EL-SUR

Lunes 21 de Octubre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Guardia Nacional y pedagogía del terror

Tryno Maldonado

Octubre 15, 2024

METALES PESADOS

 

La realidad me obliga a volver, inevitablemente, a este poema del poeta griego Konstantinos Kaváfis: Esperando a los bárbaros:
–¿Qué esperamos, reunidos en la plaza?
–Es por los bárbaros que llegan hoy.
–¿Por qué está el Senado tan ocioso?
¿Por qué se sientan los senadores y no legislan?
–Porque los bárbaros llegarán hoy.
–¿Por qué nuestro emperador se ha levantado tan temprano
y ha ido a sentarse ante el portón mayor de la ciudad,
solemne sobre su trono, con la corona puesta?
–Porque los bárbaros llegarán hoy.
–¿Y por qué nuestros ilustres oradores no acuden, como siempre,
a pronunciar sus discursos, a decir sus razones?
–Porque los bárbaros llegarán hoy.
Días antes de que el ex presidente Andrés Manuel López Obrador abandonara su cargo, los congresos locales avalaron finalmente uno de sus mayores anhelos: la adición de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa. Esto implica, como lo supimos desde un inicio, un mando militar para un cuerpo policial patrullando las calles y adiestrado, esencialmente, para aniquilar al enemigo. Para esperar a los bárbaros.
El nuevo paradigma bajo el que se pretende justificar lo que de facto es la militarización de las funciones policiales, bajo los gobiernos progresistas de América Latina, ha cambiado del modelo contrainsurgente al actual, que se arropa en nuevos marcos como la guerra contra los narcóticos. Organizaciones político-militares, resistencias y muchas otras disidencias, al término de la Guerra Fría han sido perseguidas de esta manera. También bajo ese mismo método es que se sigue llevando a cabo el despojo en nuestro país.
Mientras en México se estima una cifra conservadora de más de 50 mil personas desaparecidas durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, la Guardia Nacional no está mandatada por ley para evitar dichas desapariciones forzadas, ni mucho menos para dar con sus paraderos. Esa labor la continúan realizando las familias de los desaparecidos por todo el país con sus propios recursos. Con sus propias manos. Literalmente.
La Guardia Nacional no está mandatada para sofocar la violencia, el despojo y el desplazamiento contra los pueblos indígenas. La Guardia Nacional está mandatada, por el contrario, para hacer labores de contrainsurgencia en territorios indígenas organizados y con procesos autonómicos, como en las comunidades zapatistas en Chiapas, o en el franco abandono y la mera contemplación pasiva en regiones asoladas por el crimen organizado, como en Sinaloa.
La Guardia Nacional no está mandatada para reforzar la soberanía del territorio. La Guardia Nacional está mandatada para desmovilizar la organización y el rechazo contra los megaproyectos de la 4T de inversión extranjera en regiones como el Istmo de Tehuantepec, y garantizarle a esas empresas –las mineras canadienses, por ejemplo– la cómoda explotación de recursos en suelo mexicano y su instalación con grandes privilegios en las antes llamadas Zonas Económicas Especiales. Es decir, la Guardia Nacional no trabajará para los propósitos de una mera capataz de turno del régimen, sino para los verdaderos finqueros ante los que ella se arrodilla: los grandes capitales nacionales y extranjeros.
La Guardia Nacional no está mandatada para respetar la libre organización y manifestación de la gente en vía pública a causa de injusticias o atropellos. La Guardia Nacional, como lo establece el Artículo 21 de la Constitución relativo a la seguridad pública, está mandatada, paradójicamente, para convertirse en un órgano singular que se encargará de la investigación de delitos –cateos, e incluso en internet–, una función sin sustento en lo relativo a la seguridad pública que efectuarán a partir de ahora los militares. Y aún más. El apartado XXVII del Artículo 9 determina el uso de la fuerza cuando “las situaciones impliquen violencia o riesgo inminente”. Pero la ley no especifica el concepto de “violencia” ni de “riesgo”. ¿Quién y cómo se deciden y se miden antes de que los militares de la Guardia Nacional ordenen usar directamente la fuerza letal, como hemos visto en las recientes masacres con que empezó el sexenio de Claudia Sheinbaum?
Los militares que conforman la Guardia Nacional no están educados para tratar con la sociedad civil, aunque en sus facultades esté la investigación de delitos y la detención de personas (Artículo 7, apartados III y XIII). En la lógica miliciana, la meta de un operativo exitoso de guerra son siempre los blancos que hay que eliminar, por ello su letalidad en operativos en las calles es altísima. Y abundan, lo sabemos, los casos en los últimos años de detenciones hechas por militares donde los civiles aprehendidos jamás vuelven a ser vistos.
Una conclusión fundamental a la que llegó el Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico (MEH) de la Comisión de la Verdad para la guerra sucia en su pasado informe, es el hecho comprobado de que la institución perpetradora de los crímenes de Estado por antonomasia durante las últimas cuatro décadas han sido las fuerzas armadas: desde la masacre de Tlatelolco en 1968 hasta la desaparición de los normalistas rurales de Ayotzinapa en 2014.
Aunque haya sido constitucionalizada por el nuevo régimen, la puesta en marcha de la reciente Ley de la Guardia Nacional no implica seguridad alguna para la población ni contempla indicadores para medir su eficacia. Vale la pena no olvidar que lo mismo ocurrió con las fuerzas armadas en la guerra informal sin metas ni tiempos mesurables iniciada por otro presidente: Felipe Calderón. Esta militarización en los hechos de las labores policiales, por el contrario, implica la continuidad constitucionalizada de una pedagogía del terror contra la población que inició hace 18 años y que la nueva presidenta Claudia Sheinbaum ha refrendado sin miramientos.
–¿Por qué, de pronto, esta inquietud y confusión?
(Los rostros qué serios se volvieron)
¿Por qué se vacían rápido las calles y las plazas,
y vuelven todos a sus casas tan pensativos?
–Porque cae la noche y los bárbaros no han venido.
Y algunos que estuvieron en la frontera afirman
que ya no existen los bárbaros.
–Y ahora qué será de nosotros sin bárbaros:
estas personas eran una suerte de remedio.