EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Los números de La Parota y la dignidad

Juan García Costilla

Septiembre 24, 2005

CANAL PRIVADO

 

La economía de mercado, el neoliberalismo y la globalización nos han impuesto su peculiar manera de entender y analizar la realidad a partir de cifras, porcentajes, índices, estadísticas, parámetros y demás variables numéricas. Por encima de cualquier otro método, los economistas, administradores y financieros del nuevo siglo decretaron que ninguna acción o decisión puede ser viable sin el fundamento de la aritmética.

En menos de dos décadas convencieron –con no muy buenos modos– a gobernantes y líderes políticos de la fría imparcialidad y milimétrica eficiencia de su sistema; tanto, que lo elevaron a una especie de ideología, manual o mapa indispensable de la modernidad.

Si les parece una exageración, sólo chequen a quienes nos gobiernan ofreciéndonos a cada rato cifras optimistas para probar sus éxitos al frente de la administración pública federal, estatal y municipal.

Serios pero orondos, nos dicen que los niveles de inseguridad y delincuencia bajaron 2, 4, 10 o 15 puntos “con relación al ejercicio del año anterior”; y aunque uno se queda deprimido por tener tan pésima suerte –porque nos robaron el carro, se metieron a la casa del vecino y secuestraron al primo de la esposa– no hay pero que valga, los números no mienten.

Luego nos aseguran que la economía va muy bien, que las finanzas nacionales están de pelos y que el empleo y la inversión crecieron, todo sosteniéndolo con cifras, índices y números, of course; y uno no sabe qué onda con su ingreso personal –porque sentimos que las cosas están cada día más duras. Pero no hay pero que valga, los números no se equivocan.

Pero ahí no acaba la cosa, se ponen peor en elecciones –internas, externas, intermedias, constitucionales, todas. Se encomiendan a las encuestas –contratando empresas a modo– para presumir en los medios electrónicos sus niveles de popularidad y reconocimiento público, aunque los ciudadanos los conozcamos, pero por pillos.

One plus one is two, no matter what. Órale.

El colmo es que hasta el estatus social ya se mide por la cantidad e importancia de los números en la vida de cada quien: cuentas bancarias, claves NIP, códigos exclusivos, contraseñas; teléfonos celulares, normales y hasta frecuencias de radio Nextel, ¿ves?

Y uno se ataranta tratando de dominar semejante lógica, tan virtual y nebulosa. Por eso ya ni respingamos, por más incoherente, errónea y falsa que pueda parecernos alguna “verdad oficial”, que el poder económico y político nos quieran vender.

Andamos tan ocupados protegiendo nuestra numeralia personal, que ya perdimos capacidad de análisis, de crítica y preferimos –por apatía, sumisión o resignación– dar por hecho que si lo dicen los números, “pos ha de ser verdad”.

Para no ir muy lejos, a propósito de La Parota la CFE nos acaba de aventar argumentos numéricos irresistibles y espectaculares sobre el enorme potencial de desarrollo regional de la presa, mas allá de su intrínseca capacidad energética. Y muchos nos las tragamos sin chistar.

Van algunos ejemplos nada más, para no aburrirlos y no exponerme a ser acusado de retardatario.

El anzuelo favorito de la CFE es el que nos vende muy seguro mi querido brodi Campos: “Con la construcción de La Parota se generarán 10 mil empleos”. Nadie en su sano juicio se atrevería a desairar semejante oferta, sobre todo en regiones tan limitadas y precarias en ese rubro como Guerrero. Lo malo es que esa cantidad es lo único que nos dicen. Ningún detalle ni precisión adicional sobre tal alud de chambas.

Mal harían, porque detrás de la cifra se esconde, en primer lugar, “una pequeña salvedad”: que los empleos no son permanentes, sino que se abrirán a lo largo de cinco o seis años, no todos a la vez. Terminando la presa dirán “muchas gracias por su esfuerzo, chao”.

Un poco más oculta, otra minucia: ¿qué tipo de empleos, con qué salarios, quiénes tendrán los mejores puestos, qué capacitación se requiere para aspirar a posiciones calificadas? Nada, sólo “10 mil empleos”. ¡Guau!

