EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

El show del kamikaze es arder

Federico Vite

Agosto 14, 2018

¿Compra lo más actual de un género, todo lo que escribe un autor o todo lo que publica una editorial? Para efectos prácticos, diremos que simplemente compra y compra bien. Obviamente encuentra libros que atesora muchísimo porque le dieron placer y los recomienda. ¿Qué pasa con los libros que no terminó de leer porque le parecieron sosos, huecos, pero temió decirlo porque sus coetáneos los consideraban sublimes? Esos libros flotan por el saco amniótico de los supermercados y de las librerías simulando talento y oficio literarios; también llevan la foto de un autor genial, listo para ser adorado, bajo la solapa. Navegan de muertito hasta las manos de alguien que se pregunta, ¿cómo llegó a publicarse esta cosa?
Para llegar a la otra orilla del sistema pensemos en alguien que escribe libros y eventualmente los publica. Tiene las intenciones optimistas de que su texto (novela, cuento, poemario, obra de teatro, ensayo) aparezca en una editorial comercial y pujante, porque sus retoños deben adquirirse en muchas partes del país, como Dios manda, porque es importante abonarle a la fama, el prestigio y la notoriedad. En especial, porque el trabajo lo amerita. Ese alguien que escribe se la pasa en la banca de las editoriales por mucho tiempo, incluso por años, busca entrevistas, después de tanta negativa contrata a un agente literario, empieza a ir a las presentaciones de libros, a los estrenos de obras de teatro, a los cocteles, hace lobby literario y, casi por deriva, tira bluff publicando columnas, artículos o post en facebook acerca de las personas que alaba o considera valiosísimas, es decir, sus amigos y sus maestros, aunque también alaba en público a sus futuros amigos y a sus futuros maestros, porque uno no sabe cuándo llegará un futuro amigo (los pseudo maestros ya llegaron, por eso los menciona) a las puertas de una editorial seria, formal. Para este momento, ya llevamos más tiempo en lobby y en bluff que en escritura y en lectura. Así que no importa, la literatura no es lo importante. Lo peor es que aún falta mucho.
El siguiente paso es lidiar con los caprichos de los editores, que si no tienen tiempo, que si no les gusta lo que ya habían aprobado, que no pueden arriesgarse con un libro como el de esa persona que escribe así, como un peladito, como un lumpen, como un escritor pobre pues (porque puede ser pobre pero chido, puede ser lumpen pero con actitud iconoclasta y eso vende mucho, pero nada como un escritor fresón que aspira a ser artista jugándole a lo lumpen, al pobre, ese vende mejor). Quien anhela publicar debe padecer a los editores, rogarles, apapacharlos, tratarlos como alguien superior. Recordemos que los editores comerciales en México suelen tener aspiraciones poéticas, narrativas, ensayísticas y dramáticas, eso los hace superiores, son artistas que aprovechan todo el mecanismo del mercado para navegar entre escritores y traductores obteniendo algunos beneficios: traducciones, viajes, nominaciones como autores del año en otros países, etc.
Posteriormente deberá aceptar el asombroso y altísimo nivel de simulación literaria. Si importaran más los hallazgos literarios, no las prebendas ni las relaciones sociales, ¿por qué hay tantos autores buenos y serios sin llegar a una editorial comercial? Pareciera que el precio para publicar es el bluff y el lobby. Después de machetearle a ese rubro (coctel y texto laudatorio en múltiples plataformas) esa persona que anhela ver su libro publicado logra platicar con alguien y ese alguien lo conecta con otro alguien que le inyecta vida al proyecto que ya tiene un editor pero no se anima a publicar y acuerdan una cita con el agente literario, el editor y el escritor. Revisan el libro, invierten más tiempo en citas, corrigen lo que no le gusta al editor y ocurre parte del milagro. Ya que todos están de acuerdo (agente, editor, escritor), se planea la manera en la que deben aprovechar el capital simbólico de esa persona que escribe (el prestigio, la reputación, el crédito, la fama, la notoriedad, la honorabilidad, el buen gusto, entre otros), a eso le llaman estrategia de mercado, publicidad, marketing, etc. Se infla el libro, se infla al autor, el problema es cuando alguien lee eso, nacido de mucho trabajo de bluff y de lobby.
Después de ese paso viene lo mejor. La gloria. No se habla mal de otros autores, no se dice ni por asomo lo que uno visceralmente piensa sobre los libros del autor de moda. Tampoco se menciona la forma en la que el autor de moda llegó a ser el autor de moda. Lo destacable acá, es la lisonja, la simpatía, la amabilidad. En suma, ser un cortesano, no importa esencialmente el trabajo literario.
Al final, la persona que publica en esas editoriales comerciales ya no tiene un juicio sano. Habla únicamente de quien pueda ayudarlo, o favorecerlo. Nunca reconocerá a quien de verdad tiene talento literario. Menciona solo a quien es parte de su clan, de los recomendados, los del lobby, del bluff, forma parte de ese club de amigos en el que las relaciones públicas y el agente literario trabajan mucho más que el autor.
Lo asombroso es el precio que paga quien opina sinceramente (la opción más socorrida es guardar silencio, tragarse todo para que nadie lo moleste), porque de inmediato se le adjetiva: Ardido. Mientras más fuerte sea la crítica, más ardido parece. Esto ocurre porque el sistema de simulación literaria indica que los editores son infalibles y miden el talento por fama, impacto mediático, padrinazgo, relaciones sociales, cargos públicos, amistad, nepotismo y la literatura, aunque cuenta, no es el valor esencial, pasa a segundo plano porque los editores ven en los libros de sus autores el canon que han impuesto en el mercado. No importa sin son literatura o no, son una impronta comercial e instauran su gran sello. Eso es todo.
Claro que hay excepciones. Hay personas que escriben, envían sus libros a dictamen y reciben noticias favorables. El asunto es que eso casi no pasa. La literatura es un continente con alma de casquivana.
Hay mucha gente que puede contar historias, pero lo triste es ver que esa gente, en vez de acercarse a la literatura en cada uno de sus libros, se aleja. Va en sentido diametralmente opuesto y lo peor es que a las editoriales no les importa, siempre habrá un escritor famoso, o de moda, con la voluntad de simulación para darle notoriedad al otro, aunque no la merezca literariamente.
Yo recomiendo paciencia, relaciones sociales y trabajo escritural, aunque el trabajo creativo no es precisamente lo más importante cuando uno abre un libro y dice en voz alta: Entonces no se trata de literatura, ¿verdad? Lo demás es arder. Cínicamente, queridos.