EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Jugando entre la verdad y la mentira

Juan García Costilla

Abril 27, 2016

“Es nuclear Jacobo, ¡nuucleaar!”, exclamó aterrorizada la corresponsal de Televisa en Israel, Erika Vextler, guarecida en el baño de su casa, la noche del 18 de enero de 1991, anunciando a Jacobo Zabludovsky, entonces titular del noticiero 24 Horas, la inminencia de un ataque nuclear.
El impacto que generó la reportera fue tal, que la historia aún se utiliza en muchas escuelas de periodismo en México, como ejemplo del pánico, morbo y rating mediático que desata la desinformación.
Mi desvencijada memoria la recuperó sin esfuerzo la noche del pasado domingo, mientras leía estupefácto los reportes que los feisbuqueros acapulqueños más febriles compartían en sus muros, sobre lo que sucedía en Acapulco en ese momento.
Entre los reportes más delirantes, dos ejemplos: el que “informaba” de 30 y tantos muertos, entre policías federales, huéspedes y empleados, en el hotel Suites Alba de Caleta; y el que aseguraba que los delincuentes “fueron y destrozaron las oficinas de Costera 125”.
“Las redes sociales se han constituido en peligro y en oportunidad. Peligro, porque la técnica del rumor puede crear estados alterados o puede incluso la persona experimentar ansiedad y angustia y no saber qué es lo que verdaderamente está sucediendo. Puede ser más efectiva en la medida que se van combinando elementos de realidad con elementos de suposición, especulación y en casos hasta distorsión de la información”, aseguró Francisco Gutiérrez Rodríguez, director del Centro de Evaluación e Investigación Psicológica de la Universidad de Guadalajara (UdeG), luego de la crisis de seguridad que se vivió en Jalisco en abril de 2014, y generaron la activación del Código Rojo.
Entrevistado por el diario Crónica de ese estado, el especialista destacó que “llamaron personas que su proceso de crisis tenía que ver no solamente con lo que estaba ocurriendo, sino con lo que ya habían vivido anteriormente. Una señora tenía su vehículo estacionado afuera de su casa y le da temor porque hay la amenaza de prenderle fuego, lo conectó con las explosiones del 22 de abril, por lo que se le van encadenando una serie de ideas catastróficas que pueden llegar a tomar decisiones de manera arbitraria entorno a no sacar a su familia o a querer correr, cuando esto pudiera ser un riesgo mayor”.
El incoveniente de las redes sociales es que la inmediatez y la falta de contexto en el manejo de la información provoca miedo e inseguridad, sobre todo en acontecimientos de inestabilidad social y, especialmente, cuando se trata de enfrentamientos y rumores que se nutren de la psicosis por la violencia que vive el país.
Por eso el pánico cundió tan fácil y rápido en las redes sociales acapulqueñas, particularmente en Facebook, el pasado domingo. Pocas regiones del país más fértiles para el rumor, que la nuestra; pocos mexicanos más susceptibles a la psicosis por la violencia, que los guerrerenses.
Algo parecido sucedió en 2012, en el Estado de México. De acuerdo con una crónica publicada en el portal electrónico de Univisión, “el pánico se apoderó de los mexiquenses y de las redes sociales después de que se desataran rumores de violencia y de choques entre diversos grupos. Al haber escasa información oficial y poco en los medios de comunicación, en ese momento, se generó un caos.
Como el domingo en Acapulco, la gente dejó de salir a la calle, negocios cerraron y el miedo se apoderó de los habitantes de la Ciudad de México y de las zonas conurbadas. No pocos expertos coinciden en que es éste ha sido uno de los fenómenos de desinformación viral más notables en la historia del país.
También como acá, destacó la referida crónica, “las autoridades salieron a desmentir la información pero los ciudadanos le creyeron más al Twitter que a la información oficial. La gente partió de un hecho real para inflarlo y llevarlo más allá de lo que fue. Los rumores se acrecentaron tras las conclusiones que la misma gente tomaba por cuenta propia. Frases como “el gobierno quiere ocultar’ eran de las más comunes”.
En este sentido, Juan Carlos Huidrobo Marquez, especialista de la Universidad Nacional Autónoma de México, sostiene que “el fenómeno de Internet y de las redes sociales ha cambiado todo el esquema. La información es conseguible de manera muy fácil. Se puede ver la información en tiempo real. El efecto que trae todo este cúmulo de información es que no puede ser verificada”.
Por eso, aunque sus declaraciones acerca de los hechos en Acapulco han sido duramente criticadas por los usuarios de las redes sociales, tiene razón el gobernador Héctor Astudillo cuando dice que el domingo “hubo una articulada operación para disparar y generar un ambiente de crisis en Acapulco provocado por la delincuencia organizada”.
Y no es difícil encontrar evidencias que sustenten su teoría: el comunicado que advertía a los ciudadanos del puerto que se refugiaran temprano en sus casas el pasado fin de semana, porque habría represalias violentas en contra de adversarios de presuntos grupos criminales, y el que circuló a partir del lunes, advirtiendo, ahora también a los chilpancingueños, de que la violencia “apenas comienza”.
No es difícil pensar que las balaceras del domingo fueron sólo un medio para el verdadero fin de los delincuentes: generar terror a través de las redes sociales, en las que parecen expertos.
Siendo claros, fueron actos de terrorismo, si nos atenemos a su definición: “la dominación por medio del terror, el control que se busca a partir de actos violentos cuyo fin es infundir miedo. El terrorismo, por lo tanto, busca coaccionar y presionar a los gobiernos o la sociedad en general para imponer sus reclamos y proclamas”.
El problema es que, en sus primeras declaraciones, el gobernador Astudillo pareció culpar de los rumores alarmistas más a los usuarios que a los criminales.
Sin duda, hay personas que buscan ser populares en las redes y en situaciones como estas hay quienes buscan ser populares en la red por subir un chiste, un meme o fotografía, pero estoy seguro de que la mayoría compartió rumores alarmistas de buena fé, creyendo que eran ciertos, invadida por la psicosis.
El problema es que los usuarios de las redes sociales siguen culpando más de la violencia al gobierno, que a los criminales.
Sin duda, hay razones para criticar incapacidad y firmeza de las autoridades, para exigir que cumplan mejor sus obligaciones, pero estoy seguro de que el gobernador desea acabar con la violencia, pero que en este caso se requiere más que voluntad y buena fe.
El problema es que, autoridades y ciudadanos, parecen olvidar que los verdaderos culpables del problema son los criminales, y peor aún, que son ellos los únicos beneficiarios de sus reclamos recíprocos.
Participamos todos de un juego entre la verdad y la mentira, en el que todos pierden y nadie gana… sólo los villanos.

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