EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

No acostumbrarse a la tragedia

Juan García Costilla

Diciembre 16, 2015

Como algunos lectores saben y varios han hecho lo mismo, este escribidor se convirtió al grinchismo fundamentalista, tras veintitantos años de ferviente navideñismo, por culpa de los que producen la parafernalia alusiva y periféricos indispensables para imbuirse del espíritu y ataviarse con el estilo de la temporada; por culpa de los que venden en sus tiendas todo lo que los primeros producen; por culpa de los que se asocian con los anteriores para promover sus productos y mercancías en los medios habidos y por haber… y neta también, y quizá principalmente, por culpa de la gente que compra todo lo que aquellos producen, anuncian y venden.
Ah, y last but not least, por culpa del repertorio yingol bel integrado por los villancicos de rigor y los clásicos de siempre, ese playlist omnipresente e interminable, sonando de fondo en tiendas, centros comerciales, y almacenes de prestigio, pa’ que los consumidores potenciales (todos) anden bien alegres y feliches, sensibles y amorosos, con cara y ganas de andar tarareando esa de quisieeral muuundo darle hogar y llee-narlo de amoor, seembrar mil flooores de colooor en-ees-taa Naa-vidaad.
Para colmo, Santa Clos es el patrono insigna de las fiestas, y los Santos Reyes, monarcas derrocados y desterrados. El gorro emblemático sobre la cabeza de cajeras, cajeros y dependientes en las tiendas, de merolicas y merolicos en la tele… pa’ donde mire uno. El traje rojiblanco afelpado, y las bototas y cinturonzote negros, clásico del panzón barbón y canoso, como disfraz de animadores e imitadores con botargas, y, por supuesto, la carcajada jojojó hasta la saciedad, a cargo de barítonos asalariados o espontáneos.
Pero lo pior, como si pior no estubiera la cosa, es que desde hace varios años las temporadas de Navidad y Año Nuevo, ya no durán 30 ni 45 días. Cada vez, los dueños de la franquicia, Santa y sus secuaces, la estiran más, hasta que aguante el aguinaldo de los consumidores. Como ésta de 2015, que comenzó desde principios de octubre, y sabrá la bola hasta cuando la declaren oficialmente concluida.
Por eso y muchas cosas más, lectores grinchianos como el que escribe, a levantar la cara y caminar erguidos, sin pena y bien orondos, que en estas navidades contemporáneas de cuatro meses, ser Grinch ya no es villanía, sino estoicismo heroico, mártir y santo.
Vergüenza debiera darles a aquellos, según ellos los más firmes defensores y entusiastas seguidores de la Navidad, que pervierten su significado religioso y deforman sus rituales espirituales: recogimiento, reflexión, desprendimiento, solidaridad, perdón, armonía, paz y amor para todos las mujeres y los hombres de buena voluntad.
Está clarísimo, al menos para mí, que ser Grinch hoy es más virtud que pecado, sobre todo si se es Grinch y además guerrerense.
Díganme si me azoto, pero en este Guerrero nuestro de 2015, la Navidad de las tiendas se siente y se ve más absurda y carente de sentido que en otros lares, donde la discusión, el conflicto, la pobreza, la injusticia, la violencia, el crimen, la muerte, la desesperanza, el agravio, el resentimiento y el odio, no son asuntos de todos los días, donde la gente aún no se acostumbra a la tragedia.
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