EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

La herencia de la “literatura viva”

Federico Vite

Junio 27, 2023

 

William Faulkner señala en una nota preliminar a La mansión –tercera novela de la trilogía en la que la familia Snopes muestra los vicios de una sociedad como la de Estados Unidos– algunos de los motivos que nunca revela un novelista; en especial, cuando trata un asunto importante, la ambición de la escritura. Las palabras de Faulkner son más o menos así: “Este libro es el capítulo final de, y la suma de, un trabajo concebido e iniciado en 1925. Desde entonces al autor le gusta creer, esperando que su vida entera de trabajo sea parte de una literatura viva, y desde que ‘viva’ es movimiento y movimiento es cambio y alteración y más allá la única alternativa para movimiento es un no-movimiento, la estasis, la muerte y podrían ser encontradas discrepancias y contradicciones en los treinta y cuatro años de progreso de esta particular crónica (llama crónica a la saga de los Snopes); la propuesta de esta nota es simplemente para informar al lector que el autor ha encontrado ahora más discrepancias y contradicciones de las que espera que encuentre el lector –contradicciones y discrepancias pendientes al hecho de que el autor ha aprendido más, él cree, acerca del corazón humano y es el dilema que él conoció desde hace 34 años; y es seguro que, habiendo vivido con ellos ese largo tiempo, él conoció los personajes de esta crónica mejor que él lo hubiera hecho entonces”.
Faulkner habla de los Snopes que habitan el condado ficticio de Yoknapatawpha. Protagonizaron tres novelas: The Hamlet en 1940 (titulado en español como El villorrio); The town en 1957 (titulado en español como La ciudad) y The mansion en 1959 (La mansión). Estos tres volúmenes implican un periodo laboral de 19 años, aunque las primeras apariciones de los Snopes en la obra de Faulkner ocurren esporádicamente en la novela Sartoris (1929). Pareciera una locura invertir veinte años en tres libros, sobre todo para quien entiende la escritura como una carrera loca y desenfrenada por la fama. Y si agregamos que desde 1925, cuando escribía Soldier’s pay, hasta 1959, Faulkner tuvo en mente a los Snopes, el asunto es más interesante. En especial porque escribir en serio implica necesariamente ir lento y eso no está en el ritmo habitual de nuestra existencia. E ir lento implica releer y reescribir mucho, pero mucho, de verdad.
De acuerdo con el crítico literario norteamericano Irving Howe, la mayor parte The Hamlet fue escrito durante los diez o doce años anteriores a su publicación –es decir, en 1930– y, junto con Go down, Moses (1942), cierra el gran periodo creativo de Faulkner. Flem Snopes, para Howe, es una extravagancia cómica, mitad crónica familiar y mitad ficción, elementos entrelazados en episodios vagamente relacionados que retratan el enjambre de los Snopes en Frenchman’s Bend, una aldea en el lecho de un río poderoso que “remonta y rodea colinas” al sur de Yoknapatawpha. Al final de The Hamlet, Flem, quien había comenzado como empleado en la tienda del pueblo, está listo para partir hacia Jefferson, el pueblo donde se convertirá en presidente de un banco y luego en dueño de una mansión extraordinaria. Flem tiene un don para el engaño y una obsesión por el dinero. Y Flem es justamente el personaje que cierra The mansion y con el que “esos hijos de puta de los Snopes nos dejarán tranquilos”. Funge como una bisagra que le permite al autor señalar que las cosas nunca cambian absolutamente nada, todo será, de alguna u otra forma, un sitio ideal para los que abusan, roban y delinquen, y los otros, los oprimidos podrán hacer muy poco por su bienestar. Al releer esta saga de Faulkner, uno entiende que esa simetría entre salvajes y civilizados es justamente el ritmo delta al que aspira el autor, de eso habla cuando se refiere a una “literatura viva” que permita entender los giros de la existencia como contradicciones.
Para Irving Howe, Flem representa todo lo que Faulkner desprecia y teme, en The Hamlet lo trata con un entusiasmo y es incluso cómico, pero “uno podría especular que a mediados de los años veinte, después de que Faulkner regresara a Mississippi de la Primera Guerra Mundial, los originales del Snopesismo, sinvergüenzas, rancheros  y demagogos, pasaron a la vanguardia social. Tal vez fue algún golpe de percepción, algún encuentro con un modelo adulterado (porque parte de la vida real), lo que hizo a Faulkner engendrar a los Snopes y sus parientes”. Insisto en un hecho, Faulkner habla de una literatura viva y Howe de un modelo en bruto, pero a final de cuentas estamos ante un mismo asunto, una ralea que toma por asalto un vacío social. Los pillos, los gandallas, los abusones, todos ellos juntos en una familia que busca, a toda costa, salir del foso sin fondo de la pobreza.
Recordemos que La mansión aborda la vida de tres personajes: Mink, Linda y Flem. Sobre ellos esboza la ficción Faulkner, y pone en perspectiva pasajes que bien podrían ser considerados de la actualidad; por ejemplo, el libro arranca con la resolución de un juicio en el que Mink es condenado a pasar toda su vida en la cárcel por haber matado a un hombre que le incrementaba constantemente una deuda. El abogado le recomienda portarse bien y le garantiza que saldrá en veinte años. Las cosas no salen como todos imaginamos, así que Linda y Mink acuerdan acabar con Flem, el Snope rico. El asunto no es el entramado ni la estructura, pues hablamos del Faulkner interesado en destacar la mala leche de los personajes y sus desplantes. Ergo: en cuanto a forma es el mismo Faulkner, el que trenza historias que lentamente se intensifican. Se cocinan a fuego lento, digamos, mediante asociaciones insospechadas y de una gran destreza estilística en el manejo del lenguaje coloquial y, especialmente, en el dominio del punto de vista y el monólogo.
A pesar de la distancia en la que fue escrita, Faulkner ya prefiguraba los males de hoy en día, ríos secos, paisajes decolorados por la contaminación y el exceso de ruido, corrupción de la policía, abusos de poder, figuras públicas engañosas, párrocos involucrados con militares y militares que literalmente estaban en todas partes, bardas enormes, autos abandonados en bloques, apilados como ropa sucia. Destaco, en especial, este fragmento, cuando Mink entra a Memphis: “en una región desolada, el rozagante Delta había terminado convertido en estériles montes de arcilla; al final, la completa desolación, donde Goodhay se detuvo –un vertedero, un revoltijo de carrocerías de automóviles oxidadas, calderas, maquinaria para desmontar y escombros de ladrillo y cemento […] ”. Muestra pues que la idea de progreso conlleva ciertos peligros y el mayor de ellos es justamente la devastación de zonas invaluables de la tierra. Me resulta curioso que los libros serios de Faulkner, los que hablan de literatura viva, parezcan un museo a media noche. Tienen la mira puesta en la historia de la literatura, pero no poseen la mejor literatura de un titán. Yo sigo pensando que Luz de agosto y Santuario son insuperables.

* Para la escritura de este artículo usé The mansion, Random House, Nueva York, 435 páginas, 1955. Como es habitual en este espacio, la traducción de los fragmentos en comillas es mía. Y el ensayo sobre Faulkner, de Irving Howe, fue consultado en William Faulkner, a critical study.