EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los fantásticos libros de cabecera de Emmanuel Carrère

Adán Ramírez Serret

Febrero 15, 2019

En las últimas semanas la discusión sobre las estrategias de fomento a la lectura ha acaparado buena parte de las noticias culturales. La gente no lee porque los libros están muy caros, dicen algunos; o hay quienes piensan que quizá sea un problema mucho más profundo y que alguien tenga un libro en sus manos es tan sólo un primer paso. A partir de aquí se acaloran escritores y divulgadores. Más allá de inclinarme por cualquiera de estas posiciones, puedo agregar un nuevo factor, y este es, ¿qué leer?
Pareciera, a veces, cuando escuchamos estas discusiones sobre la lectura, que el acto de leer es homogéneo; que cualquier libro que tomemos nos causará el mismo efecto. Y en este momento no pienso en la calidad del libro, sino en los diferentes caracteres de densidad, en los diferentes tonos y tópicos que tiene la literatura. Así, leer Los hermanos Karamazov de Dostoievski o el Ulises de James Joyce, no sólo implica tener el hábito de la lectura y la pasión por la literatura, sino también tener la mente lo suficientemente fresca, lo necesariamente relajada para involucrarte en problemas filosóficos y teosóficos y en los entresijos del lenguaje con virtuosos desenlaces.
La mayor parte de los seres humanos está inmersa en una avasallante vida moderna en donde se llega a la noche con el ánimo apenas suficiente para divertirse un rato y luego dormir. Allí es donde necesitamos libros precisos para transportarnos a otros lugares y disfrutar de un objeto apagado que tan sólo necesita un poco de iluminación. Pienso, sin duda, en los libros que descansan en la mesa de noche, y que, en muchos casos, se pueden volver libros de cabecera.
Me viene a la mente este tema por el libro que me ha acompañado los últimos días, Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos: Un viaje en la mente de Philip K. Dick, del gran escritor, del que siempre hablo y es una obsesión, Emmanuel Carrère (París, 1957).
Se trata, en efecto, más que de una simple biografía, de un viaje por la mente, tal cual, en donde aparecen los sueños, las fantasías y las pequeñas circunstancias que lo llevaron a escribir sus libros a Philip K. Dick y que, con el paso del tiempo, son cada vez más fascinantes.
El género de la biografía es uno de los predilectos para las mesas de lectura nocturnas. Leer sobre la vida de los otros tiene algo de relajante al ver a los demás sufrir, mientras pensamos en ellos desde la comodidad de una cama. Hay grandes autores, sin duda el gran Stefan Zweig con muchísimas geniales como la de María Antonieta, María Estuardo o sobre el explorador Magallanes. Recien-temente, también hubo algunas importantes como la de Steve Jobs, de Walter Isaacson o la de André Agassi de J. R. Moheringer.
Sin embargo, este libro de Carèrre no es cualquier autobiografía, y nótese que he citado a autores fantásticos; este libro sobre Dick es diferente, porque me parece que le cambió la vida al escritor francés, al grado de que es imposible leer un libro posterior de él sin que cite esta obra.
Sucede que más que el recuento de una vida, es un compendio de reflexión, de sabiduría pero de una forma muy singular. Se parece a Michel de Montaigne (que era el autor de cabecera, por cierto, del genial Orson Welles); pues hay una mezcla de cotidianidad, de vida normal que todos compartimos, de humor, soledad, decepción y alegría con una inteligencia precisa, escandalosamente sencilla, para describir nuestros sentimientos y las inclinaciones que nos hacen ver la vida de esta o aquella forma.
Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, ¡tremendo título!, es el libro que se puede leer en cualquier estado de ánimo. La biografía que enciende nuestra mente cuando está sombría y que relaja el cerebro cuando está agitado.

(Emmanuel Carrère, Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, Barcelona, Anagrama, 2018. 367 páginas).