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Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión  

El mundo en los hombros de la cantante de covers

Esto no es una canción de amor (México, Paraíso Perdido, 2020, 121 páginas), de Abril Posas, muestra que el sentido del humor es una forma refinada de la inteligencia. Por principio, es plausible que Posas logre quitarle lo tedioso, cursi y melodramático a una Bildungsroman. Propone un trabajo humorista en el que la mordacidad refresca … Continúa leyendo El mundo en los hombros de la cantante de covers

Febrero 01, 2022

Esto no es una canción de amor (México, Paraíso Perdido, 2020, 121 páginas), de Abril Posas, muestra que el sentido del humor es una forma refinada de la inteligencia. Por principio, es plausible que Posas logre quitarle lo tedioso, cursi y melodramático a una Bildungsroman. Propone un trabajo humorista en el que la mordacidad refresca todo el relato y permite así diseccionar el pasado como una laceración gozosa. Es decir, desacraliza el tono solemne del autodescubrimiento.
Romina trabaja como publicista. Usa una bicicleta como medio de transporte; fuma con furor, se pelea por Twitter con cierta regularidad y es la vocalista de Los Incómodos, una banda de covers que tiene por escenario el Bar de Beto. Está en duelo por la muerte de su madre. A pesar de que el fallecimiento ocurrió hace cinco años, las heridas sentimentales aún están frescas.
Lo interesante de este proyecto está, insisto, en la mordacidad. En la forma en la que este recurso áspero erosiona los tópicos comunes y engorrosos de la literatura de aprendizaje. Posas va más allá de repetir el molde de las Bildungsroman. Detalla el crecimiento del personaje principal, la madurez y la comprensión del mundo que ese personaje posee, pero no sucumbe al tono aleccionador que suelen tener esos textos.
La voz narrativa de Posas es inconfundible, ya en el libro El triunfo de la memoria (2017) se nota el oficio y el ADN de su proposición literaria. Los diversos tonos de esos cuentos hablan mucho de las habilidades narrativas de esta escritora de Guadalajara. En Esto no es una canción de amor la prosa concisa, cuyo estilo directo facilita el abordaje a la trama –una trama lineal, por cierto, pero con un buen manejo de la analepsis que permite al lector conocer el pasado inmediato de los personajes–, adquiere una mayor fuerza con la mordacidad.
La autora organiza el relato desde un tópico: la búsqueda del tiempo perdido. Romina ejercita la memoria para ordenar el presente; es decir, para entender qué ocurre con ella después de la muerte de su madre y para aceptar también que los años 90 fueron profundamente significativos. Anhela recobrar las emociones entonces vividas. Por si eso fuera poco, se asoma a los treinta años de edad. ¿Cómo encarar el resto de la vida? Bueno, Romina cataloga el mundo (la bolsa de las Primeras Veces, la bolsa de las Últimas Veces), así descubre que no habrá sentimientos mayores a los ya experimentados. Los valles y las crestas vitales se mantienen en el mismo punto. Los 90 no volverán.
El relato arranca con la celebración del año nuevo. El 2000 nubla el futuro. Es una borrasca y prefigura el siguiente tramo de vida como una línea continúa de mucho esfuerzo con pocas recompensas. Romina necesita comprender de otra forma el mundo. Eso es imperante. El problema es que nadie sale indemne de ese proceso. Nadie. La sabiduría, igual que la adolescencia, implica necesariamente dolor; pero la virtud de este libro es que la sabiduría se obtiene con un poquito menos del dolor habitual en el trayecto del autoaprendizaje.
La mordacidad en Esto no es una canción de amor pasa sobre un tamiz que explora el feminismo, critica y boga por la equiparación de salarios entre hombres y mujeres, reflexiona sobre la música creada e interpretada por mujeres; pero en especial, disecciona la herencia ideológica y sensible que otorga una madre a una hija; también aborda el amor heterosexual, los sempiternas batallas en las redes sociales, los millennials como símbolo de un mundo pusilánime. Por encima de esas capas temáticas está la familia –una montaña rusa emocionalmente hablando–. Todo eso va orquestado por una vigorosa voz narrativa. Entre otras cosas, hace algunas aseveraciones generacionales: “Al fin y al cabo, en los noventa aprendimos lo que es amar la música popular como ejercicio de identidad y pertenencia”. O esta otra: “Mi generación tiene problemas de intimidad por la pérdida de la confianza en la humanidad”. Una más: “Al carajo la civilidad. Al carajo con los que creen que callando lo que en verdad sienten y desperdiciando oportunidades lucen más fuertes y controlados, como robots”.
La autora construye el humor de manera ejemplar. Ser mordaz no es precisamente ser chistosito. No, no. La mordacidad está directamente relacionada con los vínculos afectivos: amigos, familia, compañeros de trabajo. Este triunvirato es al que Romina acomete, digamos, deliciosamente. No se trata de escarnio sino de mordacidad y el encanto de ese efecto no se pierde durante toda la novela. No es que Posas logre carcajadas mediante la creación de múltiples escenas risibles (o chistes) sino que edifica el humor desarrollando subtramas, involucrándolas entre sí y finiquitándolas al mismo tempo que la historia principal de Esto no es una canción de amor. ¿Cómo logra estos malabares la autora? Gracias a que los personajes (y el papel de ellos en la trama) están bien diseñados. Los motivos internos de las actantes propician los desplazamientos necesarios para que ese humor corrosivo desacralice los vínculos entre amigos, familia y compañeros de trabajo. De esa manera, mordazmente, Romina adquiere otro conocimiento del mundo.
El humor en este libro es un logro del oficio, no una secuencia de chistes dispuesta sobre el relato de acuerdo con el ánimo de la escritora. No. Posas modula todas las voces de la historia, gracias a eso (literalmente hablo de una armonización) culmina esta novela con gracia y elocuencia; especialmente, con elocuencia. Esto no es una canción de amor podría definirse como un texto entrañable. Está contado por una voz singular que amerita mayor atención en el Continente Literario.