EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los desafíos del interinato

Juan García Costilla

Diciembre 09, 2015

(Tercera y última)

Y para no cansarlos más, incansables y apreciables lectores de las dos anteriores entregas de Canal Privado, la tercera de hoy será la última… y nos vamos.
En la primera les dije que el trayecto del interinato había sido, desde el gobierno, mucho más complicado, intenso, azaroso y agotador de lo que pensé al principio. Lo que no les dije, fue que los últimos cuatro meses fueron, al menos para su seguro escribidor, particularmente más difíciles que los primero ocho. Me explico.
Siendo asesor en comunicación, era posible y no tan reprochable hacerse guaje un rato y de repente, para agarrar aire y recargar pilas y ánimo, cuando el fragor cotidiano de la chamba se ponía intenso, o cuando el golpeteo de la grilla se hacía tenso. Pero siendo director general de Comunicación Social, era imposible e inaceptable. Para ser exactos, a partir de junio de 2015, cuando acepté la invitación del entonces gobernador Rogelio Ortega, para relevar a mi broder Misael Habana de los Santos.
Pero la bronca real no fue esa, por mucha que fuera la faena y completo el tiempo de las jornadas, sino otras que confío entenderán con las historias que a continuación les cuento.
“Arturo, párame esa nota plis”, me pidió por teléfono un integrante del gabinete interino, apenas en la primera semana de mi nuevo encargo. Chale, ¿es en serio?, me pregunté callado cuando escuché su petición. Mientras abundaba y elaboraba motivos y razones para ella, yo pensaba cómo decirle cortés y gentilmente lo que pensaba sinceramente del asunto.
Seguro no le gustó mi pensada diplomacia, porque en cuanto oyó lo que se me ocurrió decir –neta, no creo que se pueda–, sol-tó un “ahí te encargo broder” y me colgó.
Na’ más para no frustrarme ni sentirme ignorado, solito y mi alma agregué lo que debí agregarle a él: Broder, esos tiempos ya no son estos. Aunque quisiera, no podría, y aunque pudiera, no querría… y menos querría el gobernador Ortega.
Pero la historia viene al caso no por el nombre del compa ni el tema de la nota, por eso no los preciso, sino porque ilustra bien una de las verdaderas y principales broncas que me hicieron más difícil el último tercio del interinato.
Los usos y costumbres tradicionales que, para algunos propios y no pocos ajenos, debía repetir y mantener un director de Comunicación Social hecho y derecho, para lograr objetivos y superar obstáculos propios e inherentes de la chamba.
Algunos propios y no pocos ajenos seguían pensando que las herramientas más útiles y las estrategias de mayor rendimiento para fortalecer y mejorar la percepción de la opinión pública sobre el desempeño de un gobierno, tienen que ver con coptar, censurar, manipular, y controlar a la prensa y a los periodistas.
Reconozco que a veces era dificil resistir la tentación de cambiar la mala prensa por buena, para determinar y forzar los contenidos informativos y editoriales con la fuerza y la razón del dinero, y para definir e imponer los temas principales de la agenda pública y el debate político, sin recurrir a filtraciones y campañas sucias en contra de críticos y opositores al gobierno.
Neta, a veces era muy difícil.
“¡Nombres, nombres!”, demandaron reporteros al entonces secretario de Finan-zas, Eliseo Moyao, en cuanto concluyó su explicación acerca de las causas y los montos del déficit de 13 mil millones de pesos en las finanzas públicas.
El 24 julio de 2015, Moyao y el ex secretario general de Gobierno, David Cienfuegos, convocaron a una conferencia de prensa en Chilpancingo, para aclarar dudas y evitar especulaciones sobre el quebranto económico del gobierno estatal, que dos días antes había anunciado el gobernador Ortega ante los integrantes de la Comisión de Educación del Senado de la República, en la Ciudad de México.
“¿Fincarán responsabilidades al ex gobernador Ángel Aguirre y a familiares, amigos y funcionarios de su administración?”. “¿Hubo actos de corrupción de gobiernos anteriores, como los de Zeferino Torreblanca y René Juárez?”, agregaron dos o tres reporteros, aún más directos y concretos que sus pares en la conferencia de prensa.
Chale con los compas, pensé agüitado y preocupado al escuchar sus interrogantes principales y básicas sobre el asunto del déficit. O sea, ¿ni discurren ni apetecen más preguntas que esas?, agregué en silencio con tono de extrañeza y cierto ánimo de reproche.
