EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

María y Agustín en Acapulco: 1945, luna de miel;1947, la ruptura

Anituy Rebolledo Ayerdi

Septiembre 21, 2023

 

Las y los ex

Al año de su actuación en el espectáculo inaugural del Hotel de las Américas, en la península de Las Playas, Agustín Lara regresó al puerto, pero ahora trae del brazo a María Félix, la deslumbrante actriz del cine mexicano, su esposa. Viene por su cuarta luna de miel –María Rivas, Angelina Bruschetta y Carmen Zozaya. Ella, la tercera: Enrique Álvarez y Raúl Prado, del Trío Calaveras–. Ocupan el mejor búngalo de la hospedería que tomará más tarde el nombre María Bonita.
La presencia de María y Agustín provoca gran revuelo y aplausos en las noches del cabaret La Bocana, del propio hotel, y del Ciro’s, del hotel Casablanca. El rostro de ella resalta hermoso a la luz de la luna, luce el cabello suelto y cubre su esbeltez con un vestido strapless color champaña y una mascada turquesa cubriendo los hombros. No obstante, la mayor expectación será provocada por los zafiros de su aderezo, el regalo de bodas. La pista será solo para ellos cuando se deslicen a los acordes de Orquídeas a la luz de la luna, recordando seguramente que fue en el Ciro’s de la Ciudad de México donde se conocieron.

Con sus propias palabras

AGUSTÍN: A la vuelta de los años 40 conocí a María Félix y viví con ella un tiempo. El 24 de diciembre de 1945 nos casamos. Para ella hice en Acapulco la canción María Bonita.
MARÍA: Lloré al escuchar María Bonita, era la primera vez que lo hacía. La segunda fue cuando vi morir a Manolete en España.
AGUSTÍN: Con todo y que estaba acostumbrado al éxito de mis canciones, me sentí muy agradecido y orgulloso de lo mucho que le gustó la canción a Machángeles (así la llamaba por “macha” y angelical). La ofrenda me permitió abrigar expectativas falsas.
MARÍA: Convencida de que Agustín no daría a conocer jamás Maria Bonita, por considerarla una ofrenda íntima, a escondidas hice llegar la partitura a Pedro Vargas. Le pedí al Negro que la cantara en una ceremonia donde estaríamos ambos.
AGUSTÍN: Me sentí traicionado cuando escuché María Bonita en la voz de mi compadre Pedro Vargas, durante una entrega de premios de cine. No me atreví a reclamarle nada a ella porque esa noche, particularmente, Maruca lucía como la mujer más bella, elegante y adorable del mundo.

Mentirosillos

El periodista Fernando Morales Ortiz desmentirá al propio compositor cuando revele que el vals María Bonita lo compuso Lara en Acapulco, efectivamente, pero cuando han transcurrido dos años de la luna de miel. Ocurrirá en 1947, cuando la pareja vacacione aquí mismo, luego del estreno de la película Enamorada. Se hospedan esta vez en el hotel Papagayo y será su propietario, el general Juan Andrew Almazán, quien ordene traer un piano de cola de la Ciudad de México, “por si el Maestro quisiera desentumirse los dedos y de paso componer alguna cosilla”. La “cosilla” fue Acuérdate de Acapulco…
AGUSTIN: “María Bonita significó un respiro, muy breve por cierto, para una relación prácticamente liquidada”. Ella, por su parte, avala esta última versión pero, amnésica, se olvida del búngalo del Hotel de las Américas.
MARÍA: “Mi luna de miel fue en un búngalo del hotel Papagayo, en la playa Hornos y ahí mismo Agustín me compuso María Bonita.

Acuérdate de Acapulco
De aquellas noches
María Bonita, María del alma
Acuérdate que en la playa
Con tus manitas las estrellitas las enjuagabas.

La aclamada unión matrimonial consumada en el mar acapulqueño naufragará, sin embargo, en el mar negro de los celos:

Tengo celos de ti porque te quiero
unos celos mortales que son incesantes…
pídeme el corazón, vida de mi alma,
que si de algo te sirve , ¡te lo doy! (Celos).

MARÍA: ¡Agustín me tiene hasta la madre con sus celos y sus infidelidades! Aunque lo único que agarra el pobre son bailarinas de nalgas polveadas.
AGUSTÍN: ¿Mis celos, perjura? ¡Mis cuernos!
Durante un agarrón nocturno, en el que se lanzaron palabras tan hirientes como puñales, Agustín saca a relucir la vieja versión sobre sobre los amoríos de María con el presidente Miguel Alemán Valdés, precisamente en Acapulco. Por cierto, hacía poco que el músico había suspendido su actuación en un cabaret capitalino al notar la presencia del mandatario entre el público. La rabia le hará reprochar:

Por qué te hizo el destino pecadora,
si no sabes vender el corazón. (Pecadora).

