EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

La vocera: es la hora de los pueblos

Tryno Maldonado

Diciembre 19, 2020

El 14 de octubre de 2016, al término del Quinto Congreso Nacional Indígena (CNI), junto con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se emitió el comunicado “Que retiemble en sus centros la tierra”. En los acuerdos de las mesas de trabajo de la asamblea figuraba llevar a consulta de los más de 500 pueblos indígenas que integran el CNI desde 1996 –entre ellos las comunidades zapatistas– el conformar desde abajo y por consenso un Concejo Indígena de Gobierno (CIG). En éste, cada pueblo debería nombrar como representante a dos concejales –un hombre y una mujer– y se tendrá que escoger a una vocera indígena que dominara los nueve ejes temáticos sobre los que caminarían en la contienda electoral de 2017.
La vocera (2020) es el más reciente documental de la cineasta Luciana Kaplan. En él se aborda la etapa de la instauración –en San Cristóbal de las Casas, Chiapas– del Concejo Indígena de Gobierno después de días de asamblea y generación de consensos para nombrar a los primeros 71 concejales indígenas. Así, el congreso permanente acordó que María de Jesús Patricio, Marichuy, médica tradicional del pueblo nahua que ha caminado con el CNI desde su inicio, se convirtiera en su primera vocera. Al tomar protesta, Marichuy declaró: “Nosotros como pueblos hemos analizado que vamos peleando por la vida; y la vida incluye la tierra, el territorio, el agua, los árboles… y se los están acabando. Queremos dar este paso, es difícil para nosotros, pero creemos que es necesario darlo si queremos que nuestros pueblos sigan existiendo”.
Luciana Kaplan narra parte del pesado recorrido que, a partir de ese día, Marichuy debió completar por todos los estados del país no sólo llevando la palabra de los pueblos del CNI, sino haciendo algo que ningún político partidista hace hoy en día: escuchar. Escuchar, tomar nota y recoger los dolores de los pueblos. Todo esto, al tiempo que transmitía un llamado enfático para la organización de pueblos, barrios, colonias y comunidades ante la tormenta capitalista y de necropolíticas que tanto ellos como los zapatistas habían avizorado que estaba por venir.
Al inicio del documental, escuchamos decir a Marichuy: “Siempre se ha tenido la lucha por la tierra y el territorio; las comunidades han existido y quieren seguir existiendo. Si la destrucción y muerte es el progreso, pues estamos en contra. El progreso, ¿para quién? El desarrollo, ¿pero para quién?”.
Contrario a lo que muchos pensaban, el arduo camino de concejalas, concejales y la vocera del Concejo Indígena de Gobierno nunca fue por el poder, sino por “poner la problemática indígena sobre la agenda nacional a partir del levantamiento del EZLN y posterior construcción del CNI ante la necesidad de generar un espacio juntos para ver cómo nos hacemos fuertes”. Hay que recordar que el CNI es conocido como “la casa de los pueblos”.
En la escena en que Marichuy acude por su constancia de registro ante el Instituto Nacional Electoral (INE), la vemos dirigirse a una multitud: “Vamos a caminar al estilo de los pueblos indígenas: con apoyo las gentes, con el apoyo de nuestras comunidades, así como se hacen las fiestas. Que quede claro que no vamos a recibir ni un solo peso del Instituto Nacional Electoral. Nuestra propuesta es diferente, nuestra propuesta es colectiva; no es como ellos lo tienen diseñado, donde es una persona la que decide y se hace lo que esa persona dice”.
Ante las críticas de la izquierda partidista que decían que la intención de Marichuy era “dividir el voto”, ella siempre tuvo claro que “la propuesta del CIG no era llegar arriba (como ellos), era llegar abajo”.
Luciana Kaplan da testimonio en La vocera de lo complicado –y muchas veces absurdo– que se nos volvió a las y los auxiliares de Marichuy en el sureste del país la adquisición de teléfonos de alta gama y tablets que exigía el INE para recabar las 866 mil 593 firmas requeridas en 120 días. En muchas comunidades sin conexión a internet, se tuvieron que hacer cooperaciones para comprarlos, compartirlos y recabar firmas, y bajar a la primera comunidad donde hubiera señal para enviarlas. Mientras candidatos independientes llevaban a cabo un “cochinero” donde se multiplicaron hasta por 93 mil firmas por cada credencial electoral: sus candidaturas, a diferencia de la de Marichuy, sí fueron admitidas.
