EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

El bosque para la sostenibilidad

Silvestre Pacheco León

Julio 01, 2024

Ha costado mucho tiempo y trabajo el cambio en la mentalidad y conducta de los campesinos en su relación con el bosque.
Hubo un tiempo en que la vegetación era sinónimo de maleza, que se veía más como un obstáculo que como un bien para la vida de las personas. Era el hombre enfrentando a la naturaleza para imponerse sobre ella. Así se entendía el progreso.
Con esa conducta vivieron los pobladores rurales, por eso fue relativamente fácil para quienes hacían negocio con la madera el saqueo de ese recurso al que no le veían ninguna relación con el agua y la vida de los ríos ni de los pueblos.
Como se sabe, durante muchos años el bosque de toda la Sierra Madre del Sur fue saqueado por las empresas madereras que lo tenían en concesión.
Los pueblos de la sierra se contentaban con la construcción de los caminos para el acceso de los camiones madereros que significaba para ellos un beneficio colateral muy parecido a lo que entendían como progreso.
Por eso cuando dichas empresas exportadoras terminaron con la explotación del cedro (descremado del bosque), abandonaron la región de la Costa Grande.
La siembra de enervantes que se popularizó después de la Segunda Guerra Mundial alentada por el propio ejército norteamericano, enfrentó a los lugareños con el bosque para limpiar las áreas de sembradío.
Una práctica común eran los incendios provocados para la limpieza del terreno. Así pasaron muchos años con la producción de mariguana y amapola cuyo cultivo se favorecía con la política del campo abandonado.
Recuérdese que durante toda la época del régimen neoliberal se llegó al grado de retirar los subsidios al campo bajo el argumento de que era más barato para el gobierno comprar los alimentos básicos en el exterior que cultivarlos. Así perdimos nuestra soberanía e independencia alimentaria teniendo que comprar hasta el maíz del que somos dueños originales y ni se diga del frijol y del arroz, por no mencionar hasta el propio petróleo.
La historia de nuestro recurso forestal ha sido de un decrecimiento constante hasta que la propia naturaleza nos dio como lección las sequías prolongadas con toda su secuela de efectos donde el más agresivo es el de la escasez de agua en los ríos y en las llaves de nuestras casas.
Por fortuna en los tiempos actuales parece que estamos en una oportunidad de revertir esa situación porque despunta como cultura alternativa una relación distinta de la sociedad con el bosque.
El calentamiento global que se ha hecho una realidad con el aumento en la temperatura de la tierra nos ha enseñado la importancia que tiene nuestra cercanía con la sombra de un árbol porque aparte de que nos ayuda a calmar el calor, mejora nuestro estado de ánimo y favorece la conservación del agua y la de muchas especies vivas.
En estas circunstancias merece tener presente el trabajo de quienes nadando a contracorriente le apostaron al cambio de paradigma. Me refiero desde luego a la experiencia en la Costa Grande porque he sido parte activa en esa transformación.
A principios de siglo los pueblos que viven en las márgenes del río de Coyuquilla Norte, el más caudaloso de esta región, precisamente en las colindancias de los municipios de Petatlán, Coyuca de Catalán y Tecpan, fueron los primeros en rebelarse contra aquel pensamiento conservador que justificaba el saqueo de los recursos forestales como parte del tributo exigido por el desarrollo.
Fueron los pueblos asentados adelante del Mameyal los que pusieron alto al saqueo con el “paro de maderas” como le llamaron a la detención de los camiones madereros. De allá de la sierra llegó el mensaje de desesperación de los pobladores que vieron el impacto que tenía la destrucción del bosque en la vida de su río y se rebelaron contra el supuesto beneficio que recibían de parte de la empresa maderera que los contrataba como peones para aserrar los pinos y cargar los trozos que eran como “mangueras” de agua que se llevaban en los camiones.
Cuando los campesinos emprendieron esa acción ya habían acordado actuar organizados demandando la atención del gobierno federal para que inspeccionara la actuación de los concesionarios de los permisos forestales. Acusaban que la falta de inspección permitía el derribamiento de un alto porcentaje de pinos que carecían de marca para ser aserrados.
