EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

En los zapatos de otro

Juan García Costilla

Agosto 20, 2005

CANAL PRIVADO

 Imagínate por un momento que te enfrentas a esta situación: toda tu vida has vivido en un lugar, en la misma casa, en donde también lo hicieron tus padres y quizá hasta tus abuelos. No importa si la casa y la ciudad o el pueblo son grandes, prósperos, bonitos, chicos, pobres o feos. Es tu hogar, el único que conoces.

De pronto, un día tocan a tu puerta unos señores con facha de importantes y de cara tiesa y te dicen que hicieron unos estudios que demostraron que esta zona es ideal para construir una obra multimillonaria y apantalladora, prioritaria para el futuro de la nación y para mucha gente que tu ni conoces.

Sin otro preámbulo, te informan que por ese motivo tienes que ser reubicado con todo y chivas, esposa, chilpayates, perico y vecinos a otro lugar, pero que, para compensarte las molestias, te darán una lanita, no mucha pero peor es nada, y un modesto pero flamante cantón y, chance, hasta te consiguen alguna chambita para irla pasando.

Ya de pasadita, como que no quiere la cosa, te aclaran que para que te entreguen lo que te prometieron necesitan que le llegues cuanto antes, porque les urge sacar unas medidas, hacer unos cálculos y otros rollos que ni para qué explicarte, si ni vas a entender y nomás te vas a aburrir. Pero que no te preocupes, que luego te pagan, tu tranquilo.

¿Qué harías? ¿Cómo te sentirías? ¿Te harías a un lado así nada más, sin chistar, regatear, ni hacerla de tos? No lo creo.

Porque, para empezar, se supone que cuando a alguien le interesa o necesita algo que no tiene, el que lo posee es el que pone precio y condiciones ¿qué no? Eso si se le da la gana y le late que el trato le conviene. Después de todo tu no anduviste de ofrecido, ni fuiste el de la idea, ni te urge irte a vivir a otro lado, ni pensabas vender.

Y porque además, no es que a uno le guste andar de chismoso, ni hablando mal de la gente, pero por ahí te dijeron que los señores esos tiene fama de que luego ni pagan y que cuando lo hacen es porque anduvo uno vuelta y vuelta de cobrón y aguantando malas caras. Y que, para acabarla, el lugar en donde lo reubican a uno está bien feo, las casas retechiquitas y los que pagan en la chamba que te consiguen no sirve ni pa’ los frijoles y no se parece en nada a lo que sabe uno hacer y a lo que siempre se ha dedicado.

Total, que después de pensarla bien les dices a los señores que, con la pena, pero que mejor no le entras. Entonces los cuates esos sacan el cobre y se ponen más serios, se enmuinan y te contestan que no hay de otra, que de todos modos te van a sacar de ahí, que mejor te vayas por la buena, que por ti no se va a detener su proyectazo… y que luego regresan.

Al rato los ves rondando por la cuadra, hablando quedito con la gente, metiendo cizaña y hablando pestes de ti, que deberías ser como la mayoría, qué diferencia, que sí quieren el progreso. Se ven tan seguros y poderosos, como que acostumbrados a mandar, que te empieza a entrar la preocupación.

Pero un día, platicando con el de la tienda de la esquina te dice que él tampoco quiere vender nada ni irse para otro lado y que muchos clientes suyos le han dicho lo mismo y que porqué no se juntan para ver qué hacen, no se los vayan a fregar porque además los señores ya ni han regresado ni ofrecido más, ni tienen ganas de hablar ni de convencerlos.

Se juntan un montón, de perdis la mitad de la colonia y entre todos se dan valor y deciden que ni maiz paloma, que no venden y que no los sacan ni a rastras. Pero algún prudente y juicioso vecino les dice que está bien, pero que se ve que los cuates esos tienen harta lana y poder y que va a ser como Sansón contra Goliat, que hay que buscar al alcalde o al gober para que los proteja y les eche la mano.

Les mandan recados, les piden que los reciban pa’ platicar, para que les digan cómo la ven, que si la gente esa es seria, pagadora, cumplidora, porque si no se juntan no van a dar su brazo a torcer. Pero tanto recado no sirve de nada, no los pelan y en la prensa andan diciendo que el proyecto ese de los señores es lo máximo, lo mejor que le ha sucedido al pueblo en su historia y que va a haber mucha chamba, dinero, progreso y que los que no quieren entrarle son bien poco, minoría y que nada va a detener eso.

¿Qué harías? ¿Cómo te sentirías? ¿Te harías a un lado así nada más, sin chistar, sin regatear, ni hacerla de tos? No lo creo.