EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión  

Los nuevos ciudadanos y los pobres de siempre

LA TRANCISIÓN   Llegó el día del comienzo formal de la transferencia del gobierno. Un político del régimen que predominó en el estado desde los años 20 del siglo pasado será sustituido por un ex líder de empresarios que, en la política, siempre ha participado con el partido que agrupa a la izquierda opositora de … Continúa leyendo Los nuevos ciudadanos y los pobres de siempre

Febrero 28, 2005

LA TRANCISIÓN

 

Llegó el día del comienzo formal de la transferencia del gobierno. Un político del régimen que predominó en el estado desde los años 20 del siglo pasado será sustituido por un ex líder de empresarios que, en la política, siempre ha participado con el partido que agrupa a la izquierda opositora de aquél régimen. Un ciudadano que llega al poder gubernamental con una victoria contundente y amplísima, del tamaño de las expectativas de una sociedad ávida de cambios, y que son tal vez más grandes de las que el mismo ex candidato esperaba concitar.

Zeferino Torreblanca no obtuvo el 4 a 1 que se fijó como meta conseguir en Acapulco, su espacio natural de influencia. En cambio ganó entre los más pobres de siempre que viven en las regiones de La Montaña y de la Costa Chica, y asimismo venció en Chilpancingo donde nació una insurgencia ciudadana protagonizada por la clase media capitalina descontenta con el desorden y la corrupción gubernamentales y la proliferación de obras y negocios que degradan el ambiente urbano y social.

Una pregunta que con frecuencia nos hacían columnistas, reporteros y directivos de medios de la ciudad de México después de la histórica victoria del 6 de febrero se refería a la capacidad de un próspero empresario acapulqueño como Torreblanca para gobernar un estado bronco y con tantos problemas como Guerrero –la pobreza (casi) generalizada, los cacicazgos violentos, la corrupción sistémica, el narcotráfico, la intermitente guerrilla, por mencionar los problemas políticos y sociales más gruesos.

Respondíamos que Torreblanca ha sido un aliado leal del Partido de la Revolución Democrática desde la primera vez en que éste lo postuló para la alcaldía de Acapulco en 1993, hace ya 12 años; que pese a que no se ha afiliado a ese partido las diferencias con él no debieran ser tan grandes si había ganado limpiamente y con una gran diferencia de votos la candidatura para gobernador.

Pero sobre todo llamábamos la atención al hecho de que en las elecciones del 6 de febrero Zeferino Torreblanca había ganado en los distritos con los electores más pobres del estado –los ya mencionados de La Montaña y la Costa Chica– y en la capital misma.

Decíamos asimismo que los resultados en las regiones donde habitan la mayoría de los indígenas del estado, y el conocimiento mismo de Guerrero y de los guerrerenses que apenas tuvo Torreblanca en la campaña para gobernador contribuirían para crear en éste una sensibilidad más fina de la que adquirió en sus campañas para la alcaldía de Acapulco y durante sus tres años de gestión en ésta.

No tardará mucho para conocerse si esta hipótesis será confirmada por la realidad. Por lo pronto, se desearía que Zeferino Torreblanca, su entorno inmediato, los dirigentes del principal partido que lo postuló y los mismos jefes políticos de las formaciones aliadas trataran de sacar conclusiones lo más comunes posibles sobre el sentido del voto que los ciudadanos y el pueblo de Guerrero depositaron en las urnas.

Muchos de los problemas políticos que aquejaron y aquejan al alcalde de Acapulco Alberto López Rosas vienen de un análisis incorrecto de los resultados de la elección de la que emergió como alcalde del principal municipio del estado.

Creyó que los 120 mil votos eran sólo de él, y casi no le concedió ninguna influencia en el resultado a la administración de su antecesor. Así, la continuidad que se esperaba en muchas áreas y programas se convirtió en ruptura, y se abrió desde los primeros días del nuevo gobierno municipal una disputa entre lopezrosistas y zeferinistas que se mantiene hasta ahora, y que alcanzó su punto crítico en la contienda interna por la candidatura a la gubernatura.

¿De qué tamaño pueden ser los errores de Zeferino Torreblanca si cree que todos los votos que consiguió el 6 de febrero son sólo de él?

Por lo pronto, en este todavía breve lapso de la transición el gobernador electo merece una calificación reprobatoria en lo que a transparencia se refiere. La nueva política de la que habló casi en todos sus mítines de campaña no se ha visto hasta ahora, y más bien ha campeado la vieja política de la opacidad, la conseja autoritaria de que no se mueve la hoja de un árbol si no lo ordena el jefe.

Así, llegamos a la instalación del comité de entrega-recepción que ordena la ley sin que la opinión pública conozca a los comisionados del gobernador electo. Sin que la opinión pública pudiese dilucidar o debatir si se trata de los hombres y las mujeres que pueden prefigurar la formación de un gobierno de izquierda, un gobierno de cambios ciertos y no cosméticos, un gobierno a la altura de las expectativas que se han creado los ciudadanos que le dieron a Torreblanca un holgado triunfo, una victoria de más de 13 puntos sobre el candidato que representaba a las fuerzas del viejo orden autoritario y antidemocrático.

¿Esa ventaja es un cheque en blanco o más bien una grandísima responsabilidad? ¿En Chilpan-cingo, la Costa Chica y La Montaña querrán que todo cambie para que todo siga igual? No lo creo.