EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Mucho ruido y pocas nueces

Juan García Costilla

Diciembre 07, 2016

A pesar del enorme mitote anti Donald Trump mexicano, de vestiduras rasgadas, indignación colectiva, repudio generalizado, espíritu revanchista y patriotismo reivindicatorio, la campaña y elección del mentadísimo para la Presidencia de Estados Unidos alcanzó para unirnos en su contra, pero no a nuestro favor.
Sí claro, como recordé en la pasada entrega, desde el 8 de noviembre por la noche, en las redes sociales mexicanas aparecieron ipso facto convocatorias a boicotear la economía gabacha y llamados a consumir productos locales que se hicieron virales en cuestión de horas, pero, como es normal en estos fenómenos, en menos de dos semanas se enfriaron y olvidaron.
Pero a pesar del agravante de un puñado de videos de racismo alarmante (uno de los más vistos, apócrifo) de güeras y güeros en contra de nuestros paisanos en tierra ajena, la única acción de apoyo corrió a cargo del vilipendiado presidente Enrique Peña Nieto, que dos días después de la elección anunció que con el fin de “afrontar estas nuevas circunstancias”, su gobierno y el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) habían acordado “tratar” de dar empleo a los mexicanos que serían deportados.
Luego de una reunión con los secretarios de Hacienda, José Antonio Meade, y de Economía, Ildefonso Guajardo, con los integrantes del Consejo Nacional del CCE, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, destacó que “la unidad entre la sociedad y las autoridades será fundamental en la relación con Estados Unidos”.
La única acción, y para colmo tampoco parece muy reconfortante; primero, por eso de que ‘tratarían’ de dar empleo a los mexicanos deportados; segundo, porque a los empresarios del CCE seguramente el gobierno les torció el brazo para que participaran, y seguro también pusieron sus condiciones, ya saben, exención o reducción de impuestos, contratitos y esas cosas que siempre piden para entrarle a la unidad nacional; y tercero, porque ni siquiera se animaron a precisar cuántos empleos se crearían.
No hubo, al menos que este escribidor sepa, acciones correspondientes, simultáneas y espontáneas de grupos y cámaras de comerciantes y empresarios no afiliados al CCE, de sindicatos y gremios, del magisterio y la burocracia, de banqueros, turisteros, artistas famosos del cine y la música, de periodistas y medios, de organizaciones ciudadanas u organismos no gubernamentales, de asociaciones y fundaciones.
Los que sí se están moviendo y haciendo mucho, son precisamente los mexicanos sin papeles migratorios. “Mientras son peras o manzanas, si Donald Trump cumple su promesa de impedir el envío de remesas de indocumentados o gravarlas con altos impuestos para construir el muro a todo lo largo de la frontera, México se encamina a otro nuevo récord anual en la recepción de remesas familiares en dólares”, sostuvo un editorial en el portal electrónico de La Opinión, uno de los medios más leídos por la comunidad hispana en Estados Unidos.
“La proyección de analistas financieros como BBVA Bancomer y Banorte prevé que a finales de diciembre la cantidad acumulada sería de alrededor de los 27 mil millones de dólares, mucho más de los 26 mil 365 millones que se calculaban a mediados de año y 2 mil millones más de lo que se recibió en 2015”.
Cifras nada despreciables, considerando que las remesas son la segunda fuente de divisas más importante del país, después del petróleo y antes que el turismo.
Es obvia la preocupación de cientos de miles de paisanos allá, preparándose ya, voluntariamente o a fuerzas, para regresar acá. Sin embargo, no se ven suficientes brazos abiertos para recibirlos como se merecen, por habérsela jugado, partido y rifado por nosotros.
Se fueron porque su país les dio muy poco, casi nada. A cambio, desde otro país le dieron mucho al suyo.
Porque no les dimos oportunidades de vida y trabajo dignos, porque no pudimos retenerlos, porque buscaron chamba y dólares de lo que hubiera –piscadores, meseros, peones, jardineros, albañiles, sirvientas, mozos–, para mantenerse allá y a sus familias acá.
A pesar de estar lejos, en una cultura distinta, supieron y pudieron conservar la suya, sin dejarse intimidar ni vencer por la discriminación, el rechazo, la estigmatización, los prejuicios y las agresiones verbales y físicas de millones de gringos güeros que la campaña de Trump no parió, simplemente sacó del closet.
Por eso y más merecen ser recibidos por muchos más brazos abiertos de los que se perciben hasta ahora. Porque no sólo necesitarán empleos, obvia prioridad; con y más sin ellos, también necesitarán generosidad, respeto, reconocimiento, tolerancia y solidaridad de su pueblo.
Debe preocuparnos y ocuparnos a todos, porque será difícil, muy difícil.
Si Trump logra, como anunció, deportar a 8 millones de indocumentados en su primer año de gobierno, será imposible que la oferta laboral de Peña Nieto y el CEE satisfaga la enorme demanda inminente.
El principal daño que puede provocarnos la presidencia de Donald Trump y su contexto, o para ser más precisos, el probable y posible éxodo mexicano de reversa, es dividirnos y enfrentarnos aún más. “That way”, diría Trump con su elegante oratoria, “you can fuck’em more easily”.
Imagínense a millones de mexicanos sin chamba, más de los que ya existen, en un entorno de por sí desafiante, violento, agitado, en una sociedad de por sí desconfiada, intolerante, frustrada, temerosa, malhumorada y dividida. Parecen ingredientes más que suficientes para preparar el caldo ideal para cultivar lo peor de la naturaleza humana. No sería difícil que entre los mexicanos surgieran sentimientos xenofóbicos, sin duda una cruel paradoja auto discriminatoria.
El desafío compete ineludible pero no solamente a la presidencia priísta de Peña Nieto. Compete a todos, principal pero no solamente a las cúpulas partidistas y empresariales, también a todos los candidatos a la Presidencia, y por supuesto también a la sociedad civil.
Cualquiera que sea la reacción y el proyecto del Estado mexicano ante la presidencia gringa más feroz, autoritaria y despótica de las últimas décadas (someterse y resistir, o imponerse y dirigir), lo único seguro es que divididos y enfrentados nos va a ir muy mal.
Más nos vale actuar de inmediato, porque el dinosaurio ya está aquí, y porque hasta ahora, hemos hecho mucho ruido para muy pocas nueces.

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