Toda la denuncia escrita estaba bien documentada y los miembros de la ya constituida Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán no encontraron otra forma de presionar para la inspección oficial. En esos años había siete aserraderos en la región que abastecían a la empresa norteamericana Boise Cascade que recibía la madera en sus barcos en el puerto Vicente Guerrero.
La historia de esos hechos fue documentada por las organizaciones ambientalistas Greenpeace, Sierra Madre y Amnistía Internacional y las figuras más sobresalientes de esa lucha fueron los campesinos Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera, tratados como delincuentes, encarcelados y torturados por su osadía.
El ejemplo de esa organización cundió y rápidamente se extendió a la cuenca del río Petatlán donde en el año 2003 surgió la Organización de Mujeres Ecologistas que le dieron continuidad a la defensa del bosque.
Después de que el gobierno federal realizó la inspección y retiró los permisos forestales a todos los aserraderos de la zona, las mujeres se abocaron a la reforestación, una tarea que parecía imposible.
Sembraron en un año 200 mil árboles de cedro rojo, ejemplares que ahora son adultos y forman parte del nuevo bosque para alimentar al río que da de beber a los habitantes de la cabecera municipal de Petatlán donde el finado Felipe Arreaga fue su ideólogo.
En Zihuatanejo, siguiendo la historia a favor del bosque constituimos una organización ambiental que dirigieron Carlos Toledo y la finada Maricarmen Rojas que aprovechó los programas de Coinbio y Conafor para capacitar a un grupo de jóvenes del medio rural para promover en los ejidos del municipio la conservación de sus bosques mediante el pago de una remuneración más que simbólica.
Durante el año 2005 convencimos a los ejidatarios de Vallecitos de Zaragoza, Barranca de la Bandera, Las Ollas, Pantla, El Coacoyul, Agua de Correa y San Ignacio sobre la conveniencia de cuidar sus recursos e identificar los que pudieran tener un potencial ecoturístico para aprovechar el flujo de visitantes que llegan a la cabecera municipal.
Diez años después la tendencia para proteger al bosque sigue creciendo, ahora retomada por el propio gobierno federal a través del programa Sembrando Vida.
Ha sido satisfactorio atestiguar los logros y la transformación de la vida campesina al leer la entrevista que Brenda Escobar le hizo en El Sur a nuestro compañero Bulfrano Nito Bravo del ejido de Vallecitos quien lidera la organización de los Sembradores y resalta los avances que se observan.
El apoyo económico que reciben mensualmente del programa revitaliza el comercio y mejora la alimentación. Las familias campesinas han cambiado su entorno volviéndose más productivas porque ya están cosechando sus árboles frutales buscando su comercialización y sembrando en los traspatios plantas medicinales, de ornato y comestibles. Una nueva forma de vida que los está proveyendo de experiencia para enfrentar los cambios globales como el calentamiento y la sequía.
Hace algunos años tuve la fortuna de llevar en un viaje de intercambio de experiencias a unas 40 personas, hombres y mujeres de la región para conocer la experiencia de la organización indígena Tosepan Tatanizke en la Sierra Norte de Puebla donde los productores de café y pimienta comercian directamente con organizaciones extranjeras su producción y aprovechan las bellezas naturales de cascadas y bosques ofreciendo la estancia de los visitantes en un hotel ecológico de su propiedad donde emplea a los hijos de los campesinos que se han capacitado en los adelantos ecológicos. Mi amigo Nito que aprovecha turísticamente un río virginal que baja del cerro en un torrente, formó parte de ese grupo.
Zihuatanejo se abre a una nueva realidad agregando a su potencial turístico las bellezas naturales de la zona rural cuyo aprovechamiento dependerá de su gobierno.
PD. Mi amigo y compañero de lucha Tomás Bustamante me habló de la alarma que hay entre los pobladores de la zona norte del estado, de donde es originario, porque han notado que se están muriendo masivamente los árboles de cedro rojo que tienen un gran valor ambiental y económico.
Dice que a la distancia se observa que esos árboles de los que ha derivado una industria centenaria, el cambio de coloración de su fronda sin que se sepa si es plaga o la sequía.