EL-SUR

Jueves 17 de Octubre de 2024

Guerrero, México

Opinión

El cangrejo de Costco

Efren Garcia Villalvazo

Abril 15, 2007

El arranque de este artículo se lo debo a mi buen amigo Carlos Hernández Albarrán, al que
me encontré al inicio de la marcha de periodistas en Acapulco por la muerte de Amado
Ramírez, de cuyo asesinato se temía en ese entonces se fuera a dar una versión sacada
de la manga y con chivos expiatorios. Al día de hoy los temores parecen confirmarse.
La historia se desarrolla en el pasillo de una moderna tienda y participan en ella un niño
de la ciudad de México, su papá y mi amigo.
–¡Mira papá, un cangrejo! –dice el niño señalando un cangrejo rojo justo en el centro de la
tienda Costco del Acapulco Diamante.
El papá se acerca a observar al crustáceo asustado por tantas luces, pisadas a su lado y
estantería que vende marcas coloridas y comodina modernidad.
–¡Es cierto, es un cangrejo! ¡Qué chistoso que esté aquí, en medio de Costco!
–No se sorprenda, señor –intervino mi amigo Carlos. Antes aquí había muchísimos
cangrejos. Este era su hogar antes de que se construyera todo esto.
Y a continuación se puso a rememorar la manera en que en esos humedales y manglares
antes vivían millones de cangrejos que en época de reproducción cruzaban por la carretera
hoy remodelada y llamada Boulevard de las Naciones y tambien por la carretera a Barra
Vieja para ir a cumplir con sus ritos reproductivos cerca del mar. Estas vialidades se
coloreaban de rojo y era imposible cruzar en carro y no aplastar varios miles en el trayecto.
Hoy ese proceso se ha interrumpido y a cambio tenemos un negocio de hamburguesas,
una terminal de autobuses, la ya citada tienda, sucursales de venta de pizzas, tacos,
bancos y demás. No gran cosa, comentarán algunos. Prefieren comer una pizza o un
helado de yogurth a ver cómo unos cangrejos cruzan la carretera. Así ha estado pasando
desde hace mucho tiempo. Así es como ahora pasan las cosas.
Varias personas me han hecho comentarios acerca del artículo aparecido la semana
anterior en este mismo espacio. Sus comentarios fueron de incredulidad, de preocupación,
de espanto. Y yo les aseguré que no hice otra cosa que pasar a un escrito lo que alguien
más me ha contado, lo que alguien más vive en estos momentos y que tiene mucho que
ver con nuestro futuro inmediato. La misma Jacqueline, hija de ingleses crecida en Kenya,
pasó varios días de su estancia en el hotel Bocachica, admirando extasiada el paisaje de
la isla de La Roqueta y preocupada con las apariciones ocasionales de los vendedores de
conchas que llegaban en las tradicionales tablas de remar acapulqueñas.
Me dijo que en África los pobladores han arrasado con barreta y dinamita barreras de coral
completas y caracoles para vendérselos a los turistas. Y las consecuencias en el medio
marino han sido catastróficas. Varias pesquerías de las que dependían millares de
personas simplemente se agotaron o migraron y a continuación la gente se tuvo que
movilizar pues el sustento se había terminado. Este evento y otros similares multiplicado
por decenas de veces ha llevado a fincar la situación desesperada que ahora vive África de
falta de alimento para cumplir con su gente.
Guardo recortes de periódicos que poco a poco se convierten en historia de la ciudad y
finalmente –en este mundo globalizado– la historia del planeta, y las tendencias son
claras. Es la carrera de los lemmings hacia el precipicio pero sin sus inescrutables
propósitos de control poblacional. Veo una marejada violenta –que se aparece año con
año– que pensándolo bien tiende a aumentar debido a que las tormentas que las generan
incrementan su intensidad año con año, producto del calentamiento global. El asunto de la
contracorriente ecuatorial –que siempre está ahí para equilibrar el flujo de la corriente
ecuatorial en la ecuación de continuidad del oceano Pacífico– ahora es acusada de ser la
causante de estas olas que inundan la avenida Costera. Al rato quizá también la acusen de
ser la que mató a Amado Ramírez o la que amenazó de muerte a Misael Habana. Los
nombres raros y palabras domingueras ayudan a calmar la inquietud popular, pues es
más tranquilizador pensar que algo nuevo o raro nos afecta a llegar a la conclusión de que
son hábitos equivocados los que nos acarrean estas consecuencias. Preferimos pensar
en amenazas “del espacio exterior”.
Carlos, Jacqueline y otros muchos dan cuenta fidedigna de lo que está pasando en nuestro
mundo. En parte es añoranza. En parte es la impresión de que las cosas antes
funcionaban mejor. Su intuición les susurra al oído que antes el mundo natural estaba en
equilibrio y que ahora no lo está. De alguna manera todos sabemos que ese mundo, ese
juguete que recibimos y al que en nuestra ingenuidad le hemos quitado varias piezas
importantes, de alguna manera nos hace saber que también tenemos una parte de
responsabilidad. Y que además lo estamos compartiendo con infinidad de especies
animales y vegetales que pueblan el planeta, todas tan importantes o más que la propia
especie humana.
Esto es lo que el cangrejo del Costco nos vino a recordar. No es un cangrejo que está en
medio de la tienda. Es un cangrejo que vino a levantar su tenaza para recordarnos que
antes de que una tienda departamental estuviera ahí su estirpe había dado a luz a más de
10 mil generaciones.

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