EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

El segundo aire de Antonio Di Benedetto

Federico Vite

Marzo 28, 2023

Muchos maestros sudamericanos como Juan José Saer, Jorge Luis Borges, Roberto Bolaño y Ricardo Piglia hablaban de Antonio Di Benedetto como una voz original, una influencia importante y determinante que alentó algunos proyectos escriturales. Este hombre, quien en noviembre cumpliría 101 años de vida, tuvo una vida intensa. Pero lejos de referirme a él por su existencia, me enfoco en la obra.
“Mi padre se quitó la vida un viernes por la tarde.
Tenía 33 años.
El cuarto viernes del mes próximo yo tendré la misma edad.
Aunque tía Constanza, con reserva pero sin tacto, mencionó esa coincidencia, no he vuelto a ella mi pensamiento hasta hoy que el tema, de cierta manera, ha salido a mi encuentro”, así comienza la novela Los suicidas que la editorial argentina Adriana Hidalgo publicó en 2016 en Trilogía, libro que agrupa Zama, El silenciero (dos novelas previamente comentadas en este espacio hace años) y Los suicidas. Hablo de un documento de 488 páginas que ofrece una muestra representativa de la obra de este narrador argentino, oriundo de Mendoza.
Di Benedetto publicó por primera vez Los suicidas en 1969. Es un libro corto que roza las 100 páginas. Hace 54 años llegó al mercado editorial y parece que no ha envejecido nada. No tiene arrugas. Bien podría considerarse que es una novela escrita por un narrador jovial, tozudo y coqueto. La estructura de Los suicidas está supeditada a un estilo y el estilo pareciera haber salido de una sala de  redacción, como por generación espontánea. Hay un antes y un después de Benedetto: reproduce el habla oral y supedita la historia a las oraciones breves, los párrafos cortos, casi casi se trata de una prosa periodística, cuya función es justamente la de sugerir celeridad y lo logra. La premura es una constante en todo el relato.
La novela avanza muy rápido, sin descripciones excesivas ni obstáculos que descarrilen el núcleo del proyecto. Di Benedetto sabía muy bien que la fragmentación del discurso puede ser considerada una herramienta ideal para quien busca cambiar constantemente de espacio y de tiempo mediante convenciones ya bien aprendidas por los lectores, por ejemplo, finaliza un diálogo y coloca un punto y aparte para dar comienzo a otra escena con un diálogo o una sentencia, enunciada en primera persona del singular.
El protagonista nunca revela su nombre, pero se sabe que es periodista y persigue obsesivamente información sobre dos presuntos suicidas. Durante la investigación lo acompañan cuatro mujeres: Marcela, Bibi, Julia y Blanca. Para fortuna del lector los escarceos sexuales y eróticos son derivas humorísticas que fungen como contrapeso y permiten consumar la tesis de la historia. La relación del protagonista con Julia, pareja del narrador, se centra esencialmente en la monotonía y el aburrimiento. Ella le ayuda a él con una arista de la investigación: le deja de tarea a sus alumnos, unos párvulos, su opinión sobre la muerte. Es obsesiva la intención del libro, ¿qué hay en el entorno de un suicida? ¿Por qué y como se consuma el suicidio? ¿Cualquiera puede suicidarse? Estas preguntas modifican el tono de la novela. A ratos convierte el tema en una conversación íntima de pareja, pero luego troca y se transforma en el eje toral de una conferencia académica. E incluso el tema del suicidio y la muerte brota en una tarea escolar y los padres de los párvulos que ayudaron a sus hijos a hacer esa tarea simple y sencillamente pidieron la cabeza de la maestra: Julia. Ella obviamente termina la relación con él. Él no lo toma a mal.
La muerte, el suicidio y las estadísticas ofrecen, igual que las citas de investigaciones de orden sicológico, antropológico y filosófico, una mirada fascinante que potencia el desarrollo del proyecto. Básicamente hablamos de una pesquisa ofrecida en diversos frentes, cuya conclusión resulta adecuada para la premisa del relato: el cumpleaños número 33 del narrador que revitaliza el suicidio del padre.