Digo, acepto y acepté entonces que la explicación técnica de Moyao era difícil de atender y comprender a la primera, sin ser un especialista en el tema, y menos siendo lego como este escribidor, y seguro casi todos los compas ahí presentes.
Pero por ésta les juro que Moyao sí dejo claros y repetidos varios asuntos: que el déficit se debía a un problema estructural del presupesto estatal, que se había acumulado a lo largo de varios sexenios, que aún sin corrupción ni malversación de los dineros públicos el hoyo seguiría creciendo; en síntesis, que la bronca era que el gobierno gasta más de lo que recauda.
“Es normal, güey”, me dirán seguro más de varios lectores sobre lo que les cuento hoy, como me dijo el gober Ortega aquel último domingo de noviembre de 2014, cuando Los Avispones jugaron su primer partido oficial, tras la pesadilla de Iguala.
Tienen razón, les digo a los más de varios, como no lo hice cuando me lo dijo el gober. Tampoco soy ciego y guaje para no haberme percatado de usos y costumbres con tanto arraigo, historia, predominio y practicantes en estos México y Guerrero nuestros, desde hace ya un largo rato.
Tan o más que en la guerra y el amor, en la política mexicana todo se vale, y más aún en la guerrerense. Lo sé, no descubro hilos negros ni digo nada nuevo. La política sureña es una guerra sin cuartel de tribus y partidos, normalmente dispuestos, prestos y aptos para el conflicto, la calumnia, el enfrentamiento y la beligerancia, casi nunca para el acuerdo, la negociación, el diálogo, y el respeto.
Obvio, si la política es una guerra en donde todo se vale, la prensa y los periodistas cubren y reportan los asuntos y personajes de la política, con la lógica y prioridades de los enviados y corresponsales de guerra.
No esperaba trato distinto ni especial de la prensa, no me sorprendió el maltrato de la clase política. No puedo decirme engañado. Entendí y entiendo a todos, a la gente dolida e indignada, pero también a la prensa y a los partidos políticos, aunque hayan hecho el trayecto del interinato mucho más complicado, azaroso, intenso y agotador de lo previsto.
Ton’s, ¿para qué tanto cuento y argumento en tres entregas?, me dirán fastidiados más de varios lectores. ¿Pero qué necesidad, para qué tanto problema?, me cantaría Juanga. ¿Cuáles han sido pues, motivo y causa de este personalisimo y parcial recuento del interinato?, me preguntarán con razón y derecho los estoicos lectores, que dispensaron su paciencia y atención a su seguro escribidor.
De ser así, obligado les respondo, ipso facto y breve.
No ha sido, aunque les haya parecido, lo crean y valdría la pena hacerlo, defender al gobernador Rogelio Ortega y su proyecto; mucho menos ha sido, aunque no les haya parecido ni me crean, contar un rosario de pretextos y excusas para los errores y fracasos que gusten y manden endilgarle a los que aceptamos su invitación de acompañarlo en el trayecto interino.
Con humildad sincera, les digo confiado que el tiempo, más pronto que tardío, revisará sereno y objetivo la historia completa de ese año, y ubicará al gobierno sustituto en el lugar justo que merece en la historia colectiva.
Lo que sí ha sido motivo y causa para este recuento que hoy termina, es compartir con ustedes un lamento desilusionado y una esperanza terca.
Lamento desilusionado, porque no pudimos convocar a todos los indispensables e insustituíbles, a construir los primeros tramos del único camino seguro hacia un futuro promisorio y claro, lejano del que nos trajo a este lugar en donde estamos hoy, obscuro y sin salida: el de la reconciliación, la justicia, el acuerdo y la unidad.
Lamento desilusionado, porque no pudimos convencer a todos los suficientes y necesarios, para cambiar juntos los usos y costumbres que ya no sirven, que nos separan, detienen y perjudican.
Lamento desilusionado, porque creemos superada la emergencia, recuperadas las pérdidas, sanadas las heridas, y reconstruidos los escombros, sólo por haber electo un gobierno nuevo; porque pensamos otra vez, que el gobierno deberá y podrá desaparecer problemas y aparecer soluciones, sin el paciente beneficio colectivo de la duda, y la participación responsable de la sociedad política y civil.
Esperanza terca, en que el gobernador Héctor Astudillo tendrá valor, talento, esfuerzo, humildad, convicción y sensibilidad suficientes, para cambiar lo que debe cambiar, y convocar a la construcción de un mejor camino, en el que quepamos y avancemos todos.
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