EL-SUR

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Guerrero, México

Opinión

OTRO PAÍS

Independientes y Castañeda

Tomás Tenorio Galindo

Mayo 23, 2016

Hay un problema que afecta a los cuatro principales aspirantes a ser candidatos presidenciales independientes: que no son independientes, que utilizan el poder para alcanzar sus objetivos y que, en contradicción con su prédica, mantienen vínculos estrechos con los partidos políticos o con figuras de poder. En esa circunstancia se encuentran Jorge Castañeda, Jaime Rodríguez, Miguel Ángel Mancera y Margarita Zavala, hasta hoy los aspirantes más visibles a estrenar la figura del candidato independiente en la elección del 2018.
¿Cuál es la legitimidad que puede reclamar un candidato independiente cuya candidatura se fragua en la sede del gobierno de la Ciudad de México, de Nuevo León, de Oaxaca o en la residencia de un ex presidente de la República? Ninguna.
El 17 de mayo el ex presidente Vicente Fox y su esposa Marta Sahagún ofrecieron en su rancho de Guanajuato un desayuno a Jorge Castañeda, en el que le manifestaron su apoyo en la búsqueda de la candidatura presidencial independiente. Fox dijo que “por supuesto que apoyo candidaturas independientes; por supuesto que siempre apoyo y apoyaré a Castañeda, (en) todo lo que sea bueno para México estaré sumándome, a cualquier causa de éstas. México necesita avanzar hacia muchos mejores niveles de desarrollo, muchos mejores niveles de paz, de armonía; a muchos mejores niveles de erradicar corrupción, y por tanto una buena posible solución es el camino independiente”. (Reforma, 18 de mayo de 2016)
En términos partidistas, el respaldo de Fox sería para Castañeda un golpe político trascendente, pero en el contexto de la candidatura no partidista viene a ser algo así como el beso del diablo, un motivo que atrofia la supuesta independencia en la que finca sus posibilidades de acceder al poder, o que exhibe su falta de independencia.
Lo mismo puede decirse de Rodríguez Calderón y Mancera, gobernantes en activo y quienes el pasado 3 de mayo se reunieron en las oficinas del jefe de Gobierno de la Ciudad de México para hacer planes políticos. En el encuentro también participaron el gobernador de Oaxaca, Gabino Cué, el presidente municipal de Guadalajara, Enrique Alfaro, y el coordinador de la fracción del Partido Movimiento Ciudadano en la Cámara de Diputados, Clemente Castañeda. Alfaro reveló que esa reunión tuvo como fin analizar la definición de una candidatura independiente para las elecciones del 2018, encabezada por alguno de los asistentes.
El éxito del ahora gobernador de Nuevo León en las elecciones de hace un año se debió al carácter emergente de su candidatura y a su alejamiento de los partidos y del poder, pero una vez en la gubernatura no puede aspirar a conservar la misma condición, pues personifica el poder público. Ya no es ni puede ser “independiente”. Mancera, por su parte, obtuvo la jefatura de Gobierno llevado en hombros por el PRD. Y no es muy diferente la situación de la esposa del ex presidente Felipe Calderón, Margarita Zavala, quien pretende la candidatura presidencial del PAN pero con la advertencia de que si no la consigue optará por la vía no partidista. En el otro extremo se encuentra el periodista Pedro Ferriz de Con, quien también ha exteriorizado su deseo de ser candidato independiente, aunque notoriamente con menor impulso y posibilidades precisamente porque de todos, es el que menos vínculos parece tener con factores partidistas o de poder.
En su libro Sólo así: por una agenda ciudadana independiente, Jorge Castañeda sostiene que las posibilidades de que una candidatura independiente prospere dependen del carácter de la agenda que plantee, y que es imperioso que ésta se aparte de los intereses de los partidos y recoja el clamor ciudadano contra la corrupción y la impunidad y en defensa de los derechos humanos. Los cambios necesarios para la recuperación del Estado de derecho que lo anterior supone “únicamente son posibles mediante un gobierno exterior a la partidocracia”, dice, pues ni el PRI ni el PAN los harán porque “ya fracasaron”, y la izquierda –en referencia a Andrés Manuel López Obrador– “va de salida en la región”.
Desde su perspectiva, es preciso convertir las elecciones del 2018 en una disputa “como corresponde al ánimo de la sociedad mexicana: entre los adversarios o verdugos de la partidocracia y sus defensores y beneficiarios, no entre izquierda y derecha, entre progresistas y conservadores, entre priistas y el anti-PRI”. Y concluye que la agenda ciudadana que late en el país, distinta de la agenda de los partidos, “sólo la puede abanderar una candidatura independiente, y nadie más la puede poner en práctica que un gobierno amplio, plural e independiente, producto de la victoria de esa candidatura”.
Aunque el planteamiento general parezca atractivo, la propuesta que Castañeda formula en su libro se quiebra por la facilidad con la que sentencia que la disputa no es entre derecha e izquierda, o conservadores y progresistas. Al margen de los formatos electorales, lo es. También se cae por su descalificación gratuita y no documentada de la izquierda como alternativa ante los desastrosos gobiernos del PAN y del PRI, y por su insólito desdén hacia el combate a la desigualdad y la pobreza en esa agenda ciudadana (con una sensibilidad de rico, pide “no caer en el lugar común y la demagogia de que todos los males mexicanos provienen de la desigualdad y la pobreza”).
Quizás porque toma partido, en su libro Castañeda no arremete contra toda la izquierda, sino solamente contra López Obrador –el precandidato que se encuentra a la cabeza en todas las encuestas previas al 2018–, a quien le reconoce capacidad para ganarse el mercado electoral al que precisamente apunta la candidatura independiente. Pero “engañosamente”, dice, pues López Obrador “es un político profesional y tan parte de la partidocracia como los demás” y, según se infiere de ello, igual que aquellos que están hoy o estuvieron en el pasado cercano en el poder, aunque ni López Obrador ni la izquierda hayan dirigido al país. No dice que el tabasqueño sea un “peligro para México”, pero lo insinúa en numerosas ocasiones a lo largo del volumen.
A nadie se le puede negar el derecho a ser presidente, pero es posible que para este momento ya se haya viciado la candidatura (o las candidaturas independientes) a la Presidencia, entre otros motivos por la actitud voraz que esa vía despertó en políticos de partido, que la ven como una ruta adicional para satisfacer sus intereses. Eso puede ocasionar un efecto contraproducente y terminar por beneficiar a la partidocracia tan aborrecida por Castañeda. Más aún, una fragmentación del voto estimulada por un candidato independiente puede hacer que las cosas terminen exactamente como están ahora: con la ratificación del PRI. Ya una vez un levantamiento cívico, el que llevó a Fox a la Presidencia, terminó en un fiasco. Castañeda fue parte y coautor de ese fiasco, y conviene tenerlo presente.

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