EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

La vejez (1)

Héctor Manuel Popoca Boone

Julio 20, 2024

 

Héctor Manuel Popoca Boone

Para María Luisa Díaz Villarreal.

La extraordinaria filósofa y escritora francesa, Simone de Beauvoir (1908-1916), nos deja un sin par legado en su libro La Vejez (Grupo Editorial Penguin. Random. House. D.R. @2015). Digno de ser releído varias veces. Me permito compartir una síntesis de algunas de sus partes que considero relevantes, ya que, en las dos primeras grandes etapas de nuestra vida, al transitar por ellas, generalmente estamos mareados por el orgullo de ser jóvenes o estar en la plena madurez, lo cual no nos permite otear y valorar, bien a bien qué es la vejez, cómo será nuestra última etapa de vida normal, siempre y cuando la muerte no nos sorprenda antes. Generalmente, algunos somos renuentes a admitir que estamos entrando o estamos ya en la plena vejez.
A lo largo de la historia universal pocas han sido las civilizaciones que tratan a las personas de edad mayor, con consideración especial respetuosa sin excluirlas de las oportunidades y privilegios de que gozan las demás; e incluso, en su trato, suelen ser consideradas con capacidades físicas y mentales disminuidas por definición y, por ende, inferiores. Así pues, a buena parte de los adultos mayores en una sociedad clasista les depara como destino una vejez en pobreza, en soledad, en marginación, discapacitados, arrinconados -en casa de un familiar o asilo-, acorralados por la desesperación, el aburrimiento, la tristeza y con pronunciada depresión anímica. Por tanto, los ancianos son seres desechables, sin valor social alguno en poblaciones sumamente mercantilizadas.
No en balde las agencias de seguros médicos consideran como inadmisibles de otorgar el servicio a personas mayores de 60 años. La mayoría de las empresas suelen no dar empleo a aquellas que rebasan los 40 años, porque su rendimiento ya empieza a menguar y se incrementan los requerimientos de atención médica con sus respectivos costos físicos y materiales. Los viejos vulnerables ya no representan ninguna fuerza productiva económicamente redituable y están carentes de medios para hacer valer sus derechos. La ingratitud es lo que campea en las generaciones emergentes y hoy, a los viejos, nos ven como una carga o un inactivo económico y social, improductivo y causantes de costos, en todos los aspectos.
Entrar en vejez es introducirse, casi a fuerza, a los códigos sociales establecidos para tal situación: al limbo de las emociones y sentimientos. Para la sociedad, a los viejos les quedan coartadas las pulsiones amorosas, de sexualidad, de creatividad artística o laboral, de motivaciones sociales y, para aquellos o a aquellas que trasgredan los comportamientos decretados, los tachan de “locos que chochean”. De viejos rabo-verdes o viejas ninfómanas irredentas. La represión y condena moral en las mujeres de edad mayor es más fuerte y atroz que en los hombres; aun cuando, por ejemplo, su libido, su capacidad de otorgar cariño a sus semejantes no disminuye tan rápidamente como en el hombre.
No obstante, para las generaciones materialistas y trepadoras que nos van sustituyendo en la vida activa laboral, nos convertimos en seres abyectos. Sólo les interesa lo humano en la medida que pueda generar algo de valor en lo socioeconómico; después sólo somos una carga totalmente prescindible. Casi nadie prevé de antemano este suceso existencial.
Llegamos a la vejez sorprendidos. Antes de sentirla en carne propia, creíamos que era un asunto que les competía y les acontecía solamente a los demás. Si bien está dentro de la naturaleza humana el deterioro físico, es en esta etapa cuando se presenta con mayor rapidez y más espectacularmente. Impactantes son los trastornos sicosomáticos en comparación a los presentados en las anteriores etapas de nuestra vida. Los cambios en nuestro rostro, cabellera y cuerpo dan cuenta exterior de tal fenómeno biológico y fisiológico inevitable.
La fuente de la eterna juventud sigue sin encontrarse ni se encontrará; por más que nos maquillemos o nos demos tratamientos regenerativos meramente temporales. A lo más, podremos trascendernos a nosotros mismos en la imagen de nuestra fisonomía deseada, reflejada en nuestros dichos, acciones y obras realizadas en y para la colectividad. Nuestra figura se desvanecerá, pero nuestra genialidad puede perdurar después de nuestra muerte, si así nos lo proponemos.

PD1. Fue toda una marrullería la realizada por el presidente de la República, Andrés M. López Obrador (AMLO), a los padres de familia de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos forzadamente, durante la última reunión sostenida para informarles del trágico suceso irresoluto a la fecha.

PD2. Es de reconocerse la sagacidad política de AMLO al voltear los ojos y reconocerles parte de su dignidad personal a los ancianos de México, sobre todo a los más vulnerables. Eso tuvo una repercusión política favorable a su partido político en el proceso electoral recién pasado.

PD3. ¡Aguas! Se acercan dos lobos de temer para toda la población: El renovado Covid-19 y la acelerada inflación económica. Prevenir es bien gobernar.

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