El narrador –después de charlar con su madre, cuando conversa con su hermano o con sus compañeros de trabajo– entiende que hay un patrón que indica la probabilidad exitosa del suicida y ese canon, digamos, le permite pronosticar el éxito del paso siguiente, aunque el cambio de vía del texto ocurre en la segunda parte del libro, cuando el hermano del narrador sufre un ataque al corazón y el protagonista se separa de Julia para iniciar una relación con una suicida: Marcela. ¿Se suicidará el protagonista? Él deja todo a una señal divina, justamente se somete a lo que le revelen los sueños. No hay otro camino para quien intenta comunicarse con lo celestial.
El relato cabalga, no encuentro otra manera de definirlo, entre diálogos, descripciones breves, fichas hemerográficas, poemas, versículos de la Biblia, fragmentos de El Corán, párrafos de El Canon Pali, líneas de Hamlet, notas periodísticas y monólogos, pero lo más sobresaliente son los senderos que utiliza el autor para cerrar la pinza con la que abre el texto. La muerte magnetiza toda la narración. El libro rebosa de jovialidad. La manufactura es buena y el resultado, sumamente atractivo.
La reedición de la obra del mendocino, a cargo de la editorial Adriana Hidalgo, la adaptación cinematográfica de Zama, película dirigida por Lucrecia Martel, candidata al Oscar al mejor filme extranjero en 2018; las nuevas tesis doctorales sobre la obra de Di Benedetto, así como las reseñas en revistas y en periódicos; los homenajes póstumos, entre los que se destacan los realizados en Buenos Aires y en Mendoza, en 2016, con la participación de importantes críticos y escritores de habla hispana; la publicación de una selección de cuentos para distribuirlos, por primera vez, en las escuelas mendocinas para que los alumnos puedan tener la obra del mayor escritor de esa región. Todas estas acciones intentan corregir el grave error de no valorar el trabajo de un autor único.
En su momento, Jorge Luis Borges –quien murió el mismo año que Benedetto, en 1986– comentó: “Di Benedetto ha escrito páginas esenciales que me han emocionado y que siguen emocionándome”. El escritor chileno Roberto Bolaño, quien mantuvo una extensa correspondencia con el mendocino en la década de los 80 del siglo pasado, hizo un homenaje al autor de Zama en el relato Sensini, pues el protagonista es el alter ego de Di Benedetto. Ricardo Piglia también compartió una vez que, en sus inicios, la gran figura para todos los escritores era sin duda alguna Antonio Di Benedetto. Juan José Saer, el magnífico Saer, también destacó la notable prosa del mendocino: “La narrativa de Antonio Di Benedetto es sin duda la más original del siglo y, desde un punto de vista estilístico, es inútil buscarle antecedentes o influencias en otros narradores: no los tiene”. Por su parte, el escritor sudafricano J. M . Coetzee, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2003, publicó un ensayo en Estados Unidos en el que reflexionó sobre la importancia de la novela Zama.
Di Benedetto, escritor y periodista, cinéfilo, fue también una víctima de la dictadura. Se fue a España a vivir en el exilio. Leer Zama, El silenciero o Los suicidas no hará más que agrandar la curiosidad por la obra de este caballero que supo muy bien cómo dosificar los enigmas de los hombres sin atributos. Es bien sabido que sus cuentos son literalmente un laboratorio; pero las novelas que escribió resultan una tremenda muestra de lo que el realismo puede brindarnos aún. Sirva este breve vistazo a Los suicidas para invitarle a conocer la obra de una elegante y rara avis del continente literario en español. Si usted no lo conoce, créame, se pierde algo valioso. Pero si a usted le gusta la literatura, llegará a este hombre que bien podría definirse como un brazo de mar por donde transitan las corrientes funestas de la literatura.