EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Lola Ancira: edificios tristes

Adán Ramírez Serret

Agosto 18, 2023

Hay edificios que pasan a la historia por el impacto que tuvieron en una ciudad. Algunos, han desaparecido y hay que verlos en fotografías antiguas e imaginarlos en donde ahora hay torres modernas. ¿Cómo se verían ahora? Es el caso del hospital siquiátrico de la Castañeda.
Otros, aún perviven. Ver sus fachadas y caminar por sus pasillos es ser parte de una historia oscura. Es el caso de Lecumberri. Un palacio que es Archivo General de la Nación y recipiente de anécdotas sombrías.
Lola Ancira (Querétaro, 1987) escribe un libro de relatos que gira en torno estos edificios históricos de la Ciudad de México. La obra es Tristes sombras que a partir de relatos ficticios hace un retrato de época de los primeros 50 años del Distrito Federal del siglo XX.
Hasta hace muy poco –100 años–, estar loco o ser un criminal podía significar sufrir un trauma por la pérdida de un hijo o envenenar perros. Todo dependía de si se era mujer, homosexual o pobre. Sin duda en el presente se sigue sufriendo de una gran separación e injusticias si se es de un grupo marginal, pero durante el siglo XX mexicano las cosas eran mucho peores.
Lola Ancira se sumerge en Tristes sombras en la fantasmagórica Castañeda y en el escalofriante Palacio de Lecumberri.
La primera sección es sobre la Castañeda. Ese hospital del que tan sólo queda el recuerdo de una calle de Mixcoac que lleva ese nombre y en donde ahora se alzan unas torres multifamiliares. Ancira viaja en el tiempo y en tonos sepias nos cuenta las historias que pudieron vivirse allí.
En primera instancia, estamos en la última parte del Porfiriato. Una mujer ha tenido algunos encuentros sexuales por lo que deciden casarla con un familiar. Con el paso de los años tiene un hijo que sufre muerte de cuna. La mujer cae en una fuerte depresión, por lo que en algún momento recurre a personas esotéricas que le dicen pueden traer a alguien de la muerte. La locura era asociada a trastornos que hoy en días vemos naturales. Pero, eran años de espiritismo y cualquier persona que saliera de la norma, era llevada al hospital siquiátrico.
Una mujer que disfrutara del sexo, por ejemplo, era tratada como un monstruo. La siquiatría y la sicología apenas comenzaban a permear la sociedad, por lo que a la mujer que disfruta del sexo, unos doctores le hacen un tratamiento que consiste en masajear el clítoris. Para el ejercicio de la terapia, para mantener la decencia había otras mujeres presentes por lo que la excitaba el doctor hasta que la mujer llegaba al orgasmo mientas las demás observaban lo que les parecían gritos diabólicos que eran mero placer.
La segunda sección de relatos pertenece al Palacio de Lecumberri. Aquí, Lola Ancira despliega los relatos e incluso algunos comienzan en África con el mercado negro de marfil y de una daga que llega a Lecumberri.
También describe a varios personajes que habitaban el dormitorio jota de Lecumberri que estaba destinado a los homosexuales. Aquí aparece un personaje que habita dos relatos, la Jarocha. Una mujer trans que sobrevive en esta cárcel en donde se rumora que la comida es de rata –las cuales abundan, por supuesto– y en donde según fuera el dinero, se vivía diferente. Desde los pobres que dormían en el suelo, los que tenían una celda para sí mismos, hasta quienes vivían en la celda como si fuera la suite de un hotel lujoso.
Lola Ancira se sumerge en estos mundos en donde a veces los forajidos descubren que pertenecen mucho más a la Castañeda y a Lecumberri que a su lugar de origen. En donde debido a su marginación, son tratados peor que en una cárcel o en un hospital siquiátrico. En donde al menos pueden sobrevivir.
Lola Ancira, Tristes sombras, Guadalajara, Paraíso Perdido, 2021, 187 páginas.