EL-SUR

Jueves 17 de Octubre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Paradojas de la globalización

Héctor Manuel Popoca Boone

Marzo 24, 2005

 

En las postrimerías del siglo XX surge con gran empuje y auge el fenómeno de la globalización. Esto es, la internacionalización de las relaciones económicas, políticas y sociales como nunca se había dado en la historia de la humanidad. Es la tendencia cada vez más creciente del libre flujo de bienes, mercancías, ideas, dinero y gente a lo largo y ancho de todo el planeta.

La globalización que está entronizándose no es neutral. La égida de la misma la encontramos en lo que quieren para su propia conveniencia las grandes corporaciones transnacionales, que son las dominantes a nivel mundial en lo económico y financiero. Y por ende, permean e influyen el ámbito de la política, de la ideología, de los valores y principios que predominan en la globalización.

Principio básico de la actual tendencia planetaria es la expansión de la uniformidad, tanto de la oferta como de la demanda de bienes, gustos, y en general, de los satisfactores materiales de la sociedad. El mismo producto, de la misma calidad, con el mismo precio, en cualquier parte del mundo. Para eso se requiere que exista y prevalezca igualdad de gusto y apetencia, en buena parte inducidos, en la mayoría de los consumidores reales y potenciales en todo el orbe.

La competencia económica por la apropiación de los mercados regionales no se da ya como nos lo enseñaron en las clases de economía. La libre oferta no se presenta por diferencias reales en los productos y servicios que compiten; sino en las ficticias y subjetivas que es capaz de provocar y convencer la publicidad en los gustos de los consumidores masivos. La mercadotecnia, junto con la teleinformática, deviene en el principal medio de estrategia para la penetración, conquista y control de los mercados mundiales.

La globalización contemporánea pretende también que los recursos naturales planetarios queden a disposición del mercado internacional. Léase, bajo la férula de las corporaciones transnacionales que son las que dominan la economía mundial. De ahí que se coaccione en diferentes formas a los países con menor desarrollo para que los privaticen. La guerra de Irak en última instancia no persiguió otra cosa más que la apropiación del petróleo árabe por parte de las compañías petroleras norteamericanas. La privatización de los recursos energéticos de México, al final de cuentas, tiene el mismo propósito.

A esta acción de uniformidad y estandarización del hombre-consumo a nivel mundial; surge por oposición, una reacción múltiple y diversa que emana desde lo más profundo de los pueblos. Su presencia se hace visible desde las manifestaciones sociales de los alter mundistas, el surgimiento de los fundamentalismos religiosos, la reivindicación de las autonomías regionales, la defensa de identidad que hacen los pueblos emigrantes, la renovación de los nacionalismos, hasta las expresiones límites como la de los alzados de Chiapas.

Al avasallamiento de la uniformidad que se trata de imponer por medios sutiles, se levanta el clamor por el respeto a la diversidad y del derecho a ser diferente, a ser otro. A la idea del hombre universal y unidimensional, el mismo en todas las latitudes; se levanta la protesta de la idea que pugna por el hombre plural y poliédrico, distinto en cada parte. En este milenio las luchas sociales se significarán por la soberanía de las naciones, la autodeterminación de los pueblos y por la preservación de los recursos naturales, señaladamente, el agua, los energéticos y la biodiversidad.

Frente al logo mercantil totalizador y acaparador; adquieren presencia múltiple para la sobrevivencia, imágenes y símbolos diversos, con diferentes significados, con los que muchos hombres y mujeres se resisten a ser uno y se entercan en ser el otro. A la concepción social homogenizadora de la globalización, se le contrapone la imaginación social heterogénea y de pleno respeto a las minorías.

Para algunos de nosotros, son tres los obstáculos que en la globalización impiden el genuino progreso de las sociedades y pueblos: el primero es seguir confundiendo que el bienestar social depende unívocamente del desarrollo industrial y tecnológico. Que las necesidades humanas deben de ser adecuadas a las condiciones y requerimientos de la tecnología y de la producción masiva de manufacturas; y no a la inversa. La tercera es que siempre la uniformidad se opondrá a la libertad intrínseca del ser humano. Por eso no hemos tenido porvenir como especie: ni con el colectivismo absoluto de los estados burocráticos, ni con el apogeo de la sociedad de consumo masivo sin equidad, que fomenta el capitalismo en el marco de su expresión actual: la globalización.

 

  1. Así son las cosas, zanca: El próximo domingo, más de uno exclamará: ¡Cristo resucitado! No es cierto. Lo traemos todavía bien crucificado al interior de cada uno de nosotros.