EL-SUR

Martes 29 de Octubre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Noviembre

Silvestre Pacheco León

Noviembre 19, 2018

El mes comenzó de fiesta por la celebración de Todos Santos y la luna en cuarto menguante se hizo nueva el 7 de noviembre. La lluvia no termina de irse y mejor llegan los frentes fríos que traen nieve al territorio nacional y también precipitaciones en el estado.
En la cañada del río Azul la vida continúa conforme al ritmo de las tradiciones que tienen en la campanadas de las iglesias el medio para recordarlo.
Desde Petaquillas la selva originaria que se eleva por arriba de río llama la atención del viajero por sus tupidas flores blancas que las enredadera extienden como sábanas blancas sobre las copas de los árboles, y son blancas también las que lucen los guajes colorados que en esta temporada están floreciendo.
En mis viajes a la capital me he hecho curioso para contar desde la carretera las higueras amarillas, (ficus insípida) esos árboles gigantescos de fronda portentosa, de tallos y hojas amarillas, tan escasos y llamativos porque sostienen su enorme pesos casi siempre descansando sobre una roca, monumentos de la naturaleza para admiración de los humanos.
Cuento tres de esos ejemplares en la margen derecha del río Huacapa, en el trayecto de Petaquillas a la hacienda de Tepechicotlán. Pasando este pueblo y ahora del lado izquierdo, frente a los sembradíos, hay otros dos ejemplares. El sexto se encuentra en territorio de Quechultenango, en la margen derecha, a unos cuantos pasos de la carretera, resguardado por dos ceibas plantadas que enmarcan la imagen de la Virgen María, cuyo anuncio de su fiesta se hizo público ayer con algarabía de jóvenes que recorrieron las calles. (la religiosidad que es una búsqueda en el mundo de insatisfechos se vuelve más patente con las crisis).
Otra higuera amarilla, a la que casi le toca el número seis de la lista, para mayor admiración de los que saben que ese número en la biblia define al mal, está también en Quechultenango, en el pináculo del promontorio de rocas volcánicas, en el punto conocido como la Piedra de Iguana, en la margen izquierda del Huacapa, casi a la mitad del camino de la cabecera municipal a la comunidad de Coscamila.
Dice la leyenda que es el lugar donde Lucifer se aparece en la mitad de la noche para atender a quienes lo visitan en esa hora demandándole riquezas. Hay una lista larga de gente que ha vivido la experiencia del encuentro, casi todos borrachines quienes salvo que su petición al Demonio haya sido mantenerse en estado etílico, nunca pasaron de pobres.
El último árbol de esos ejemplares está casi llegando al pueblo de Colotlipa, también en la margen izquierda de la carretera donde crece sobre una gran peña rojiza que se divisa a los lejos. Esos son para mí los árboles más llamativos de los que busco un ejemplar para sembrar, de la especie de los ficus, dentro de una selva donde abundan las higueras blancas y prietas que pertenecen al mismo género.
La historia muy peculiar que se cuenta sobre este árbol amarillo tan llamativo por su color que parece encenderse con los rayos del sol, habla de que habiendo Dios ofrecido a cada especie que escogiera un lugar para crecer, éste se desentendió de buscarlo y cuando llegó la fecha de notificar el lugar escogido, el ficus insípida no alcanzó lugar, y fue la decisión divina la que le permitió hacerlo sólo sobre las rocas para no invadir el territorio repartido, sin imaginar que con ello estaba propiciando que cada ejemplar destacara ante todos por el amarillo encendido de su tallo que pintaba del mismo color cada una de sus hojas. La única dificultad que tuvo fue para reproducirse en ese terreno con aridez de roca, de ahí deviene su escasez y también mi interés para conseguir un ejemplar de tamaño que pueda trasplantar.
Las cosechas

En Tepechicotlán que es el primer pueblo que sale a nuestro paso, en cada corredor de sus casas hay un desfile de calabazas de diferentes tamaños y de las más variadas formas, redondas y blancas con tenues rayas verticales de color verde como balones de futbol, también unas casi obscuras y de cascara delgada, otras costilludas y blancas, duras como piedra, de pulpa maciza y exquisitas en conserva, pero quizá las más llamativas son las llamadas pescuezonas, de figura caprichosa y color entre verde y amarillo difusos, Tamalayotas, pipianas y huizayotas, son los nombres para los conocedores.
Es el mes de la cosecha. Las jícamas expuestas en los surcos como el cacahuate, arrancados de raíz. Muy de mañana los campesinos salen a los campos con sus tecolpetes a la espalda. Donde los alquilan cada quien toma un surco para la pizca, y entre el riesgo de un piquete de alacrán o la mordedura de una serpiente, caminan cortando la mazorca, mata por mata, abriéndose paso entre la hierba que creció de manera desmesurada, caminan hasta llenar sus recipientes. Así van y vienen durante la jornada de ocho horas y calor sofocante.
En el llano los caminos se vuelven polvorientos por el trajín de los vehículos acarreando la mazorca. Los campesinos tienen 15 días para terminar la cosecha porque en el último día se abren las trancas al paso de las reses hambrientas.
Antes la cosecha del maíz tenía otro ritmo porque se acarreaba con animales de carga. Había más ajetreo, los peones escaseaban y las bestias, sin tregua, no se daban abasto. Había que juntar la mazorca en las parcelas y montar guardia nocturna en los montones.
Los acarreadores y arreadores de las bestias podían hacer negocio con las viudas del pueblo que instalaban puestos en los caminos para intercambiar refrescos y aguas frescas por mazorcas y en los campos familias enteras iban tras los peones juntando las mazorcas que quedaban como motitichi, así llamado lo que queda en abandono.
PD. El escritor, dibujante y poeta, Fernando del Paso murió el 16 de noviembre a los 83 años de edad. Es una pena que sólo al morir muchos mexicanos conocieron a este hombre excepcional que dedicó su vida a las letras, y apenas se distrajo con tantas operaciones quirúrgicas peligrosas a las que sobrevivió. Sus novelas son verdaderos monumentos de la literatura. Escritor erudito, que dilató el cúmulo de palabras inventadas fue también admirable por su exótica y festiva forma de vestir que era una manera de festejar su amor por la vida.