EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

El silencio de los avestruces y el mal de muchos

Abelardo Martín M.

Abril 15, 2016

Es obvio afirmar que la violencia todo lo destruye, lo que resulta absurdo es intentar cambiar repitiendo los mismos actos y manteniendo la misma conducta. Los políticos mexicanos son proclives al control y al silencio, casi nunca al tratamiento frontal del problema. Presas del protagonismo, se montan en los temas más absurdos, como el de la violencia y, como Felipe Calderón, tratando de erradicarla se convierten en sus principales mercadólogos. Monotemáticos en los asuntos del gobierno, viven pendientes de su fama y desocupados de los verdaderos problemas.
En tanto la violencia criminal continúa en crecimiento y llega hasta las playas y la Costera, sin que se inhiba por la presencia de cuatro mil 500 elementos de fuerzas federales, el gobernador Héctor Astudillo convoca a los medios de comunicación a “hablar bien de Acapulco”y hacer un “convenio de silencio”, como fórmula para mantener el flujo turístico en el puerto y en otras poblaciones de la entidad. No quiso decir eso, aclaró, pero la gran mayoría de sus colegas han sido incapaces de no sucumbir al conjuro de la inseguridad como temas mediáticos, incapaces de posicionar los temas sustantivos porque sus estrategias son publicitarias, que dan fama, y no de información, que eso sí puede dar prestigio.
Ello, después de que aunque el puerto y otros sitios de descanso guerrerenses siguen siendo el principal destino vacacional de los capitalinos durante la Semana Santa, esta vez fue claro el deterioro de la preferencia de los paseantes.
Atrás quedaron las épocas en que no había un cuarto disponible en los hoteles, ni sitio para retar a las olas del mar. Este año las cifras difundidas por el gobierno del estado muestran una ocupación turística en Acapulco, Taxco y Zihuatanejo del 76.7 por ciento, contra el dato de 2015, en que el indicador llegó a más de 96 puntos porcentuales.
Y no sólo sufren los hoteleros. La asociación de comerciantes de la Costera contabiliza unos 200 locales cerrados en plena temporada alta, a causa de la inseguridad.
Las cifras reflejan el drama del puerto. Durante el periodo vacacional de la Semana Santa y la de Pascua, hubo más de 60 ejecuciones, algunas de ellas a la luz del día y en las cercanías de la Costera y las playas.
De ahí que los comerciantes, cercados por la violencia, obligados en muchos casos a pagar derecho de piso, desprotegidos pese a los rondines de policías y soldados, imaginen por su parte que es posible un “pacto de paz” con los criminales, el cual de realizarse implicaría el reconocimiento y la legitimación de los delincuentes, y la resignación al pago de cuotas y al imperio de los forajidos. Así ocurre ya, pero otra cosa es la rendición de la población y sus representantes.
En ese contexto vino a expresar el gobernador Astudillo su idea del convenio de silencio. Luego nos dirá probablemente que sólo fue eso, una idea, como antes la sugerencia de legalizar la siembra y procesamiento de la amapola y los opiáceos para fines medicinales.
Esta vez ni siquiera hay un planteamiento original. El recurso de acallar a los medios se le ocurrió hace un lustro a Felipe Calderón siendo Presidente, quien indujo la firma por las principales empresas de medios de un Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia, con el aval de organizaciones sociales, de la iniciativa privada y académicas.
Con acuerdo o sin él, en las zonas donde el narcotráfico controla el territorio no sólo ha introducido el terror entre los habitantes; también ha silenciado la libre expresión e información de los periodistas y sus medios.
En ciudades del norte del país y de las costas, en las calles y caminos se suman cada día y cada noche muertos y desaparecidos, y en muchas ocasiones los cadáveres se exhiben con mantas y mensajes en las que los criminales hacen alarde de sus asesinatos y su poder e impunidad. Pero rara vez se publica lo ocurrido en las páginas de los diarios, ni se habla de ello en noticiarios de radio y televisión. La respuesta social ha sido la canalización de esas informaciones en redes sociales y en la transmisión “boca a boca”, con toda la cauda de confusión, imprecisión y pánico que conlleva.
Ahora, el gobernador va más allá. No sólo propone el silencio sino la mentira. Hablar bien de lo que va mal. Pintar la realidad de color de rosa, y repetir día con día, como el Cándido de Voltaire, que todo va de lo mejor en el mejor de los mundos posibles. Y con ello, volvernos cómplices a los informadores de la ola de criminalidad que nadie para.
Si no puedes con el enemigo, haz como que no existe, parece ser la divisa. Es el silencio de los avestruces.
Guerrero no es el único, pero si ya el más grave.
Recientemente se difundió un informe de inseguridad y violencia y Guerrero es el estado menos pacífico del país, de acuerdo con el Índice de Paz México 2016, que elabora el Instituto para la Economía y la Paz; siguen Sinaloa, Morelos, Baja California y Baja California Sur. En el último año, la paz en México tuvo el menor avance registrado desde 2011, con el 0.03 por ciento, y se estancaron las mejoras en la paz en los últimos cinco años. En 2015, la tasa de delitos con violencia y la de crímenes de la delincuencia organizada, disminuyeron 8 y 10 por ciento, respectivamente. “Sin embargo, esto se contrarrestó con un aumento del 6 por ciento en la tasa de homicidio, aunado al incremento de la tasa de delitos cometidos con arma de fuego y presos sin condena”, se informó en un comunicado.
En el punto más álgido de la guerra contra el narcotráfico en 2011, el nivel de paz en México mejoró 13 por ciento y, de acuerdo con el reporte, 25 de los 32 estados, son más pacíficos hoy que en 2011. Sin embargo, “es muy pronto para determinar si la ligera mejora en 2015 es una excepción a la tendencia de los últimos cinco años o si los niveles de paz seguirán estancados”. Los cinco estados con mayores avances en sus niveles de paz en los últimos cinco años son Nayarit, Durango, Nuevo León, Chihuahua y Baja California, que figuraban ya junto con Guerrero, como los más violentos del país. Guerrero se mantiene ahí, sin esperanza de que la situación cambie o ni siquiera mejore.
Para cambiar la realidad debe trabajarse, día tras día, marcar otro paradigma. Hacer lo mismo, lleva a lo mismo.