Sin embargo, en los pueblos chontales de Oaxaca, por ejemplo, tanto las recién formadas Redes de Apoyo para este proceso como agrupaciones adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona acudieron al llamado y al reto de encontrar nuevas formas de imaginar la política y de organizarse desde abajo, y recabaron montañas de firmas en papel que el INE debió aceptar irremediablemente, ante lo ridículo de sus parámetros tecnológicos y las tremendas desigualdades de pueblos olvidados para este sistema de simulación democrática capitalista. Desigualdades y absurdos de un sistema electoral puestos en evidencia por el caminar de Marichuy que, si por algo se distinguió, como lo ilustra La vocera, fue sobre todo por su enorme dignidad.
La participación de las mujeres en el proceso organizativo y en el proceso del CIG ante el modelo patriarcal también está retratada en el documental, además del constante racismo y discriminación que sufrió la vocera del CIG durante la recolección de firmas, en medios y por personas afines a la “izquierda” partidista. En una escena, escuchamos a la propia Marichuy leer dolorosos comentarios dedicados a ella en las redes: “Esa Marichuy se parece a la que limpia mi casa”, “Quién es Marichuy y por qué no está haciendo el pozole”.
Un gran acierto de la realizadora en La vocera es tomar sólo la historia de Marichuy como la columna vertebral narrativa para, a partir de allí, de su ejemplar lucha y de su carisma, abordar algunos de los muchos espejos que son parte del CNI en el país y que se han levantado igualmente en resistencias por territorio o recursos ante los megaproyectos de despojo.
Vemos, de esta forma, la lucha de la Península de Yucatán, donde se concibe la soberanía alimentaria como una forma de hacer política, de buscar la autonomía; y cómo es que resisten en organización contra el despojo, ante los megaproyectos como las turbinas eólicas, los paneles solares en cientos de hectáreas despojadas, la lucha por el agua, y la cooptación o compra de los comisariados, que se suma a la falta de consultas a las asambleas o falsificación de consensos para imponer esos megaproyectos.
En Sonora, acompañamos al pueblo yaqui a través del concejal Mario Luna, que cuenta cómo Loma de Bacum ha recibido constante represión por resistir ante la imposición del megaproyecto del gasoducto Aguaprieta. Y de María del Carmen García Vázquez, esposa de Fidencio Aldama, preso político por oponerse al gasoducto.
Conforme avanza el documental atestiguamos las luchas de Campeche por la reserva de la biósfera de Calakmul; la resistencia del pueblo wixárika en Nayarit por la restitución de sus tierras; en Yucatán, Yamili Chan Dzul alza la voz para decir: “Si nuestra vocera quedará o no en las boletas no nos preocupa, esto es un llamado a despertar la conciencia, y cuando uno despierta la conciencia ya no hay vuelta atrás. Ojalá que nos atrevamos a pensar que es posible autogobernarnos”. Y así hubiera podido seguir hasta llegar a las más recientes luchas de los pueblos del CNI contra la sangrienta imposición de los megaproyectos de la 4T como el mal llamado Tren Maya, el Corredor Interoceánico y el Proyecto Integral Morelos, que han cobrado ya las vidas de varios integrantes del Concejo Indígena de Gobierno, empezando por la de Samir Flores.
Hacia el final del documental escuchamos un balance crítico del concejal yaqui Mario Luna: “Si bien, desde un principio, se dijo que lo importante no era ganar firmas, me queda claro que era un instrumento muy importante que nos permitía a nosotros mantenernos en la vida política nacional. Al no lograrse las firmas, perdimos una oportunidad de seguir manteniendo la voz de los pueblos, de los olvidados, en los medios de comunicación. Ir contra la corriente en un modo diferente, contrario a la inercia que llevan los partidos políticos, no es cualquier cosa”.
El proceso de tejer desde debajo de Marichuy durante los meses que registra el documental no puede ser considerado un derrota. Fue una fiesta. Una fiesta de los pueblos indígenas que se organizan. Una fiesta de las ciudades que se reconocieron en esos pueblos y que generaron organización, nuevos espacios y territorio. Una fiesta de los de abajo. Una fiesta, sobre todo, de las mujeres que luchan. Sólo quienes se miden con parámetros privativos de las instituciones neoliberales, capitalistas y del Estado, se han empeñado en verlo como un descalabro. En cambio para nosotros, como muchos y muchas auxiliares de María de Jesús Patricio, fue un gozo participar a su lado y al lado de las demás concejalas en la caravana que recorrió todos menos uno de los estados del país en cuatro meses. Tal como ha quedado grabado en la pieza de memoria La vocera de Luciana Kaplan.
En palabras de Marichuy: “Nosotros anhelamos y pensamos que puede haber formas distintas, un poder donde quepamos todos; más allá de las firmas hay un compromiso por este México que lo tienen secuestrado los de arriba”.

@tryno