EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Notas acerca de la narrativa breve

Federico Vite

Diciembre 04, 2018

El final del amor (Páginas de Espuma, España, 2011, 163 páginas), de Marcos Giralt Torrente, nos recuerda que el cuento es más que una mera viñeta. Las unidades narrativas breves crean un contexto para mostrarnos, con un instante revelador, una totalidad compleja; dicho sea de paso, construyen eso que falla en el mundo y lo dejan girando.
Este volumen de cuentos, de rigurosas 35 páginas cada uno, confirman el oficio que posee Giralt Torrente; en este negocio forma es fondo y la geometría, como es el caso de El final del amor, es una proposición literaria bien definida, consumada incluso hasta en nimias referencias.
Hace mucho tiempo que no encontraba la justa dimensión de la palabra artefacto para definir un libro de cuentos. Este es el caso, porque se nota el pulido y el acabado de los textos, cada uno de ellos posee la estupenda manufactura de un texto memorable.
Obviamente, al pensar en la cantidad de páginas de cada uno de los textos reunidos en este volumen que obtuvo el primer premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero, se duda de que sean cuentos. A veces, lo cuantitativo es más impactante que lo cualitativo. En 35 páginas, un autor torpe estarían postulando el arranque de una novela, pero, como bien sabemos, la novela está obligada a sondear la totalidad y el cuento no está diseñado para eso, sino para insinuar mediante revelaciones los temas esenciales ungidos en la sique del autor.
Pienso que un cuento de cinco páginas, otro de 15, de 20 y otro de 35 no se construyen de la misma forma. No son lo mismo, aunque todos tengan altas dosis de tensión narrativa. Sé que los malabares en un cuento de 35 páginas son exigencias de alta fidelidad narrativa.
En El final del amor descubro cuentos con gran profundidad sicológica, el autor literalmente bucea en la mente de los personajes; también, cuerpos narrativos con énfasis en las atmósferas. Giralt posee una penetrante mirada sicológica, hecho habitual en la novela, pero en esta caso la usa de manera afortunada para darle cariz de cuento a cada una de las cuatro propuestas del volumen. Elige narradores testigos para desarrollar su historia. Dosifica la información ofreciendo digresiones conjeturales a los relatos. Incluso las afirmaciones de los personajes son afectadas por la inseguridad de sus pensamientos (el propio narrador duda habitualmente) y modifican con esa forma tímida de tocar el mundo la resolución de cada uno de los textos.
Giralt recrea paisajes y personajes, se toma su tiempo en ello y lo hace con solvencia. Son los ejes del relato. Coloca un enigma entre paisaje y personaje que permite el avance vertical del cuento. Posterior a la siembra de ese misterio, el suspense en sí mismo, la caminata hacia el final del texto es lenta y se avanza de manera horizontal. Ergo: se bordea el núcleo del cuento, eso permite la creación de un aparente desenlace repentino.
El autor trenza muy bien las dos historias y, al final de los cuentos, evita las explicaciones sobre el fracaso amoroso y se distancia afectivamente de lo narrado; logra este efecto gracias a la temporalidad de sus cuentos. Es decir, cada unidad es una constante digresión, el lector presencia todo el recorrido temporal de los personajes anclados al pasado y espera que esa ancla por fin salga a flote, pero la pericia del autor consuma el cuento con revelaciones mayores a los amores frustrados.
Me queda bien claro que El final del amor no es una reflexión sobre las relaciones de pareja, como aparenta de manera cursi el título, sino un pretexto para construir las resonancias de una voz narrativa que trabaja desde la memoria para descubrir algo que los narradores desconocen de sí mismos. Bien podría leerse este volumen como un manual para ingresar a la orfebrería del alto oficio narrativo del cuento que postula James Joyce en Dublineses.
Antes de acabar, hablo rápidamente de los cuentos. En Nos rodeaban palmeras se narra el viaje de una pareja a una isla del océano Índico. Los protagonistas creen que con unas vacaciones evitarán la disolución de su matrimonio. Durante la travesía conocen a una pareja alemana que muestra una decadencia afectiva, son la premonición, el futuro que les espera si continúan juntos. En Cautivos se narra la extraña y longeva relación entre Alicia y Guillermo Cunningham. Se enfatiza el rechazo familiar por esa unión, en apariencia frívola y snob, un matrimonio que elige irse de España para no ser como los españoles, pero termina siendo un amasijo de miedos y de silencios, algo inhumano. Es un retrato estupendo de una pareja tóxica.
Joanna, el más logrado de los cuatro cuentos, inicia gracias a los recuerdos que propicia una llamada telefónica a una estación de radio. El narrador comprende en su totalidad la relación que mantuvo durante su adolescencia con una jovencita burguesa; pero en especial, recuerda la perturbadora familia de ella. El final, sin ser sorpresivo, es lo que llamamos una epifanía total.
Última gota fría retrata el testimonio de un adolescente que no sabe cómo lidiar con sus padres divorciados. La madre intenta salvar el matrimonio, pero los sucesivos fracasos económicos y profesionales del padre son un verdadero desastre, desaniman a cualquier mujer. No hay mucho más por hacer, salvo dar cuenta del pantano emocional, del hundimiento. Que tengan un amoroso martes.