EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

La costumbre se hace ley

Efren Garcia Villalvazo

Mayo 11, 2019

 

Lo he oído decenas de veces. Esta frase que pretende hacernos pensar que las cosas ya están hechas y por eso se deben seguir haciendo de la forma que siempre se han hecho. Sin embargo, me resisto a aceptarlo. ¿Cómo puede ser correcta una actividad contraria al buen desarrollo de una sociedad porque todo mundo y durante mucho tiempo lo hace? Si a esas vamos, el homicidio y el cobro de piso se ha convertido en una costumbre y no por eso se va a dejar de perseguir como delito grave. ¿O soy yo el que está equivocado?
A nivel ambiental los ejemplos abundan. Aún recuerdo los baldes de aceite quemado que se vertían en el antiguo piso de tierra del barrio de Manzanillo, el cual era regado alegremente por los vecinos en cada rincón de la calle para que no se levantara el polvo.
También recuerdo el sacrificio masivo de tortugas que se llevaba a cabo durante la temporada de desove en uno de los extremos de la playa Manzanillo. De manera cotidiana 10 o 12 tortugas eran sacrificadas de la manera mas cruel imaginable, a palazos o cortando su carne mientras el animal estaba vivo todavía moviendo con desesperación sus aletas para librarse de la tortura. Nuestro juego de niños era tomar el corazón del animalito y sostenerlo en la mano hasta que dejaba de latir. Como imperdonable broma de humor negro era costumbre también que el 1 de junio la gente del astillero preparara para el capitán de puerto en turno el guisado especial para ese día: tortuga en adobo o en verde, huevos de tortuga y si suerte había corales, que son los huevecillos de la tortuga extraídos directamente del vientre de la hembra.
No era raro tampoco que si se acumulaba mucha basura en casa se sacara a la calle y se quemara a cielo abierto, mientras se platicaba de los chismes del día con el vecino de al lado, que también estaba quemando su basura. Era la costumbre
Y qué tal cuando a los perritos de la casa les daban ganas de hacer popó. Muy cómodamente la gente los llevaba a la calle para que hiciera de sus necesidades y no dentro de casa. Ahí quedaba la gracia para el peatón descuidado que pisaba la trampa. Esto no ha cambiado mucho.
Así inició la historia del varadero astillero contaminante de playa Manzanillo. Fue un par de lanchitas al principio, con tecnología de madera que por lo menos habría que decir era biodegradable; con el tiempo la viruta que caía a la arena era disuelta por medios naturales. El cambio de tecnología los llevó a modernizarse con el uso de la fibra de vidrio y los desechos dejaron de ser inertes para el medio. Toneladas de residuos de alta peligrosidad por su potencial cancerígeno fueron depositados en la arena inaugurando con esto la era de las emisiones toleradas de microplásticos en nuestro destino turístico. Ahora sabemos lo nefastos que son estas emisiones para la vida marina y terrestre, incluida la propia vida humana y en especial para los niños.
Nos seguimos enterando de cómo ha batallado el municipio para controlar las descargas de aguas residuales a la propia bahía de Acapulco, joya de la corona turística que engalana el puerto y que es mancillada cotidianamente por estas emisiones que parece inconcebible que en pleno siglo XXI sigan llegando a este cuerpo de agua. La costumbre “se hace ley” con gente que tira las aguas servidas a una barranca en las partes altas de la ciudad o con el empresario hotelero o de condominio en la playa que vierte directo al mar, justo enfrente de su propio hotel o condominio. Sigo sin explicarme cómo un propietario que tiene la capacidad económica para pagar un inmueble de más de medio millón de dólares tolera que sus descargas crudas lleguen a la playa en la que nadan sus hijos.
Y al barrio de Manzanillo también llegaron restaurantes que ahora son tolerados en flagrante invasión de espacios públicos municipales, buscando justificar su permanencia con el manido pretexto de la creación de empleos que dicho sea de paso sólo benefician a los que vinieron de fuera sólo para hacer negocio, dejando para los lugareños los problemas, el ruido, la falta de espacio de estacionamiento y la soberbia con que se conducen porque, a decir de ellos, conocen a “gente importante”. Es un caso muy a la vista en donde se pretende hacer pasar multitud de actos de corrupción de varias administraciones municipales –incluyendo la actual– como por una muy convenciera “costumbre”.
Se avecina una gran lucha para mantener la idea de que en el Paseo del Pescador, Playa Manzanillo y Barrio Manzanillo no se hagan costumbre las actitudes negativas. La propuesta del gobernador Héctor Astudillo Flores de un espacio de playa ecológica e incluyente y de paseo familiar con un costo total de 80 millones de pesos debe ser defendida por ser un espacio que rompe con las costumbres –negativas– que se han desarrollado en esta zona y en el puerto en general. Y la forma de hacerlo es con el empuje de la gente para defender un espacio que a todas luces era necesario en la ciudad. Todas las tardes está lleno de familias que no merecen que se les quite este lugar para favorecer los negocios de siempre, los que dicta la costumbre. Este espacio familiar es un premio para la gente que hacía gran falta a todos nosotros.

Twitter: @OceanEfren

* El autor es oceanólogo (UABC), ambientalista y asesor pesquero y acuícola. Promotor de la ANP Isla La Roqueta y cofundador del su museo de sitio, además de impulsor de la playa ecológica Manzanillo.