EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

En el Frente, Julieta por ahora va sola en Acapulco

FILO MAYOR

Octubre 21, 2023

Mientras en Morena los aspirantes a la candidatura a la alcaldía de Acapulco hacen fila ante la ventanilla de registro, en los militantes de los partidos que integran el Frente Amplio por México –PRI, PRD y PAN– priva la prudencia.
Tan es así que solamente la diputada local priista Julieta Fernández Márquez ha levantado la mano por la candidatura, y en el PRD, que iría por segunda ocasión consecutiva en alianza con su antaño némesis, se ve como natural, por no decir inevitable, que corresponda al priismo el espacio en el municipio más grande y la principal fuente económica del estado.
El PAN tiene en su haber candidaturas testimoniales que en elecciones locales difícilmente alcanzan el 10 por ciento de la votación, y en las presidenciales el arrastre de candidatos –Vicente Fox, por ejemplo, en el 2000– le han llevado al 30 por ciento. De manera que canjearía sin problemas el respaldo al priismo a cambio de ser apoyado en una de sus plazas, Taxco. (No se crea que esta situación cambie por la llegada de Ramiro Solorio al PAN).
El PRD se ha hecho fuerte en las últimas elecciones en la capital Chilpancingo –en 2018 ganó con Antonio Gaspar (Gaspeor le decían sus malquerientes), cortando la hegemonía priista– y renunciarían a la plaza porteña, además de que pujarían por Iguala, hablando de las cinco principales ciudades del estado.
El PRI retendría para sí Zihuatanejo, donde gobierna con Jorge Sánchez Allec, quien ya no podrá reelegirse.
En sus primeras pláticas, los dirigentes de los partidos de la alianza ponen sobre la mesa eso, plazas de influencia de cada formación política y candidatos competitivos.
Y pese a que en Acapulco el PRI ha presentado en las dos últimas elecciones una candidatura catastrófica, como fue la de Ricardo Taja –por decisión del entonces gobernador Héctor Astudillo, ahora arrepentidísimo–, se da por hecho que la plaza les corresponde, pues tampoco ningún perredista se ha apuntado. Aunque en el plano nacional el PRD quedó en cascarón, tras la fuga de sus principales cuadros del barco que se hundía, hacia Morena, en Guerrero conserva todavía activos en municipios y en el Congreso local.
La actual alcaldesa Abelina López, y los dos diputados federales por el municipio, Rosario Merlín y Pablo Amícar Sandoval, hace poco más de una década eran felices perredistas en un partido de –entonces– historia intachable, según pensaban. Renegar parece ser cosa de sabiduría política en un proceso que no ha germinado. Allí están los ejemplos de Yasir Deloya, el alcalde de Tecpan que llegó al cargo con el apoyo del PRD y que ahora es un ferviente partidario de la vircual candidata presidencial de Morena, Claudia Sheinbaum; y el de la alcaldesa de San Jerónimo, Glafira Meraza, quien del PRD brincó a Morena luego de que no le dieron la candidatura.
En el PRI, el escenario que propició las fallidas candidaturas de Taja, cambió, como parte de la historia misma de los vaivenes del poder. Como gobernador, Astudillo ejerció su derecho de facto a decidir en las candidaturas. Hace tres años incluso, el ya presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno, le permitió imponer a Ricardo Taja e incluso a su candidato a la gubernatura, Mario Moreno. En el primero de lo casos, en demérito de la misma Julieta Fernández, y en el segundo, del senador Manuel Añorve.
Ambos proyectos no se concretaron y se supo por lo menos en el de Taja, que en Acapulco él mismo hizo los amarres para hacer posible su llegada a la alcaldía. Temas que quedan ahora en las deslealtades e ingratitudes. Un par de años después, Taja acusó a Astudillo de caciquear el partido, cuando quiso aspirar a la presidencia estatal del PRI, que el propio ex gobernador reservó para su jefe de Oficina, el ex alcalde de Zihuatanejo Alejandro Bravo Abarca.
En ambos casos Añorve se disciplinó, en la veteranía propia de la escuela priista.
Dos años después, el escenario cambió, como parte de los mismos juegos de poder. Astudillo, quien impugnó la ampliación en la presidencia nacional de Alejandro Moreno, Alito, dejó de tener el control del partido, que ahora comparte con Añorve, coordinador de la bancada del PRI en la Cámara de Senadores y uno de los hombres de confianza del dirigente nacional, que lo impuso en esa posición luego de defenestrar al otrora poderoso secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong.
Pero en este atávico partido la disciplina es el pegamento de éxitos y complicidades, y la foto en familia el lenguaje oficial. Los grupos de Astudillo y Añorve han encontrado que no hay de otra más que recomponerse ante un escenario fuera del poder (o del prespupuesto).
En el inter, quedaron desechadas las sospechas –o fallidas esperanzas, según se vea– de que Astudillo bajó las manos en el respaldo a la candidatura de Mario Moreno a la gubernatura, en 2021, lo que alimentaron los trascendidos de que en compensación sería invitado a ser embajador en el país que le diera la gana, por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador, como sucedió con los gobernadores de Campeche, Sinaloa, Sonora y Quintana Roo, y se dice ahora que del Estado de México.
Astudillo nunca desmintió tajantemente la versión de que se incorporaría al gobierno de López Obrador, ni el propio presidente, que lo tiene por bien portado.
En este nuevo escenario con aires de reconciliación entre Astudillo y Añorve, no parece haber ánimo para que Astudillo bloquee las aspiraciones de Julieta Fernández, ni para poner a a jugar por el cargo a uno de lo suyos –la diputada local Gabriela Bernal– aunque tampoco para vetar que alguien de los tres grupos del poder en el estado, el del ex gobernador Rubén Figueroa, busque competir, como el ex diputado local Fermín Alvarado Arroyo.
Y es que tras la muerte del ex gobernador René Juárez Cisneros (julio de 2021 por Covid), la suerte del priismo se reduce a estos tres grupos, Astudillo, Añorve y Figueroa, pues prácticamente se disolvió el del nativo de Acapulco. En la anécdota, queda esa inercia de los próceres priistas, propensos a buscar heredar el poder político a su parentela, en perjuicio del mérito de la militancia. En el caso de Juárez Cisneros, en su hijo René Juárez Albarrán, a quien impulsó como regidor, pero quien, tras el deceso del entonces diputado federal no pudo reagrupar al grupo que se benefició de cargos y poder del oriundo de La Laja y ex alcalde acapulqueño. Cercanos a estos políticos prevén que será adoptado con alguna candidatura a una diputación local tanto por Añorve como por Astudillo. Pago de deudas políticas o solidaridad post mortem.
Y bien, Figueroa, creen, metería las manos más por el ex senador Héctor Vicario (¿diputación federal?), que por Fermín Alvarado, quien aún no se desempolva del todo de señalamientos de anomalías en su periodo como titular del Colegio de Bachilleres, en el periodo de Astudillo gobernador, y que como candidato priista a la alcaldía, en 2012, tuvo una desangelada campaña, en la elección que ganó abrumadoramente Luis Walton Aburto por Convergencia y PRD.
El PRI entonces –aunque no se ha definido el método de selección– tiene mano para la candidatura del Frente opositor en Acapulco. A diferencia de Morena, no se prevén conflictos en el proceso para ungir al candidato –o candidata– de la alianza. Y como en 1999, cuando se esperaba que el PRD se hiciera sin problemas con la alcaldía de Acapulco –Zeferino Torreblanca como gobernador– espera que en Morena las cosas se compliquen, para tener aspiraciones de ganar en un escenario que según diversas encuestas, por ahora les es desfavorable.