EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

La política como generosidad

Jesús Mendoza Zaragoza

Abril 11, 2005

 

Penoso está siendo para el país el momento político actual, desarrollado en torno al desafuero del jefe de Gobierno del Distrito Federal, que ha tenido una larga y sinuosa trama que puede tener como resultados, efectos muy diversos. Un efecto puede ser la confusión y un mayor desencanto por la actividad política entre la gente. Lo trágico del caso es que estamos ante una crisis que pudo haberse evitado con un esfuerzo de ambas partes en el sentido de reivindicar la política como el arte de dialogar y ponerse de acuerdo, teniendo como referencia el bien del país. Hay que señalar que el más afectado sigue siendo el pueblo y, en particular, los pobres, pues el desgaste de los políticos en sus confrontaciones personales o partidistas, postergan siempre las soluciones a los problemas más crudos de la gente.

Todo ha acontecido como el montaje de un espectáculo en el que pareciera que la clase política se empeña en complicar las cosas al país, como si no tuviéramos ya bastante con los problemas ancestrales que tienen postrados a muchos en el abandono y en la exclusión. Ellos hablan de legalidad y de justicia y hablan de respeto a la ley y al Estado de derecho, pero todo es parte del espectáculo que hunde a la política en los infiernos del desprecio y del descrédito.

Si bien es comprensible que después de muchos años de simulación democrática estamos aprendiendo a construir el país con reglas nuevas y con horizontes más amplios, no podemos darnos el lujo de perder el rumbo. Los errores pueden ser comprensibles, pero no al costo de arrastrar al país hacia una crisis fabricada por turbios intereses. Los partidos políticos, desorientados y aferrados más a sus proyectos que no coinciden con los de un país que quiere superar rezagos y vicios, nos tienen en ascuas y pueden ser un factor de retroceso en la medida en que no miren la suerte del país como prioritaria e innegociable.

Tal parece que el sistema de partidos está entrampado y está entrampando al país y esto hace pensar en nuevas reglas porque no están funcionando las que regulan hasta ahora la vida pública. Se necesitan reglas que subordinen, de manera clara y precisa, las organizaciones políticas a los intereses de la nación y que abran más espacios a la sociedad civil como protagonista cualificada y decisiva. ¿Por qué los partidos políticos han de tener siempre la última, y decisiva palabra en asuntos como el tan polémico desafuero?

El país necesita otra cosa. La miopía de los partidos nos está haciendo mucho daño. El país necesita otra cosa. La hipocresía de quienes “cuelan el mosquito y se tragan el camello” en la impartición de la justicia y en la aplicación de la ley es grotesca y vergonzosa. El país necesita otra cosa. Menos espectáculo y más generosidad de todos. El país necesita otra forma de pensar la política como servicio al prójimo, abandonando el nauseabundo modo de tratar los asuntos públicos como fue el caso del desafuero ya aludido. Ni el PRI ni el PAN como verdugos, ni el PRD como víctima, ni el resto de los partidos pequeños estuvieron a la altura de la nación con la generosidad necesaria para destrabar los conflictos.

Nos queda un saldo rojo, con un problema más que el país tiene que arrastrar frenando su desarrollo y la superación de los problemas más reales como la pobreza y el atraso social. Nos queda, en fin, la tarea de pensar la política de otro modo, la política como acto de generosidad.