EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Las lecciones de China

Humberto Musacchio

Noviembre 16, 2006

Quien haya estado hace diez años en China se sorprenderá hoy ante la contundencia de los cambios y el formidable avance del mercado. Si entonces resultaba apabullante el ímpetu de la economía, la irrupción de firmas occidentales y el incesante ritmo de la construcción, hoy ese país despliega una energía que lo ha convertido en una potencia económica con reservas de un billón de dólares (un millón de millones) y que en pocos años será la principal economía del mundo.
Al día de hoy, China tiene un producto interno bruto que equivale a más de dos tercios del PIB de Estados Unidos, el que de acuerdo con los cálculos más conservadores superará a más tardar en 2030, si bien será hasta mediados del siglo XXI cuando el pueblo chino alcance un nivel de vida “relativamente holgado”, similar al de los países medianamente desarrollados.
Se dice pronto, pero se trata de un país que fue asolado por intervenciones extranjeras y guerras civiles hasta el triunfo de los comunistas en 1949 y todavía en ese mismo año, con apoyo militar, económico y político de Estados Unidos, se produjo la separación de hecho de Taiwán, parte irrenunciable del territorio chino, como hoy lo reconoce la abrumadora mayoría de los países.
Muerto el presidente Mao Zedong, terminada la revolución cultural y derrotada “la banda de los cuatro”, el Partido Comunista, encabezado por Deng Xiaoping, lanzó el proyecto de modernización que sustituyó la ineficiente economía centralmente planificada por una apertura al capital internacional y una amplísima liberalización que puso en juego las fuerzas del mercado.
Hace un cuarto de siglo, la economía china ocupaba el lugar número cincuenta, hoy es la tercera, pero en el camino han ocurrido excesos, se ha caído en una gran desigualdad y se ha incurrido en una verdadera depredación, al extremo de que por cada unidad de PIB se consume el doble de energéticos, materias primas y recursos acuáticos que el promedio mundial.
Para combatir la desigualdad social se presta ahora más atención a los derechos de los trabajadores y con el fin de no ahondar las diferencias regionales, se realizan grandes inversiones públicas y privadas en las zonas más atrasadas. En materia ecológica se han tomado medidas, como la promulgación de ocho leyes de protección medioambiental, 35 leyes de administración de recursos naturales, 34 normas adicionales de carácter nacional y más de mil de tipo local.
“Los países subdesarrollados –dice un alto funcionario– perdimos la oportunidad de crecer por nosotros mismos y debemos valernos del entorno internacional”. La apertura le ha representado a China 560 mil millones de inversión extranjera directa, pero si algo caracteriza el proceso chino es que el gobierno ha mantenido en todo momento el control.
Por supuesto, la empresa extranjera no puede entrar a los sectores relacionados con la seguridad nacional, pero numerosas empresas foráneas están incluidas en planes de cooperación que le reporten al país el dominio de nuevas tecnologías, como lo prueba el nuevo satélite chino, construido con la cooperación de Francia, Alemania y Brasil. La misma política de asociación para compartir ganancias, administración y avances tecnológicos se observa en ramas clave de la producción industrial, la biotecnología y otras áreas.
Un sector cerrado hasta ahora a la inversión extranjera es el de medios de comunicación, aunque de las 9 mil revistas que circulan, muchas son editadas al margen del Estado y, por efecto de la globalización, será difícil impedir que se capte la señal de emisoras extranjeras de radio y televisión o que no fluya la información en ambos sentidos en un país donde están acreditados 500 corresponsales extranjeros. En Internet la vigilancia es severa, pero todo indica que a corto o mediano plazo tendrá que abandonarse la actual rigidez por las necesidades mismas de la pujanza económica.
China ha inundado al mundo con sus mercaderías, pero sólo recibe el 6 por ciento de las importaciones mundiales. Se estima que en 2010 las importaciones totales de ese país asiático serán de mil millones de dólares, pero las empresas mexicanas, hasta ahora notoriamente abúlicas ante ese gran mercado, tendrán que prestar atención al fenómeno chino, invertir en la capacitación de cuadros y pelear por un mercado en el que, otra vez, las tajadas mayores han sido para los tiburones: la Unión Europea, Estados Unidos y Japón.
Una importante lección de China es que para resolver el problema de la miseria hay que crear riqueza; que para hacerlo se necesita inversión extranjera lo mismo que audacia y aptitud para competir en el mercado internacional. Una enseñanza todavía más importante es que si han de desatarse fuerzas tan poderosas como las del mercado, éstas han de someterse a las normas internas del país donde operan, deben ser obligadas a respetar la soberanía nacional y a operar de modo que beneficien a los inversionistas, pero también al conjunto de la sociedad. No hacerlo de esa manera es igual a capitular.