EL-SUR

Jueves 17 de Octubre de 2024

Guerrero, México

Opinión

De títeres y titiriteros

Ana Cecilia Terrazas

Octubre 21, 2023

AMERIZAJE

Motivada por conocer la versión en títeres de Los Churumbeles de España –la imperdible orquesta de los años cincuenta fundada por José Fernández Ruiz–, hace algunas semanas esta columnista dio por primera vez con el Museo Nacional del Títere (el Munati).
Ahí, en una vitrina al principio del recorrido, se encuentran bien iluminados todos los integrantes de la orquesta; al lado, otras agrupaciones de muñecos que integran las casi mil piezas exhibidas en el museo, cuya colección asciende a más de 2 mil figuras y está por incrementarse. El recinto de 32 años de edad, ubicado en el pueblo mágico de Huamantla, Tlaxcala, es dirigido por Ignacio Antonio Tapia Echávarri, espléndido anfitrión, apasionado de las piezas, experto en el origen de las mismas y amante de la convivencia y el diálogo de este recinto cultural con la comunidad interesada.
Algo increíble del títere, además de su acabado artesanal, es su función como acompañante de las historias que nos contamos y el apoyo didáctico que brindan para la narración de otras obras. El genio titiritero acompasa otras artes, como la literatura o el teatro, incluida la puesta en escena de la vida ya que, cuando no nos logramos comunicar bien, directamente entre personas, a veces nos damos a entender mejor a través del actuar de terceros (en este caso, de los títeres).
De acuerdo con las definiciones provistas por la Real Academia Española, el títere es “muñeco que se mueve por medio de hilos u otro procedimiento; o persona que se deja manejar”.
El títere, según decía el titiritero argentino Ariel Bufano*, es también “‘cualquier objeto movido en función dramática’. En esta afirmación, los conceptos de objeto y movimiento se complementan con el sentido dramático de la acción: el objeto no debe moverse por moverse, sino con el propósito de adquirir un significado, debe ser un personaje dentro de un conflicto y cumplir una función dramática”.
Hay quien diferencia “títere” de “marioneta” porque a la segunda siempre se le atribuye una sola técnica de manipulación: la vertical conectada por hilos y con varios mandos. Bill Baird, activista político estadunidense famoso por su acción por el derecho a decidir, definió al títere como “una figura inanimada que se hace mover por medio del esfuerzo humano, ante un público”**.
La base de cualquier objetivo titiritesco es el movimiento y lo que parece inescapable del titiriteatro es que al objeto manipulado se le atribuya vida propia, independencia o autonomía.
En términos de las “técnicas de manipulación”, en la jerga se distinguen, sobre todo: los títeres de hilo o marionetas, “que requieren equilibrio y una apropiada distribución de los pesos para conseguir variados movimientos y una precisa manipulación”***; los títeres de varilla, “que al igual que los títeres de guante se manipulan desde abajo”; los títeres de sombras, provenientes del Oriente y populares en Europa y, los títeres de mesa, más “inspirados en la técnica japonesa del bunraku”.
Las simbologías y metáforas son evidentes y nadie puede decir que no ha sido manipulada o manipulado por una enorme cantidad de influencias o por los invisibles hilos sociales, aspiracionales, culturales, biográficos, genéticos, de modas, del archivo del inconsciente, de carencias, emocionales, racionales, intelectuales, políticos… Pero eso sí, nos movemos no en calidad de seres inanimados sin el contexto de un todo que nos rodea e influencia; somos los títeres vivos de un universo que parece no poder dejar de estar interconectado.
En filosofía, con los avances de Alan Turing para la informática, tuvo auge el tan vigente cuestionamiento “brain in a vat” o “cerebro de cubeta”, que insinuaba que no podríamos saber si estamos en un mundo verdaderamente real en el caso de que nuestros cerebros en realidad estuvieran sumergidos en suero, mantenidos vivos por una computadora central que nos instruyera pensar que estamos viviendo en la realidad real. Esto es, podríamos ser títeres de inteligencia artificial.
Literalmente hablando, regresemos a que el mundo del títere en México lleva el nombre de la dinastía Rosete Aranda, su cuna está en Huamantla y es tan fantástica su historia como lo son las diferentes figuras, las otras colecciones que conviven en el Munati y, en general, el poderoso recurso de decir las cosas mediante algo labrado a modo.

* http://www.baulteatro.com/index.php?option=com_content&view=article&id=105
** http://www.baulteatro.com/index.php?option=com_content&view=article&id=105
*** https://www.hilandotiteres.com/blog/tecnicas-de-manipulacion/

@anterrazas