EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

De Palma Sola y otras cosas

Efren Garcia Villalvazo

Junio 17, 2006

Recuerdo la primera vez que subí al sitio arqueológico de Palma Sola. Lo descubrí hace ya más de 12 años en un librito publicado por el Ayuntamiento y llevado de la mano por las palabras de su autor, el señor Alejandro Martínez Carbajal. Iba hipnotizado por la curiosidad y por no creer que pudiera haber algo así en Acapulco. No se había arreglado el acceso como está ahora, y preguntando a la gente por fin llegué al lugar donde comienza el ascenso. En algunos puntos se reconocía una rústica escalinata construída con el granito que por todos lados aflora en estos cerros. El calor bajo el dosel de vegetación era abrasador, la humedad asfixiante, la expectación insoportable.
Busqué el pozo que está en la parte baja del sitio y de donde parte todo. Salpicadas por ahí y por allá, en rocas grandes, a veces cubriendo superficies de decenas de metros cuadrados. Grabados que fueron esculpidos por manos cobrizas de hace más de 2000 años. Los arqueólogos les han dado nombres genéricos a los antiguos diseños. Hay antropomorfos, zoomorfos, calendáricos, religiosos, y los infaltables no identificados. Para ellos representan eso; los que los esculpieron ¿estarán de acuerdo?
Los veo tan de cerca que alcanzo a percibir el olor de la piedra recalentada por el sol. Hay multitud de figuras humanas con ojos y bocas, con pequeñas anclas por pies y a veces con ojos en el vientre que los entendidos interpretan como un embarazo avanzado. A veces hay conexiones con líneas entre varias figuras evidentemente humanas. Representan, también en opinión de los enterados, un parentesco. Sigo con un dedo estas líneas para tratar de sentir el lazo familiar, pero solo percibo la textura de gránulos gruesos de la roca castigada por el sol.
A mitad del sitio hay una gran roca aplanada y ahí aparece un enorme cuadro que quizá represente la vida diaria de esta gente. Hay tal cantidad de elementos que en mi libro de referencia tuvo que colocarse una hoja de tamaño doble para que cupiera. Muchas figuras humanas mezcladas con símbolos cuyo significado sólo podemos muy pobremente conjeturar. ¿Son los elementos de su entorno? ¿Agua, aire, sol, estaciones del año? Más allá hay un diseño especialmente inquietante. Es de forma circular, dividido en cuatro sectores señalados con cuatro pirámides, cada una con una cruz en su interior y apuntando quizá a los cuatro puntos cardinales.
Me traslado bruscamente a otra expedición, ahora cerca de la playa de Majahua, en Puerto Marqués. Ahí los dibujos son grandes, elegantes, como haciendo gala de una calidad artística más madura, más audaz, más espectacular. Preguntando a los lugareños me di cuenta de que muchos de ellos ni siquiera saben que están ahí. Algunos otros, sin embargo, ya les han dado nombre y se refieren a ellos de esa manera. De ahí tomó su nombre y fama “La Bruja”, preciosa figura estilizada de miembros largos y finos y con la cabeza coronada por un elaborado tocado que realza su personalidad.
El ambiente cercano indudablemente influyó en los escultores, pues sus piezas retratan la fauna marina con la que de seguro tenÌan contacto cercano y de la cual quizá se alimentaban. Preocupa pensar que los desarrollos cercanos no respeten estas piezas de arte e historia que han soportado el paso de los elementos, pero no la mano arrasadora del hombre.
Brinco ahora a una infructuosa búsqueda de la Ciudad Perdida de la Sabana, como me la presentaba mi papá, Ernesto García Moraga, quien en compañía de Arturo Castrejón hizo un croquis que a la fecha es de las pocas pruebas documentales de que el sitio arqueológico estuvo ahí. En alguna ocasión vi una foto aérea tomada en los años cincuenta y se apreciaban unas pequeñas pirámides flanqueado una pirámide central. Todo esto esperaban encontrar mis ojos mientras ascendía por las calles mal pavimentadas de una enésima etapa de la Unidad Coloso.
Con cierto grado de desesperanza volteaba a ver a todos lados esperando ver restos de las pirámides, hasta que una pieza llamó mi atención y me dió a entender cuál fue el destino del sitio: era un metate labrado en piedra que fomaba parte de la pared de una casa que ahora ocupa el antiguo asentamiento. El resto de la pared estaba formada por lajas sospechosamente simétricas y bien labradas que bien pudieron haber formado parte de una construcción antigua. Lo único que queda son unos petrograbados escondidos encima de un cementerio moderno que está cerro arriba. Las figuras son increíblemente bellas y los diseños provocarían guiños de envidia de los diseñadores europeos New Age. Con muy pocos trazos logran extraer de la roca viva un animal, una figura humana o lo que parecen ser varios motivos de su vida diaria o de sus panteón particular.
Desde ahí se alcanzan a ver extensiones de verdor tropical recortadas en un extremo por la ya muy vulnerada laguna de Tres Palos. Desde ahí se alcanza a ver como todo esto desaparece ahogado por la ignorancia de nuestros paisanos y la tibieza del INAH al que nunca se le ve por ahí. Pienso que como hay tantos restos arqueológicos en nuestro país poco le importa que se pierdan unos cuantos tragados por la modernidad y sus exigencias de terreno para mas casitas de interés social.
¡Atención Acapulco, esto es lo que buscan los turistas de ahora! Restos arqueológicos, turismo de aventura, turismo cultural, ecoturismo, ambientes salvajes y bien conservados, lagunas limpias y plagadas de fauna silvestre, mares sin basura y con peces para pescar, bosques y selvas que permitan olvidar la triste monotonía del concreto de las ciudades.
No dejemos que esto desaparezca en nuestras narices con el débil pretexto de que fueron usados como material de construcción para gente de escasos recursos, o que quedaron en el jardín o el basamento de una residencia de lujo en Acapulco Diamante. Es un patrimonio cultural explotable que hace rentable la oferta turística del puerto, y que falta diversificar para cubrir otros sectores de interesados, fuera del turismo de desmadre, el cual está suficientmente desarrollado.
¿Y el INAH dónde está? ¿Encerrado en ese Fuerte de San Diego que mandó aplanar y pintar de amarillo moderno para volverlo más presentable? Sólo en Acapulco es posible que ocurran y sigan ocurriendo cosas así.