EL-SUR

Jueves 19 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

El Jardín del Puerto, otra vez la burra al trigo

Jesús Mendoza Zaragoza

Septiembre 09, 2024

En Acapulco hay un alto déficit de espacios públicos para que la población se encuentre. Hay escasos espacios para el deporte, para la diversión, para el esparcimiento, para el arte o para la promoción cultural. Estos espacios son fundamentales para socializar, para fortalecer las relaciones comunitarias, para la reconstrucción del tejido social y, en último término, para abrir caminos hacia la construcción de la paz. La población de esta ciudad, ya sea del centro urbano o las periferias carece de espacios físicos de encuentro como parques y jardines públicos orientados a fortalecer sus relaciones en las colonias y en grandes zonas urbanas.
Y la tentación permanente de las autoridades ha sido la de privatizar o vender los escasos espacios públicos con que la ciudad aún cuenta. Hay que recordar el caso del parque Papagayo allá por el año 1992 cuando el gobernador José Francisco Ruiz Massieu pretendió entregar a una empresa una parte para construir un supermercado. Por fortuna surgieron iniciativas sociales y ambientalistas que impidieron que fuera arrebatado a la ciudad una parte de su principal parque.
También hay que recordar que en el año 2011 hubo el intento de la empresa que tenía concesionado el Jardín del Puerto, allá junto al malecón de la ciudad, para construir una plancha de concreto con el fin de convertir esa área verde en un estacionamiento. Este proyecto generó una inconformidad ciudadana que pudo evitar en ese momento que le arrebataran un espacio público con vocación social. Hay que decir también que esa área está aún abandonada por las autoridades que la administran.
Ahora, el 30 de agosto pasado, la Administración del Sistema Portuario Nacional Acapulco (Asipona), un organismo Público Descentralizado adscrito a la Secretaría de Marina, emitió una convocatoria para la licitación del proyecto de construcción y operación de un centro comercial en el espacio del Jardín del Puerto, lo que significa que ese espacio será ocupado por un negocio privado y dejará de ser un espacio público habilitado para responder a necesidades sociales y culturales. Una vez más, va la burra al trigo. Sólo piensan en negocios y no en las necesidades de la población de esta ciudad. Si bien este proyecto se trata de una concesión con una finalidad de negocios, no estará disponible para la comunidad acapulqueña.
Hay dos grandes necesidades inaplazables de la población acapulqueña que no se han considerado de manera suficiente por las autoridades de los tres órdenes de gobierno. Son necesidades que requieren de una pronta atención, sobre todo para hacer un camino que conduzca a la paz en nuestra ciudad. Una es la necesidad de reconstruir el tejido social y la otra, la necesidad de una cultura de paz.
El predio del Jardín del Puerto puede ser acondicionado para atender, en parte, estas necesidades. Si este espacio público se dispusiera para que fuera un lugar de encuentro de la población acapulqueña que ha estado tan pulverizada desde el tiempo en el que el frenético crecimiento de la ciudad se fue forjando en el siglo pasado, respondiendo a intereses económicos y políticos que no permitieron que la población acapulqueña construyera una identidad propia. Recordemos que las campañas electorales de ese oscuro pasado, tanto el PRI como el PRD las desarrollaban a partir de invasiones de tanta gente que necesitaba un predio para construir viviendas. Así, el interés político y partidista utilizaba la necesidad de vivienda para lucrar en su búsqueda del poder.
Estamos tan dispersos todos los sectores sociales, mientras que las colonias populares no cuentan con espacios públicos suficientes para fortalecer los lazos comunitarios que se necesitan para reducir los destrozos de las violencias, sobre todo, aquélla originada, desde hace casi dos décadas, por la delincuencia organizada. Este espacio de encuentro, generador de vínculos y de esparcimiento en el centro de nuestra ciudad, ayudaría tanto a mejorar las condiciones de vida social en la ciudad.
La segunda necesidad a la que puede ayudar el Jardín del Puerto como espacio público accesible a la población, sería la construcción de una cultura de paz, que hoy más que nunca urge en nuestra ciudad. Desde los tres órdenes de gobierno y desde la sociedad civil debería haber múltiples iniciativas orientadas a generar nuevas actitudes, mentalidades y habilidades en la población ante la ciudad, que en su conjunto aporten para la construcción de la cultura de paz. Por ejemplo, necesitamos actitudes de solidaridad, de sinergias, de colaboración, de confianza, de reflexión, de fascinación ante la belleza y de servicio a la comunidad.
Y también necesitamos generar habilidades para la paz, como el desarrollo de las artes que abren camino a sensibilidades fundamentales para construir la paz, como la empatía, la espiritualidad, la compasión y la atención a quienes sufren. El espacio público del Jardín del Puerto puede convertirse en un instrumento de alto potencial para que los acapulqueños soñemos un Acapulco sin violencias y promovamos aquéllas utopías que hemos perdido debido a que nuestra problemática cotidiana nos apega a la realidad que no deja lugar a la imaginación y a la creatividad para construir un mundo nuevo para esta ciudad.
Hay que concluir con un llamado a las autoridades para que piensen en esta ciudad y ubiquen de manera suficiente nuestras necesidades. Que no crean que poner más negocios es la salida. Hay que apoyar los negocios que se perdieron en el huracán Otis, en la medida en que sea posible. Pero hay que atender las necesidades sociales como las que he destacado ahora para construir un Acapulco mejor que el del pasado. El pasado tuvo sus errores y sus éxitos, pero nuestra salida no está en el pasado sino en el futuro, reconstruyendo nuestra ciudad con una orientación hacia la fraternidad.
Pero también la sociedad civil tiene una grande responsabilidad para que esto pueda suceder. Necesitamos elaborar iniciativas ciudadanas para reconstruir nuestra ciudad hacia horizontes que nos conduzcan a la paz. ¿Qué podríamos hacer en relación al espacio, hasta ahora público, del Jardín del Puerto?