EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

La educación es de todos

Jorge G. Castañeda

Marzo 04, 2016

La primera tarea de la educación es agitar la vida, pero dejarla libre para que se desarrolle. María Montessori.

Hace unas semanas, una empresa especializada en opinión pública difundió los resultados de su encuesta titulada “Millennials (jóvenes que nacieron entre 1985 y el año 2000) mexicanos de 3° de preparatoria (jóvenes entre 17 y 18 años de edad), ¿Qué carreras universitarias están buscando estudiar y qué actitudes tienen hacia la educación?…”, en la que detalla diversas preguntas y percentiles de respuestas a las mismas, entre las que destaca que “… a la pregunta de qué tan de acuerdo estás con la siguiente información, 90% de estos jóvenes están de acuerdo con que la preparación y el esfuerzo son la clave para alcanzar tus metas”. Por otra parte, sólo 35 por ciento estuvo de acuerdo con la frase, “las relaciones sociales son más importante que la educación para salir adelante”. Hasta aquí todo bien. Sin embargo, 45 por ciento de la muestra considera que “divertirse es más importante que estudiar” y solamente seis de cada 10 se declaran “dispuestos a sacrificar diversión y vida social para prepararse lo mejor posible”.
De acuerdo con un informe de la OCDE que data de 2013, en función al tamaño de la población joven de México, el aumento al gasto en la educación no se tradujo en un mayor gasto por estudiante, es decir, el gasto anual por estudiante de primaria fue del 15 por ciento del PIB per cápita, el gasto por estudiante de secundaria y educación media superior del 17 por ciento del PIB per cápita, y por estudiante en educación superior el gasto anual se dispara hasta un 52 por ciento de PIB per cápita; el gasto anual promedio por estudiante desde la primaria hasta la educación superior es de 20 por ciento del PIB per cápita; inferior a la media de la OCDE del 28 por ciento del PIB per cápita, por lo que se aprecia que el gasto por estudiante es bajo, aun y cuando, según el mismo documento, la inversión total de México en educación se mantiene cercana a la media de los países miembros de la OCDE.
No obstante esas cifras, México destinó el 83.1 por ciento de su presupuesto para educación a los sueldos del profesorado y el 93.3 por ciento a la remuneración del personal en su conjunto; estos son los porcentajes más altos entre los países de la OCDE (las medias de la OCDE son de 62 por ciento y 78.2 por ciento respectivamente), según detalla el mismo reporte de la OCDE.
Por su parte y en función a lo que difunde el Inegi (2011), en Guerrero el grado promedio de escolaridad de la población de 15 años y más es de 7.3, lo que equivale a poco más de primer año de secundaria; asimismo, determina que de cada 100 personas de 15 años y más, el 15.3 no tienen ningún grado de escolaridad, 55.5 tienen la educación básica terminada, 0.2 cuentan con una carrera técnica o comercial con primaria terminada, 16.6 finalizaron la educación media superior, 11.7 concluyeron la educación superior, y en contraparte, 17 de cada 100 personas de 15 años y más, no saben leer ni escribir.
Sin embargo, todas estas cifras que no hacen más que recordarnos la realidad que vive México en lo general, y Guerrero en lo particular, se aprecia muy alejada de la otra realidad que pareciera viven los profesores de nuestro estado, así como más alejados aún de la misión y la vocación que debieran profesar por tan noble función que les ha sido confiada.
La lógica y la razón parecen no ayudarnos a entender qué es lo que motiva realmente a los docentes a insistir en no presentarse a la aplicación de la tan llevada y traída evaluación que, en teoría, garantizará la profesionalización de éstos, para que con ello se logre en el futuro una educación de calidad para los más jóvenes que les permita continuar con sus estudios de nivel medio y superior y, por qué no, de postgrado, educación que sin duda alguna coadyuvaría al desarrollo humano nacional.
La postura enérgica de la federación y la secundada por el gobierno guerrerense, al asegurar que las medidas que se están tomando y que ponen en riesgo la permanencia de las plazas de los profesores, debiera sacudir conciencias y hacer lo correcto; que sin duda lleva a alinearse hacia una misma dirección que resulta una exigencia urgente e imperante en estos más que en todos los tiempos de nuestra historia.
México no puede esperar, Guerrero no puede claudicar; los diversos y múltiples acontecimientos que hemos vivido en el estado en donde se ven involucrados las profesoras y profesores, son sin duda parteaguas en la historia en diferentes episodios; ahora es el momento en que hagan historia nuestros docentes y den muestra de la civilidad, de amor a su estado y a la patria, de paciencia y entrega para con la niñez guerrerense, de compromiso con su sociedad y de ética con su profesión.
No esperamos menos de los que tanto nos han dado a los y las guerrerenses en momentos difíciles y de trascendencia histórica; no esperamos menos de los que deben surgir los mejores ejemplos de competencia, efectividad, calidad y servicio.
La educación, entonces, no está ni puede dejarse en manos de unos cuantos; hoy más que nunca, las riendas de nuestros destinos están en manos de todos y todas las mexicanas que urgen resultados a la altura de las exigencias y las competencias laborales y profesionales.
Vuela vuela palomita y ve y dile: a los maestros que no le saquen, porque si siguen en esa postura, lo más seguro es que no se tiente nadie el corazón y los saquen, y no precisamente con mucha ternura.