MARÍA: ¡Antes, quizás sí, hijo de mala madre, pero estando contigo, nunca!
La Doña no soporta más estar junto a tamaño perjuro. A escondidas de él emprende un viaje de compras a Nueva York. Cuando aquél se entera no corre al aeropuerto en pos de un vuelo para seguirla. Va directo al piano:

Soy como un pájaro herido
mis noches no tienen luna
desde que el último nido
la ingrata fortuna vino a deshacer. (Mensaje).

Agustín será el hombre más feliz del mundo cuando reciba un telegrama de Nueva York. Es de Maruca, informándole: “Te vas a ir de nalgas cuando veas el encendedor que te llevo, de oro macizo con tus iniciales en diamantes. Chao”. La alegría de sentirse perdonado estimulará su cursilería congénita.

Cuando vuelvas, virgencita del recuerdo
pedacito de mi vida
reina de mi corazón. (Cuando vuelvas).

MARÍA vuelve al hogar luego de dos semanas en Nueva York y viene decidida a mandar al Flaco a “chingar a su maúser”
–¡Ya no lo soporto! –clama, pero se resiste a abandonarlo, si bien a partir de entonces se verán muy poco por causa de los compromisos de ambos. No obstante, el tributo musical no faltará:

Humo en los ojos
cuando volviste
cuando me viste
antes que a nadie
no sé por qué. (Humo en los ojos).

MARÍA: ¡Si no lo hago ahora me volveré loca!
Agustín bebe, fuma y llora. Un retrato de María sobre el piano:

Cuando veo tu retrato
el único que tengo…
lo tomo entre mis manos
nublándose mis ojos
ya que es la única prenda
que me quedó de ti. (Tu retrato).

MARÍA: “¡Vaya con el tipo, está rematadamente loco!”, sentencia ella cuando se entera de que Agustín pretende prohibirle su inminente viaje a España. Seguramente algún tinterillo le ha hecho creer que puede hacerlo en su calidad de legítimo esposo. “¡Pendejos!”.
AGUSTÍN: ¡A menos que vayamos juntos! –se da el lujo de condicionar.
MARÍA: ¡Loco y pendejo! –estalla la hembra cuando se entera de las hablillas del medio que aseguran que va a España a reunirse con el torero Luis Miguel Dominguín (casado con la actriz italiana Lucía Bosé, con quien procreó al cantante y actor Miguel Bosé). El mismo cuyo grosero desdén provocó el suicidio de Miroslava Stern, la hermosa actriz checa del cine mexicano. Esto también en versión de las chapoyadas.
MARÍA: ¡Y si así fuera qué chingaos le importa a él y a nadie! –responde encabronada.
Agustín, arrepentido, avergonzado por su absurda pretensión de frustrar el viaje de María a España, se refugia con sus leales compañeros: los cigarrillos Pall Mall, (también de los tronadores, se decía), el coñac Hennessy y su piano.

Cuando llegues a Madrid
chulona mía.
voy a hacerte emperatriz
de Lavapiés
y alfombrarte con claveles la Gran Vía
y a bañarte con vinillo de Jerez. (Madrid).
AGUSTÍN: Estuve enamoradísimo de María. La adoraba, la veía como una mujer-Diosa. Me llenaba de orgullo saberla únicamente mía.

Amor,
por ti bebí mi propio llanto
Amor,
fuiste mi cruz, mi religión.

AGUSTÍN: Abandoné la casa que fue nido de nuestro amor con sólo un cepillo de dientes en el bolsillo y un océano de tristezas en el alma. A la mañana siguiente compré muchas rosas rojas y se las envié a María con estas letras: “María: te envío 999 rosas rojas, ¡tu eres la numero mil!”. Y esta carta:

“Ni tú ni yo creemos en la casualidad. Hay un supremo designio absoluto y eterno que une las almas y la separa. Los filósofos llaman a ese fenómeno destino. Los gitanos le llaman suerte. Y esto ha sido para mí encontrar el diluvio de cascabeles de tu risa, tu rebeldía, tu inconsciencia, tu cordialidad humana y, en fin, tu amor.
“Es tan difícil esa palabra que yo, viejo marino de todas las tempestades, he temblado al escribirla. He llevado la tremenda duda que golpea el corazón, un remordimiento no a la evidencia sino a la esperanza. Aliméntala, María, como tú quieras, con tus engaños, con tus mentiras, pero deja que viva como la más dulce quimera de mi alma. Ahí vas a encontrar un nuevo templo en donde las religiones se vuelven una sola; un idioma con el que ha topado la humanidad, una música que cantarán todos los hombres y los pájaros y el mar y los arboles y la sangre. ¡Bendita seas!”.