EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

La tolerancia intolerable

Juan García Costilla

Agosto 18, 2016

Tengo serias sospechas de que a los mexicanos nos confunde la tolerancia, que no se nos da, de que practicándola nos hacemos pelotas.
Quizá porque la transición democrática exigió (exige) adquirir valores y compromisos políticos y sociales poco conocidos y menos practicados durante el viejo régimen… como la tolerancia.
Obvio, también en las democracias desarrolladas se cuecen habas y tienen colas pisables en esta asignatura. En Europa, por buen ejemplo, la xenofobia se evidencia con cada flujo migratorio desde África, y se agudizó con la crisis de refugiados sirios; en Estados Unidos, por mejor ejemplo, el racismo de los gringos blancos evidenciado por los mensajes de campaña del impresentable candidato del Partido Republicano Donald Trump.
Sin embargo, en esas sociedades son excepciones que confirman la regla de la tolerancia. Porque en los países latinoamericanos, llamados subdesarrollados, con diferentes niveles de antagonismo político como México, la intolerancia es un cáncer social que carcome en forma determinante la vida de los ciudadanos. Para ser más claros, afecta las relaciones entre gobernantes y gobernados y a menudo crea inestabilidad política, crisis sociales y económicas.
Aunque las causas de la intolerancia son diversas, en general nacen por la ausencia de una verdadera praxis democrática; en esas naciones, las normas políticas y sociales están definidas a conveniencia y se aplican con imparcialidad o en forma arbitraria.
Y si agregamos a lo anterior, en el caso de México, el elevado nivel de violencia casi cotidiana, sustenta la seriedad de mis sospechas referidas al principio: de que a los mexicanos la tolerancia nos confunde gacho.
Pero para entender mejor el punto, antes necesito precisar con los precisos lectores de este espacio, el significado y los principios básicos del concepto.
Según Wilkipedia “tolerancia se refiere a la acción y efecto de tolerar. Como tal, la tolerancia se basa en el respeto hacia lo otro o lo que es diferente de lo propio, y puede manifestarse como un acto de indulgencia ante algo que no se quiere o no se puede impedir”.
Pero poniéndose más filosóficos, “la tolerancia es un valor moral que implica el respeto íntegro hacia el otro, hacia sus ideas, prácticas o creencias, independientemente de que choquen o sean diferentes de las nuestras. En este sentido, la tolerancia es también el reconocimiento de las diferencias inherentes a la naturaleza humana, a la diversidad de las culturas, las religiones o las maneras de ser o de actuar.
“Por ello, la tolerancia es una actitud fundamental para la vida en sociedad. Una persona tolerante puede aceptar opiniones o comportamientos diferentes a los establecidos por su entorno social o por sus principios morales”, concluye Wilkipedia.
“Pero por supuesto”, diría cualquiera luego de leer la definición. “Cómo no entrarle, si suena rete políticamente correcto”.
La bronca es que al repasar los principios de la tolerancia, el compromiso nos parece más retador: “Nadie posee la razón y verdad absolutas, y de la misma manera que nadie tiene la verdad, nadie está equivocado en absoluto”.
Subrayo compromiso, porque en muchos mexicanos la tolerancia parece más bien indiferencia, que no es lo mismo. La indiferencia significa no sentir placer ni dolor frente a lo que se percibe. La tolerancia es en absoluto innecesaria frente a cosas por las cuales no se siente emoción alguna.
Por el contrario, para ser tolerante es necesario conocer al otro. Es el respeto mutuo mediante el entendimiento mutuo. Justo por eso, según muchas teorías, el miedo y la ignorancia son las raíces que causan la intolerancia, algo que entiende muy bien Trump.
Por ello, la verdadera tolerancia es el respeto mutuo, incluso cuando el entendimiento mutuo no existe. Por eso, la lógica de la tolerancia en la política mexicana confunde a la sociedad, y siempre me ha parecido frágil e hipócrita.
El respeto supone comprender y compartir los valores de una persona o de una idea cuya autoridad o valor actúa sobre nosotros. A través del respeto, juzgamos favorablemente algo o a alguien; por el contrario, a través de la tolerancia, intentamos soportar algo o alguien independientemente del juicio que le asignamos: podemos odiar aquello que toleramos. Además para poder respetar a los demás, tiene que primero respetarse uno mismo.
Y justo aquí es donde la tolerancia mexicana comienza a torcer el rabo, aunque no sea puerca.
Basta darse una vuelta por las redes sociales, para confirmar que la tolerancia, entendida como respeto mutuo mediante el entendimiento mutuo, nomás no existe.
Basta escuchar a no pocos políticos declarando sobre matrimonios entre homosexuales, igualdad de género, libertad de credo, o temas parecidos, para confirmar que quienes debieran predicar la tolerancia con el ejemplo, nomás no lo hacen. Pero el pecado de éstos es aún mayor, porque la tolerancia se ejerce cuando un individuo tiene la autoridad o el poder de prohibir o suspender una acción que considere indeseable o molesta y no lo hace, sino que deja actuar.
Basta vernos con cruda franqueza, para confirmar lo poco tolerantes que somos ante lo que debemos tolerar, y lo mucho que podemos ser ante lo verdaderamente intolerable, como la corrupción, la impunidad, el abuso, la pobreza extrema, y la violencia bárbara y salvaje de los criminales.

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