EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

EL SEMÁFORO

Juan García Costilla

Agosto 01, 2006

Rojo
Si nos atenemos a lo que dicen las autoridades estatales y municipales sobre la seguridad pública, los ciudadanos de a pie estamos más expuestos a sufrir abusos o agresiones de malos policías, que de ser víctima de algún ataque de los sicarios del narcotráfico.
Por un lado, casi todos los jefes policiacos, el secretario de Fomento Turístico, Ernesto Rodríguez Escalona, y el propio gobernador Zeferino Torreblanca, sostienen que la narcoviolencia no representa una amenaza para la sociedad civil, ya que sus ataques están dirigidos en contra de miembros de bandas rivales y de policías de los tres niveles.
Luego, apenas el pasado viernes, el mismísimo secretario de Protección y Vialidad, Juan Carlos Moreno Muñoz, reconoció abiertamente ante el pleno del Cabildo acapulqueño, que el 70 por ciento de los policías a su cargo no quieren trabajar y no tienen espíritu de servicio, porque piden que les suban su salario.
El remate estuvo a cargo de regidores de varias fracciones, que en la misma sesión calificaron a los agentes de Tránsito como “jaurías”, porque están a la caza de vacacionistas y lugareños para extorsionarlos. Detallaron que con el pretexto de una revisión de rutina, los agentes roban y asaltan a los ciudadanos, a cualquier hora del día.
Semejantes comentarios y críticas revelan un contrasentido casi surrealista, como si la profunda crisis de seguridad que padecemos necesitara mayores agravantes. Porque, para colmo, al menos en esta ocasión sobran evidencias que avalan los dichos oficiales.
Es cierto, si no me equivoco, desde que comenzaron las narcoejecuciones, suman cuando mucho tres las víctimas inocentes a raiz de esos ataques.
Pero lo que sucedió el sábado pasado se lleva las palmas. A sólo unas horas de las declaraciones de su jefe, Moreno Muñoz, al menos 10 policías preventivos fueron acusados, en cuatro hechos distintos, de robo, amenazas, daños y lesiones, y de negarse a detener a un hombre, minutos después de que asaltó a una turista.
En su denuncia, esta última declaró que a las 7 de la noche del sábado, un hombre con un cuchillo en la mano le salió al paso cuando paseaba con su familia en playa Tamarindos.
Antes de que perdiera de vista al asaltante, vio a un grupo de policías preventivos arriba de un puente a los que pidió auxilio, pero que se negaron con el argumento de que ¡había mucha agua sucia y no tenían armas!
El mismo sábado, dos casos más, separados pero casi idénticos, que sugieren un sistema ya establecido: policías a bordo de patrullas de la SPV, asaltaron a dos personas, después de detenerlas con el pretexto de una revisión.