EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

El presidente que olvidó ser presidente

Juan García Costilla

Septiembre 07, 2016

Antes de la visita de Donald Trump, el presidente Enrique Peña Nieto andaba tan agobiado, deprimido y atolondrado por el bajísimo índice de aprobación ciudadana (23 por ciento al 7 de agosto, según una encuesta del periódico Reforma), que olvidó en el peor momento el principio básico de la política: el poder se ejerce.
Los garrafales errores de su gabinete, el extravío estratégico de su equipo de comunicación política, el “penoso escándalo diplomático internacional”, como lo calificó un editorial de The New York Times, y su vergonzoso papelón en la visita del candidato republicano a la presidencia gringa, tuvieron y tendrán un enorme costo para él, para su partido y principalmente para los mexicanos de allá y acá, gane o pierda Trump la elección.
“Jamás se les ocurrió que a Trump no se le puede tratar como a un político común y corriente, que entendería que la invitación era una no-invitación. Trump no sólo dijo sí, sino que le ganó la jugada al gobierno entero: aquí la única reacción restante era la de plegarse e intentar salvar un poco de cara”, escribió Esteban Illades en la revista Nexos.
Lo más triste es que el presidente Peña Nieto pudo lograr mucho más que sólo salvar cara, si no hubiera olvidado para qué sirve el poder y el alcance real del suyo en ese contexto.
Olvidó que poder, como sinónimo de fuerza, capacidad, energía o dominio, significa la capacidad de hacer o ser algo, de ejercer un dominio hegemónico sobre uno y/o varios individuos, y de influir sobre uno y/o varios individuos, en algunos casos, como este, incluso más allá de los fronteras territoriales y políticas.
Peor, olvidó que el poder, como decía Max Weber, puede ser ejercido no sólo gracias a la fuerza legal o la autoridad delegada en un proceso democrático, sino también gracias a la persuasión (directa, indirecta o subliminal; por persuasión moral, incluyendo a la religión), a la influencia social o la tradición, a la pertenencia a una determinada clase social, al carisma personal o colectivo, y a la comunicación.
Peor, porque olvidó (¿o ignora?) que la población hispana de origen mexicano en Estados Unidos llegó en 2016 a los 34.6 millones de personas, de acuerdo con un estudio del Pew Research Center, basado en la Encuesta sobre la Comunidad de la Oficina Nacional del Censo.
Según ese estudio, estos mexicanos “tienen niveles más bajos de educación que el grueso de la población hispana de ese país y el total de la población allá. El 26 por ciento son pobres, tasa superior a la de la población general de Estados Unidos (16 por ciento) y ligeramente arriba a la tasa para los hispanos en general (25 por ciento)”.
De esta forma, agrega el estudio del Pew, “los mexicanos representan la mayor población hispana viviendo en Estados Unidos. Desde 1980, la población de origen mexicano casi se ha cuadruplicado, creciendo de 8 millones 800 mil personas, a 34 millones 600 mil con datos hasta el año 2013”. Más relevante aún es el hecho de que 60 por ciento de esos mexicanos están registrados para votar.
Estos son los millones de paisanos que Donald Trump desea deportar si llega a ser Presidente de aquel país, una propuesta de campaña que lo ha llevado a ser puntero en las encuestas y que ha generado, además, que los asuntos de inmigración sean el tema más importante en la carrera por la Casa Blanca.
Es decir, Peña Nieto pudo hacer mucho más que salvar la cara; al no valorar en su justa dimensión la enorme influencia de sus paisanos en Estados Unidos, no sólo en la economía sino también en la política gringa, desaprovechó la oportunidad de enfrentar con valor y entereza a su incómodo visitante, para convertirse en vocero del justo resentimiento de sus paisanos en ambos lados de la frontera.
Peor, desaprovechó la oportunidad de convertirse en vocero también de los 55 millones de latinos que viven en ese país, particularmente de los 24 millones 400 mil registrados para votar en las próximas elecciones presidenciales.
Es cierto, los hispanos en Estados Unidos no son un bloque homogéneo. “La mayoría de los latinos en Estados Unidos dice que hay más diferencias que cosas en común entre los hispanos en el país”, sostiene Mark Hugo López, director de investigación hispana del Pew Research Center. Sin embargo, a pesar de esa diversidad, muchos analistas esperan que el electorado hispano se comporte de manera monolítica.
El rechazo a Donald Trump y su campaña de odio y racismo, era el motivo perfecto para convocar por fin el voto latino en la elección del próximo presidente de Estados Unidos.
Lástima que a Peña Nieto se le olvidó para qué sirve ser presidente; pudo convertir una derrota anunciada, en un triunfo sin precedentes.

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