EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los desafíos del interinato

Juan García Costilla

Diciembre 02, 2015

En plena coyuntura de la crisis más grave desde la revolución de 1910, la concentración de la reacción ciudadana anti-gobierno en el gobierno interino, fue una puerta que se le abrió a la clase política, cuando menos esperaba y más le urgía una salida de emergencia, cuando más le urgía eludir presuntas responsabilidades comisas y omisas, cuando más le urgía esquivar los madrazos, y zafarse como fuera de la bronca.
Duchos como suelen ser en faenas escapistas, los partidos políticos se dieron cuenta que les convenía más alentar y dirigir la crisis social en contra del gobierno interino, que coadyuvar para resolverla con él.
Muy pronto, antes de que el nuevo gobierno cumpliera dos meses, todos los partidos, al menos todos los principales del poder, contaban ya con representantes en el griterío anti Rogelio Ortega. Habían aparecido (o reaparecido, luego de nadar de muertito desde el 27 de septiembre de 2014), con aparente espontaneidad, los primeros gritadores de la política, para formar un coro más exclusivo e ilustre que el de los compas, menos estridente y disparatero que el popular, pero mucho mas organizado, influyente y malicioso.
Con prestancia y constancia, el nuevo coro comenzó a criticar al gobernador interino, oponiendo, discutiendo, resistiendo, rechazando y desacreditando casi todos sus decires, haceres y pensares.
En poco tiempo, el coro creció en número, animosidad y virulencia, y un largo repertorio de canciones de protesta sobre el montón de presuntos males, pesares y pecados del interino: débil, represor, incapaz, nepotista, corruptor y corrupto… y lo que le acumularan cada semana.
Les confieso que aquí de plano me fue imposible aguantar vara y apechugar calladito y sin chistar el maltrato y la maledicencia, por más que me mordiera las partes más dolorosas del cuerpo.
Y es que la lógica era obvia, las protestas de los partidos políticos no podían ser una reacción natural de dolor e indignación, ni podían enfurecerse con el gobernador interino como si fuera el culpable de la tragedia, el heredero legítimo y universal de las deudas del mal gobierno. En otras palabras, los motivos y las causas de los partidos no podían ser los mismos que los de la gente.
Aquí la lógica debía pensarse con malicia y cinismo, lo que en política casi siempre es pertinente. Acertarás si piensas mal, sugería la lógica aprendida y aprehendida a lo largo de muchos años de experiencia ciudadana. Podrán ser distintos, pero sus motivos y sus causas han de tener; y si era así, seguro que no equivocaban sus motivos, y más seguro que serían útiles para su causa.
Tristemente, no pocos ciudadanos se engancharon (o se dejaron enganchar) por el falso debate de la grilla, y muy pronto descuidaron y hasta olvidaron los motivos y causas principales de la protesta popular: buscar y encontrar a los 43 normalistas, y perseguir, detener, juzgar y castigar a los culpables materiales e intelectuales, y a los responsables comisos y omisos.
Justo lo que querían y necesitaban los partidos políticos. Primero, convertir al gobernador interino en el chivo perfecto que expiaría por ellos sus culpas; luego, distraer la indignación movilizada y pasiva de los ciudadanos para ganar tiempo y espacio suficientes y concentrarse en la máxima prioridad para ellos de la coyuntura: las elecciones de junio de 2015.
Por eso alentaron la animosidad ciudadana en contra del gobernador sustituto, fabricando argumentos que sustentaran la sospecha y la desconfianza. Irónicamente, esta vez los partidos políticos avivaron el fuego anti gobierno, en lugar de ayudar a extinguirlo, porque entendieron que eso servía muy bien a sus causas particulares, aunque eso sirviera muy mal a las causas del interinato en la crisis.
Los entendía bien, pero justo por eso me fue imposible aguantar vara y apechugar callado y sin chistar maltratos y maledicencias.
Porque los partidos y la clase política local y nacional eran los más obligados a obedecer el mandato que sus diputados en el Congreso estatal le habían conferido al gobierno interino, y los más comprometidos con la sociedad civil, por la emergencia política.
Porque desde la sociedad y desde el gobierno sustituto, era de ellos de los que más se esperaba coadyuvancia, acompañamiento y respaldo para salir de la crisis, de donde más se esperaba un beneficio firme, decidido, activo y prolongado de la duda, y no el débil, indeciso, pasivo y fugaz que quisieron dar.
Tristemente, como tan a menudo sucede en Guerrero, la política no sirvió para lo que se supone debe servir, organizar, conciliar, resolver, unir y componer; al contrario, sirvió para desorganizar, enfrentar, complicar, dividir y descomponer aún más, la realidad tan triste que nos había dejado la tragedia de Iguala.
Si gobernar Guerrero y a su gente ha sido de por sí un reto enorme para cualquier gobierno electo, si de por sí gobernar en la coyuntura de la crisis social más grave desde 1910 era ya un reto gigantesco, imaginen hacerlo en el contexto veleidoso, visceral y beligerante de la guerra partidista por el poder, en la primera elección concurrente de la historia.
Neta, así y ahí, hasta el más guapo y bragao respinga.

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