EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

La adictiva oscuridad de John Connolly

Adán Ramírez Serret

Diciembre 28, 2018

 

 

Edgar Allan Poe, nacido en Boston en 1809, es, de manera sorprendente, uno de los artífices más contundentes de la literatura moderna. Digo sorprendente, pues su obra parece contener varias de las vertientes que han sido retomadas, de manera explícita, por varios de los escritores más importantes de los últimos 150 años.
Su pluralidad de facetas es decisiva por su maestría en cada una de ellas. Está el lado de la literatura de aventureros que exploran el mundo ignoto y peligroso, con una novela pequeña o cuento largo, La narración de Arthur Gordon Pim, obra a tal grado original que el gran Julio Verne escribió una novela continuando la historia. Como poeta, Allan Poe fue influencia, piedra de toque fundamental, para el creador de la poesía moderna, Charles Baudelaire. Como ensayista con Filosofía de la composición, explica precisamente la labor de artífice de la creación de un poema logrando un texto único. A caballo entre poética con ficción del arte de escribir, de la escritura misma. Está demás hablar de su invención, brillante y única, del género policiaco, y, desde luego, su maravilloso paso por el relato gótico y por el escabroso y sangriento terror.
Este último, el también morboso terror, ha sido menos apreciado por el canon literario. Pensado usualmente como un subgénero ha sobrevivido con éxito en el cine, arrasando las taquillas. Pensemos en Carrie, Psicosis y El exorcista. En literatura había sido visto hasta hace muy poco, con desprecio, al grado que escritores como Stephen King, el autor más célebre del género, cultiva lectores por millones; sí, sus libros son leídos como los de nadie por millones. Pero la crítica, los lectores por llamarlos de cierta forma, profesionales; aún se abstienen en su mayoría, no tan sólo de escribir sobre él, ni siquiera es leído por la gran mayoría de reseñistas. Al ser un autor de grandes masas no merece ser leído.
Esto, como dije arriba, ha venido cambiando con el paso de los años. Y yo, personalmente, si no fuera por el escritor Bernardo Esquinca, no habría leído a grandes autores de este género que ahora disfruto muchísimo como el genial John Connolly (Dublín, 1968). Se trata de un autor prolífico y original, extraordinariamente culto en todo tipo de artes, entre otras, las de la magia negra y es un amante del terror.
Editorial Tusquets ha traducido al menos 18 novelas, de las cuales 15 son de la serie Charlie Parker. Cuyo nombre es un guiño, sí una pequeña alusión al jazz, dicho sea de paso, sus homenajes o bromas personales a este género abundan en esta saga. Como en todas las grandes series de detectives algunas novelas son mejores que otras y cada una de las novelas funciona por sí misma. Sin embargo, entrar a su universo es peligroso porque no solo es escalofriante sino también terriblemente adictivo.
Como lector un tanto caprichoso he decidido reseñar ahora de manera breve no la primera de la saga, Todo lo que muere sino por la última, Tiempos oscuros. Se comunica de manera interna, como si fuera sangre que corriera por las venas, con las novelas anteriores de la saga. Pero, el lector primerizo en Connolly sucumbirá ante lo escabroso de acompañar a un terrible secuestrador que tiene entre sus garras a una niña; seguir a un asesino en serie, que lleva el diablo dentro, acechado por Charlie Parker; y sufrir con un trío de extorsionadores que meten las narices en donde no deben.
Tiempos oscuros es, como la gran parte de novelas de Connolly, una novela en donde luchan el bien y el mal, en donde los humanos sucumben o luchan en contra de una espantosa oscuridad que es terriblemente adictiva para el lector.
(John Connolly, Tiempos oscuros, Barcelona, Tusquets, 2018. 477 páginas).