EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Del respeto a sí mismo 

Abelardo Martín M.

Abril 24, 2018

Uno de los valores más apreciados en cualquier ser humano, hombre o mujer, es el respeto a sí mismo. De acuerdo con Wikipedia “es buscar y valorar todo aquello que le haga sentirse orgulloso de sí mismo”. También significa el auto respeto que se define como “expresar y manejar en forma conveniente sentimientos y emociones, sin hacerse daño ni culparse”. Respeto es una palabra que proviene del latín respectus, que equivale a atención o consideración y es la valoración especial que se le tiene a alguien o a algo, al que se le reconoce valor social o especial deferencia.
Esta reflexión viene a propósito del primer debate protagonizado por la señora Margarita Zavala de Calderón, José Antonio Meade Kuribreña, Ricardo Anaya, Andrés Manuel López Obrador y Jaime Rodríguez, la noche del domingo en el Palacio de Minería de la Ciudad de México. Las expectativas que se habían creado quedaron frustradas porque López Obrador no reaccionó a la avalancha de ataques que, en forma orquestada (y desesperada), le organizaron todos y en bola para que la ventaja que le dan casi todas las encuestas se redujera.
También se desvaneció la expectativa de que Anaya apabullara a la señora Zavala, a Meade, al Bronco y se montara para tener “una elección de dos” con López Obrador. Pero sus mentiras se convierten en su propia tumba. Su falsedad se desborda en un discurso y una palabrería hueca, repetitiva e irrespetuosa.
Lo primero que brinca cuando uno analiza el comportamiento de los candidatos a la Presidencia de la República, es si se respetan a sí mismos. Si han cultivado o practicado la congruencia entre el pensar, el sentir y el actuar, o simplemente son como malos actores que repiten palabras o conceptos que no comprenden y menos practican.
De todos ellos destacan las conductas de la señora Zavala, quien cogobernó seis años al acompañar a su esposo Felipe Calderón en casi todas las decisiones que tomó en Los Pinos y si lo que dice ahora, en campaña política, puede creerse.
Otro es Ricardo Anaya, quien llegó a esta candidatura sobre una sucesión de traiciones y brincos, y una vida privada cuestionada por la corrupción y los negocios difíciles de explicar en sus rendimientos.
Resalta el caso del candidato del PRI, quien aceptó ser abanderado de un partido al que, en los hechos, desprecia y con cuyos miembros más destacados no comulga y menos se identifica, porque la fama de corruptos los persigue. Su desconcierto es tal que llega a afirmar que es el “candidato del PRI mejor preparado en la historia del partido”, lo que ha provocado arqueo de cejas de los genuinos militantes. En algunos corrillos priistas se comenta que si tanta vergüenza le produce el PRI, ¿cómo aceptó la candidatura? En un acto de respeto a sí mismo y de congruencia tendría que haberla rechazado porque es diametralmente distinto, según sus hechos lo muestran y sus dichos lo confirman, al prototipo de priista absorbido por la corrupción.
El único que se refirió al respeto a sí mismo, el preámbulo del respeto a los ciudadanos, fue el candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador, quien inclusive en un acto de congruencia, para evitar una falsa civilidad, abandonó el foro televisivo en cuanto terminó el llamado debate, sin que se despidiera de sus adversarios.
En Guerrero, infortunadamente para los guerrerenses, el respeto a sí mismo se ha deteriorado o se ha vuelto cada vez un lujo mayor. Más allá de las campañas políticas, el clima de violencia y de ausencia de gobierno es cada vez más crítico en perjuicio del pueblo.
No todo está perdido. Una emboscada que causó la muerte de seis policías estatales en Zihuatanejo generó lo que ya parecía imposible, la rápida actuación de las instituciones y la captura, en unos pocos días, de hasta diez presuntos delincuentes que podrían ser los responsables.
La celada a la patrulla policial, ocurrida en una carretera cercana luego de que fuerzas del estado habían repelido una agresión armada en la comunidad de El Coacuyul, con un saldo de diez de los atacantes muertos, muestra la escalada de violencia generada por el crimen organizado en Guerrero.
No es lamentablemente algo inusitado. Ha ocurrido en Jalisco, Michoacán, Tamaulipas, entre otras entidades en que los cuerpos de seguridad han sido ampliamente rebasados por la delincuencia, que cuando ve afectados sus intereses, se siente lo suficientemente fuerte para ejecutar acciones de represalia contra policías e incluso militares que se mueven en territorios controlados por los grupos delictivos.
En Guerrero hemos visto crecer en los años recientes el poder de los criminales, catapultados por un mercado de narcóticos en expansión y cobijados por la tradicional impunidad fomentada por la corrupción y la complicidad desde las altas esferas del gobierno.
Delincuentes al fin, parecieran no tener límites, y por ello los transgreden con gran facilidad hasta llegar a situaciones inverosímiles.
Por ello las fuerzas de seguridad tienen la tentación permanente de “nadar de muertito”, una vía más cómoda y menos riesgosa que enfrentarse a un poder que las rebasa y crece sin control.
La cuestión se complica cuando las víctimas no son ya sólo quienes tienen la mala suerte de vivir en el entorno que dominan los delincuentes, secuestrados, extorsionados, atemorizados en su vida diaria.
Cuando los criminales deciden tomar represalias directas contra las fuerzas de seguridad es que las cosas han ido demasiado lejos, y que ya nadie está a salvo.
Así ha ocurrido en Zihuatanejo y en Guerrero, y en ese sentido se enmarcan las palabras del gobernador Héctor Astudillo, cuando advierte que la emboscada y el asesinato de policías es “la gota que derramó el vaso”.
Tiene en principio Astudillo razón al expresar que “el caso de los policías a final de cuentas es algo que dio una muestra del atroz salvajismo que priva en quienes actúan fuera de la ley”.
Pero el “atroz salvajismo” no empezó con la emboscada de Zihuatanejo. Ha estado presente más de una década en la vida cotidiana de la región y ha conmovido a Guerrero y el país con asuntos como la desaparición de los 43 normalistas en Iguala o la existencia de restos de cientos de personas en fosas clandestinas, o en la violencia diaria que sufren taxistas, comerciantes y hasta maestros y alumnos de las escuelas del estado.
Ahora el gobierno estatal lo ha descubierto porque ha tocado a sus elementos, eso ha sido la gota que derrama el vaso de la negligencia y la inactividad oficial frente a tanta violencia.
Qué bien que ante la emboscada a una patrulla de policías estatales se reaccione rápido y se tengan resultados y presuntos responsables en menos de una semana.
Es deseable que esa misma reacción se tuviese en el caso de las desapariciones y asesinatos que ocurren todos los días a lo largo y ancho del territorio estatal, feminicidios, asaltos en carreteras y caminos, incluso en la Autopista del Sol, en Acapulco, otrora el sitio emblema del turismo nacional.
¿Es posible esperar que los criminales sufran el castigo que les corresponde cuando afectan o matan a cualquier guerrerense, y no sólo cuando las víctimas portan una placa y un uniforme?
Las fuerzas de seguridad reaccionaron con prontitud en Guerrero también por un asunto de respeto a sí mismo, esa conducta que en la actualidad es cada vez más escasa porque de lo que se trata es de ascender al precio que sea, a costa de lo que sea.