EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Para merecer un mejor gobierno

Juan García Costilla

Septiembre 14, 2016

“Los pueblos tienen el gobierno que merecen”, reza la muy mentada frasecita de imprecisa e incierta autoría. Unos se la atribuyen a Winston Churchill, otros al conde Joseph de Maistre, aunque varios sostienen que el autor es desconocido.
Si los estudiosos no lo saben con certeza, menos éste, su seguro pero poco estudioso escribidor. Mi única certeza es que siempre que la escucho o la leo me parece chocante e incómoda, especialmente cuando se la han aplicado a nuestro pueblo y alguno de sus gobiernos, y seguro nunca tan chocante e incómoda aplicada ahorita, cuando anda tan enchilado el pueblo y tan diatiro el gobierno.
“Chale, te pasas escribidor”, adivino a varios lectores repelando. “Ni madres, ¿pos qué hicimos o dejamos de hacer, tan gacho e imperdonable, como para merecer este gobierno?”, me cuestionarán mal encarados, aún enmuinados a flor de piel por la visita de Donald Trump, y para colmo, aún sin salir de la depre causada por la inesperada, irreparable e inoportuna pérdida de Juanga. “Híjole”, les diría con respeto pero equiparable franqueza, porque hay ejemplos y argumentos suficientes y claros para justificar la chocante e incómoda presunción de que algo hicimos para merecer este gobierno.
Pa’ comenzar, pues elegir a Enrique Peña Nieto como presidente de la República; al menos la mayoría que votó por él y no por otro. Fue tanta la fiesta que hicimos cuando el PRI por fin perdió la hegemonía, que quién iba a pensar que apenas doce años después, en sólo dos sexenios, el tricolor la recuperaría con lo mismo que la perdió: votos.
Luego, siguiendo con la respetuosa franqueza, al parecer no alcanzó la alternancia electoral para convertirnos en una sociedad democrática verdadera, participativa, informada, responsable, comprometida, pensante. Eso sí, sobró para volverla crítica, cáustica, catártica y despiadada, de palabra, más que de hechos, sobre todo en las redes sociales, en contra del gobierno y de todo lo que parezca beneficiado, afiliado o aliado.
Hay otros ejemplos con argumentos, varios, no pocos, pero como no pretendo chocar ni incomodar de más, agrego sólo dos, vivitos y coleando.
Uno, que por estridente y justificada que haya sido la indignación popular por la visita de Trump y “la traición del presidente Peña Nieto”, por innumerables las mentadas proferidas por doquier en contra de ambos personajes, no alcanzó para sacar a miles a las calles y las plazas, y protestar en el mundo real más que en el virtual.
Dos, para mí el peor, que por mucho que retiemble en sus centros nuestra tierra, por estridente e intensa que sea la lucha por el poder, no alcanza para inspirar ideas más elevadas y argumentos más relevantes para debatir, que los de la grilla chafa acostumbrada.
Que si Miguel Ángel Osorio Chong se quedó sin contendiente para la candidatura grande de su partido, que si la tercera de Andrés Manuel López Obrador ora sí será la vencida, que si los gringos tienen candidata presidencial nosotros tenemos a Margarita Zavala, que si no hay alianzas ganará el PRI, o que si las hay perderá El Peje… y párenle de contar. Al menos hasta ahora, el argumento del conflicto no da para más.
Lo peor es que, como siempre, el respetable también parece enganchado en la grilla partidista, formados y vociferantes en las filas de cada uno de los mencionados pretensos.
La crisis política es evidente, inocultable, un reto enorme e ineludible, no sólo para el gobierno de Enrique Peña Nieto, también para todos los partidos y sus candidatos, para el sistema político en general.
¿Acaso no obligan el contexto y la coyuntura, a proponer algo más elaborado, serio y trascendente para el debate sucesorio, que el alegato ramplón y pedestre de quién es el bueno o la buena para la Presidencia? Como si una persona, un partido, o seis años, fueran suficientes para salir del hoyo profundo y obscuro en el que estamos metidos todos.
Para muchos mexicanos, me atrevo a decir que la gran mayoría, la filiación partidista del próximo presidente de la República será irrelevante. De sobra hemos confirmado que los vicios, corruptelas, abusos e ineficiencias, no son ajenos a ningún candidato ni partido en el poder.
Ni siquiera a López Obrador, quien gobernó la ciudad de México, siendo perredista, con opacidades y desatinos casi tan cuestionables como cualquiera. La única diferencia quizá es que su principal promesa, cambio de fondo, podría convocar a votantes hartos de la continuidad estéril. Sin embargo, por lo mismo, algunos analistas piensan que la candidatura presidencial del Peje ahuyentaría a los votantes conservadores, en beneficio del PAN, si lo representa Margarita Zavala, o del PRI y sus aliados, si su candidato logra recuperar la confianza de la militancia tradicional.
¿Ven qué fácil es engancharse en la grilla? Por eso es indispensable desprenderse de las fobias y filias impuestas por la clase política, tomar distancia y enfriar pasiones, para poder mirar y entender mejor qué es lo que mejor conviene a todos, y distinguir lo que mejor conviene a unos cuantos.
Asistimos y participamos en el espectáculo tragicómico de un sistema que se protege con un muro, como el que pretende construir y cobrarnos Trump, pero en este caso para separarse de los que dice representar. Si el pueblo le da la espalda a su gobierno, lo que le queda es despedirlo y elegir otro.
En circunstancias y contextos distintos, la realidad política española enfrenta desafíos similares a los nuestros. Como prueba, comparto aquí lo que el politólogo catalán y colaborador de El País, Ignacio Sotelo, escribió el lunes pasado en las páginas de ese diario.
“La ironía de Brecht se hace realidad palpable en un momento de gravísima crisis social que amenaza incluso con el derrumbe de la democracia. Agazapado en su mayoría absoluta, Rajoy pretende ir tirando los años que quedan de legislatura, simplemente desconectando de un pueblo que hace preguntas insidiosas que no pueden, ni deben contestarse”.
Más adelante, Sotelo parece hablarle también a los mexicanos. “La democracia es el menos malo de los gobiernos, siempre y cuando los intereses de los de arriba cuenten con un apoyo social mayoritario, pero, como bien ha dicho un general en la reserva, por encima de la democracia está la patria, y la patria como ha quedado de manifiesto en las operaciones para ‘salvarla’ que hemos vivido a lo largo de nuestra historia contemporánea, se identifica siempre con los intereses de los de arriba.
“Cuando la situación económica hace a los de abajo cada vez más difíciles los apaños de sobrevivencia, cunde la indignación ante lo que se permiten los de arriba, pero en el fondo pensamos que tontos no son los corruptos, sino los que se dejan pillar. Quizás los pueblos tengan los gobiernos que se merezcan”.
Ojalá y los mexicanos, ciudadanos y políticos, acreditemos lo que se necesita para merecer un mejor gobierno.

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