EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión  

Paralelismos de la transición global-nacional (II)

Para Luis Marin Marín. La globalización cascabelea como un carro sin compresión en el motor, pierde fuerza y está en riesgo de quedar varada. Así lo advierte el declive de la tasa media de crecimiento económico mundial al dejar atrás los niveles superiores al 5.0% del periodo de posguerra (1946-1970) y colocarse por encima de … Continúa leyendo Paralelismos de la transición global-nacional (II)

Abril 03, 2018

Para Luis Marin Marín.

La globalización cascabelea como un carro sin compresión en el motor, pierde fuerza y está en riesgo de quedar varada. Así lo advierte el declive de la tasa media de crecimiento económico mundial al dejar atrás los niveles superiores al 5.0% del periodo de posguerra (1946-1970) y colocarse por encima de 4.0% durante el auge globalizador (1975-2000-2007) y perfilarse por encima de 3.0% después de la crisis del 2007-2008 sin que hasta ahora haya visos de que se corregirá la tendencia –a pesar de los pronósticos de los organismos financieros multilaterales y nacionales que acostumbran hacer cada año con infundado optimismo para cumplir su papel de evitar el pánico de inversionistas y mercaderes.
El problema se amplía cuando el auge globalizador no sólo queda por debajo del nivel de crecimiento del periodo anterior, sino que, a diferencia de ese periodo –de fortalecimiento industrial con desendeudamiento–, el auge global de los 80-90s se hace posible con dinero prestado, donde el sistema financiero hace su agosto, pero no sólo, sino que se cuela y toma la delantera en la lógica de la ganancia, haciendo del interés un motor de enriquecimiento más rápido que el mismo sector productivo, en grado tal que se permite financiar y refinanciar adquiriendo velocidad digit@l y así, reedit@r los juegos especulativos que llevaron al crack del 29, el juego de rentabilizar no el crédito per sé sino el precio de las empresas por encima de su mercado y, en esta sobrevaloración accionaria respecto del sustrato material del mercado, compromete el trabajo futuro en tanto que fuente de la valorización efectiva por la vía de la producción de mercancías y servicios no financieros.
Nada distante de un circuito de lavado de dinero, donde se emite dinero digit@l en préstamo y se recoge dinero de a de veras a cambio. En fin, que se crea un doble problema: sobrevaloración accionaria sin correspondencia de mercado y sobrendeudamiento de las empresas y del trabajo, con la singularidad de esta velocid@d centrífuga que le permite escapar de la producción y dispararse con relativa autonomía haciendo del sector financiero el ámbito preponderante de la inversión y la ganancia en la dinámica económica mundial, transfigurándose a la manera de burbujas que se desprenden y se elevan hasta que la presión las hace estallar, mas ello no importa porque su preponderancia económica deviene preponderancia política y llegado el caso de un colapso-crisis, el Estado entra en auxilio, imprimiendo dinero, socializando el rescate para regresar al escenario a este sector que por su lugar en el entram@do socioeconómico entra hasta la cocina del hogar más humilde y se torna como un engranaje imprescindible del sistema y de ahí que cuando el carro, o sea, el sistema económico-financiero, estuvo a punto de pararse, pudo ajustarse y continuar (2009). Pero todo tiene un límite y el horizonte se difumina entre la niebla del cambio climático y el cambio socioeconómico.
Pero no vaya a pensar que se nubla el camino sólo por el agregado de la deuda pública, que no es poca cosa (pues representa alrededor de la tercera parte del endeudamiento abierto que se eleva a más del doble del Producto Interno Mundial), sino porque el sector productivo además de la competencia especulativa y el peso de la deuda de todos (corporativa-empresarial, de las personas y de los gobiernos) se encuentra obstruido por diversos factores como el confinamiento de tecnologías provocado por la acción defensiva de los monopolios tradicionales y los de nueva generación creados por los derechos de propiedad intelectual como recurso jurídico-político sin el cual la economía del conocimiento no podría hacerse valer como contrarresto de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia o el mismo agobio tecnológico y la consecuente saturación relativa de mercados, o la guerra comercial-arancelaria en ciernes, asuntos que habríamos de tratar con puntualidad y desglose.
No obstante, abro esta cadena argumental, que he tratado en anteriores entregas (y por lo cual ofrezco disculpas) pues, al ser referente como agregación de los problemas actuales de la globalización, tenemos que atender que, por un lado, no significa que sean problemas externos a los países, como lo ejemplifica el nuestro al estar interconectado con la globalización al cien por ciento a pesar de que ello no significa que el cien por ciento de los mexicanos sean beneficiarios directos sino sólo el 10 y sin embargo…, y por otro lado, que el principal enchufe global de nuestro país es a través de Estados Unidos siendo que la problemática de preponderancia financiera, sobrendeudamiento, burbuja accionaria del mercado bursátil y congestión tecnológica, productiva y comercial tiene su epicentro en Estados Unidos, con lo que México viene corriendo su suerte aparejada en paralelo de la problemática global.
Mas esto no significa que la globalización determina sin margen de maniobra al conjunto de las naciones, ciertamente nadie escapa a la dinámica glob@l como fase del desarrollo capitalista, pero lo que estamos diciendo puntualmente es que la inserción a la globalización se enfrenta desde la condicional nacional, desde la vía, como lo han categorizado Dabat y Ordoñez, que se configura desde la particular condición sociohistórica y de trazo, diferenciándose, fundamentalmente, por dos pilares o contrafuertes: el desarrollo interno de un núcleo tecnoproductivo vinculado en grado al sector electrónico-informático y de las telecomunicaciones como sector-factor transformador-dinamizador; y la incorporación distributiva del trabajo.
De tal forma que estos aspectos duros se asumen dependiendo las condiciones de cada país y se revisten desde la forma sociopolítica de cada nación como lo prefiguraron desde el arranque de la fase globalizadora, los Tigres Asiáticos o los países escandinavos y de manera muy especial China, donde se adentraron al libre comercio, propio de la fase glob@l, pero sin abandonar el núcleo tecnoproductivo interior y el proceso de incorporación del trabajo como basamento distributivo, a diferencia de Estados Unidos que tras su soberbia como principal potencia se aventuró sin más y hoy se halla estremecido por el déficit comercial, la insuficiencia fiscal, el endeudamiento, la burbuja accionaria, el empleo precario y el ensanchamiento de la pobreza, y peor aún, sin terminar de definir claramente su vía y siempre expuesto a los arrebatos de su presidente.
México no está en una disyuntiva, entre lo nacional y lo global, ni entre lo social y lo económico, mucho menos entre la honestidad o la preparación de un candidato sino en la encrucijada establecida entre la negociación del TLC y la aún ausente convocatoria nacional a la definición de la vía de desarrollo que asegure el motor interno y los acuerdos sociales sin los cuales el desenlace electoral no tiene perspectiva. La transición global a pesar de ser incierta está en curso. En México sigue pendiente.

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