Otra: “Con La Parota estará garantizado el abasto de agua para Acapulco durante los próximos 50 años”. ¡Qué buena noticia, ya estaba uno hasta el copete con el racionamiento permanente de la CAPAMA! Pero, una pregunta: La Parota no está que digamos a la vuelta de la esquina y, según sé, para aprovechar el agua de la presa y traerla hasta acá pues hay que meterle una buena lana en infraestructura, máquinas de bombeo, potabilizadoras, tubería y demás fierros. ¿La va a poner la CFE? ¿Está previsto ese recurso en el presupuesto de la hidroeléctrica? Si no lo han dicho expresamente, quiere decir que las respuestas a mis dos preguntas son no y no. “¿Y la nieve de qué la quieren, de limón? ¿No les bastan 50 añotes sin sed? De veras que ya ni la amuelan, por eso están como están”, reprocharía algún entusiasta parotero.

Pero lo que sí me calentó de plano fueron las declaraciones de un funcionario de la CFE, que campechanamente dijo que lo que le iban a pagar a los comuneros por sus tierras era “una cantidad superior al valor comercial”. Órale. A ver, si no me equivoco, el valor comercial es un tanto subjetivo, está condicionado a la oferta y a la demanda, y a las necesidades del comprador. Y si recuerdo bien, desde hace quince años los técnicos de la CFE concluyeron que la zona de La Parota reunía las condiciones, si no ideales, sí adecuadas para ese proyecto. Además, por lo que sabemos –poco, pero revelador– los mil 200 millones de dólares que cuesta la obra tienen muy interesados cuando menos a dos inversionistas de la primera división: al gobierno chino, la potencia económica del nuevo milenio; y al mexicano Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo.

¿Cuál debe ser entonces el valor comercial de las tierras de los comuneros? Es pregunta, que conste.

El mismo mes y el mismo funcionario de la CFE, dijo que las “casitas prefabricadas que les vamos a dar a los comuneros están mejor que las que habitan actualmente”. ¿Captan la gachés de la frase? Primero, “casitas”. Ergo: van a ser unos huevitos, que no sé si alcancen para las numerosas familias de nuestros paisanos ejidatarios. Para colmo, “prefabricadas”. Ya se imaginarán las cajas de cartón, plafón, lámina y yeso, hechas en serie y construidas en tres patadas, todas igualitas, para que ahí cada quien le vaya poniendo su estilo personal. Y al final, el remate: “Están mejor que las que habitan actualmente”. ¡Bolas! Digo, entiendo que la forma de vida y los estilos arquitectónicos de la gente de la costa no sean del agrado de don funcionario, acostumbrado a vivir entre cemento, autos y edificios. Me imagino que para él seria imposible vivir así. Fuchi, guácala de perro.

Pero eso no le da derecho a criticar con tal desprecio y soberbia una cultura que, está clarísimo, no entiende. Porque una cosa es que sean pobres, y otra muy diferente es que vivir en una palapa, cerca de la naturaleza y bajo la sombra de una parota sea peor que apretarse en una casita prefabricada, en medio de una unidad habitacional fea, enajenante y deprimente. Chequen la Luis Donaldo Colosio, namás para que se den un quemón. En esa zona, abundan los vecinos con empleo y salarios asegurados, que no se ven demasiado felices, al menos no más que los comuneros de La Parota.

Si el proyecto de La Parota es tan importante y necesario, si tendrá efectos tan positivos para la región, si su presupuesto es tan grande, ¿por qué no alcanza para ofrecer un futuro más digno y atractivo a los principales afectados?

Si los números de La Parota son tan alentadores, si su viabilidad es enorme –eléctrica, acuífera y financieramente– para el gobierno federal, el estatal y para los inversionistas privados, ¿por qué sólo ofrece migajas a los dueños actuales de la tierra?

Es pregunta, insisto. Nada más les pido un favor: si me van a responder, que no sea con números.

Porque antes que cualquier cifra, estadística o porcentaje, están las personas, los seres humanos; porque los números deben servir para que los hombres vivan mejor y no para que los hombres trabajen en favor de mejores números.

 

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