazo, que conduzcan a su solución”.
Seguro que más de pocos lectores de esto, y espero que don Chong y la mayoría ciudadana también, coincidan con el citado colombiano: “Si hemos de ser reconocidos como defensores de la paz, deben existir manifestaciones expresas de nuestro compromiso; y en él, lo que está en juego, es nuestro ser dinámico y creador. Comprometemos no tanto nuestro presente, cuanto nuestro porvenir”.

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