EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

La protesta cómoda

Juan García Costilla

Febrero 17, 2017

Siendo francos, los dichos y hechos de Donald Trump contra México aluden e incumben a todos los mexicanos de aquí y allá, no sólo al gobierno de Enrique Peña Nieto.
El rechazo, la desconfianza y/o el enojo que nuestro presidente pueda merecer de los ciudadanos no deben ser razones suficientes para deslindarse de la bronca y dejársela a él, para no acompañarlo en la complicada ruta y debilitarlo políticamente, justo cuando más necesita fuerza y respaldo.
Porque es obvio y evidente que Trump agravia y agrede a todos. Las redes sociales hierven de irritación y protesta airada desde su campaña presidencial. “Bad hombres” que mandan desde México, lo peorcito, violadores, criminales, ladrones y narcos, así y eso dijo de nosotros, de nuestra gente. Porque seguro casi todos los lectores de este espacio tienen, como este escribidor, al menos un pariente o amigo cercano viviendo en Estados Unidos. Si me preguntan, una hermana, cinco primos hermanos, y creo seis sobrinos, con respectivos consortes y prole, y quién sabe cuántos amigos y conocidos. Y eso de plano calienta hasta al más tibio.
Porque sobra decirlo que nuestra gente es buena, chambeadora, honesta, generosa y sacrificada. Porque a eso se fueron, a partírsela en serio, fuera de casa, lejos de la familia, en otra cultura, con otro idioma, a ofrecerle mejor vida a los suyos; porque por eso se fueron, porque su país no se las pudo ofrecer.
Si las amenazas de Trump se convierten en realidad, si construye el muro (con lana gringa o mexicana), si deporta a cientos de miles en dos años, y se queda con 30 por ciento de las remesas, golpeará duramente nuestra economía y agudizará nuestros conflictos sociales. ¿O no?
Cuando menos para Guerrero, el golpe económico y la agitación social pueden ser muy graves para todos, los de aquí y los de allá. En 2016, los migrantes guerrerenses enviaron 25 mil millones de pesos en remesas. La mitad del presupuesto estatal. En Estados Unidos vive casi un millón y medio de paisanos, alrededor de 35 por ciento del total que vive en el estado.
Porque los paisanos que regresen necesitarán y demandarán empleo, vivienda, educación, salud y seguridad, y el gobierno tendrá menos recursos para garantizar y satisfacerlas: 30 por ciento menos remesas de los que se queden, y nada de los que deporten.
Y porque los que regresen serán nuestros vecinos y compañeros de chamba, amigos y compañeros de escuela de nuestros hijos, y necesitarán y demandarán solidaridad, tolerancia, paciencia, respeto y apoyo, cuando nos hemos vuelto más desconfiados, intolerantes, impacientes, malhumorados y temerosos que antes.
Sin embargo, con y a pesar de todo lo anterior, el rechazo, la desconfianza y el enojo ciudadano en contra del presidente Peña Nieto parecen ser, para muchos, razones suficientes para deslindarse de la bronca con Trump, y desacreditar prácticamente todas las convocatorias a la unidad.
Lo fueron el domingo de la marcha en la CDMX, y varios estados del país, como si detrás de los marchistas se escondiera el intento manipulador de Peña Nieto y sus aliados, para aprovechar el descontento contra Trump, y convertirlo en respaldo social para su gobierno.
Es posible, incluso probable que así sea. De cualquier forma, el deslinde me parece inútil y contraproducente para los mexicanos de aquí y allá, agraviados y agredidos por el discurso y las políticas del presidente estadunidense.
Para empezar, porque sin unidad será más fácil para Trump lograr sus propósitos. Y si eso pasa, los costos políticos de la derrota diplomática los pagará él y su partido, pero los costos económicos y sociales los pagaremos todos sin excepción, y más los mexicanos que vivimos en los estados con mayor migración como Guerrero.
Porque sin unidad la sociedad será débil para exigir que Peña Nieto rinda cuentas de su administración, y reciba y pague el castigo y las deudas que merezca.
Porque al resistir y rechazar la unidad, se confirmaría la inmadurez de la sociedad civil, su incapacidad para entender que la unidad, si es verdadera, no se disolverá ni agotará con la coyuntura diplomática, y exhibiría la falta de cohesión ciudadana para imponer la voluntad popular, más allá de los procesos electorales.
¿Por qué no confiar en la fuerza de la unidad, en que podemos demostrar como ciudadanos la estatura democrática que tanto exigimos de nuestros gobiernos?
Siendo francos, salir a las calles y llenar las plazas no se nos ha dado en los últimos años, desde antes incluso de que Peña Nieto tomara protesta como presidente. No salimos ni las llenamos indignados por la desaparición de los 43 normalistas, al menos no con la fuerza, el número y la decisión que obligaba la tragedia. Difícil mejor motivo y causa, pero ni así.
Es cierto, faltan liderazgos sólidos y estructuras fuertes que articulen objetivos claros y posibles. En cambio, la mayoría nos sentimos satisfechos expresando protesta e indignación en la comodidad de las redes sociales. Como dijo Leopoldo Gómez en Milenio: “Para muchos, la ciudadanía se agota en 140 caracteres”.
Siendo francos, hasta ahora en la coyuntura, ha hecho menos la sociedad civil que el gobierno. Y no sólo el de Peña Nieto, con un fondo de mil millones de pesos para defensa jurídica de migrantes en riesgo de deportación, reuniones y encuentros aquí y allá con mexicanos residentes en Estados Unidos, empresarios, gobernadores y legisladores.
También el gobernador Héctor Astudillo ha hecho lo propio, con reuniones y encuentros aquí y allá con integrantes de clubes y federaciones de migrantes guerrerenses que radican en Chicago, Las Vegas, Nueva York, San Diego y Los Ángeles, para escuchar y proponer acciones, planes como defensoría jurídica con cargo al presupuesto estatal e incremento de recursos al programa 3×1, y para buscar aliados de México en Estados Unidos. “Existen congresistas, artistas, activistas que están a favor de los derechos de los migrantes. El tema de las ciudades santuario hay que defenderlo”, subrayó.
Poco, dirán los opositores más tozudos, pero seguro más y mejor que nada, más y mejor que deslindarse de la bronca y dejársela al gobierno, mucho más y mucho mejor, aunque incomode reconocerlo, que negarse a marchar unidos en la diversidad, que resistirse incluso a iniciativas tan simples y accesibles como cambiar fotos de perfil en las redes sociales.

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