EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Por la reivindicación del Manifiesto Masculinista

Juan García Costilla

Octubre 19, 2016

Pocas veces como ésta ha sido tan menester aclaración previa al tema y propósito de Canal Privado. Por ello, antes de lo que diré después, aclaro que los placeres masoquistas ni se me dan ni los entiendo, y mucho menos las tendencias suicidas. Lo aclaro, porque reconozco que eso pensarán los lectores de su humilde escribidor, particularmente los masculinos, pues conocen y han sentido en carne propia los riesgos y perjuicios inherentes a la osadía de criticar, discutir, discrepar y/o cuestionar cualquier derecho, libertad, causa y bandera del respetable y queridísimo, pero intimidante, género femenino.
Pero no porque rechace, me queje, niegue o resista alguna de las reivindicaciones y conquistas feministas, tampoco porque crea un despropósito la necesidad de garantizar equidad de género en el Congreso y el mercado laboral, y menos porque subestime la gravedad de los abusos y la violencia en contra de las mujeres.
Pero sí, porque a veces, sólo a veces, las consignas, actitudes y reclamos femeninos parecen demasiado beligerantes, estridentes, dogmáticos y desproporcionados; tanto, que los varones sólo nos atrevemos a comentarlos en corto, a veces, seguros de la ausencia de moros… moras en la costa, para evitar ser víctimas de calificaciones cáusticas y acusaciones despiadadas.
Tanto que, a veces, sólo a veces, dan ganas de sugerirles respetuosa y cordialmente, que le bajen una o dos rayitas. Especialmente en esta época digital, pues a pesar de que el movimiento feminista no es nuevo en México, mucho menos en las sociedades avanzadas, el surgimiento de Internet y el auge de las redes sociales reverberaron las voces que antes no se oían, y empoderaron notablemente las más representativas de la pluralidad, como las de las mujeres.
Eso es algo, sin duda, para celebrarse… a veces. Porque ahora, a veces, los varones nos sentimos más intimidados que nunca por el feminismo, dispuestos a obedecer la vieja recomendación machista, invertida: “calladitos se ven más bonitos… o menos feos”.
Aunque a las mujeres les cuesta entenderlo, creerlo y aceptarlo, sé que la mayoría de mis congéneres, los hombres pues, queremos ser aliados de sus luchas, no enemigos a vencer. Sabemos y reconocemos la sobrevivencia de impresentables y vergonzosos miembros del machismo arcaico mexicano, que vaya que los hay, pero son los menos, no los más.
Por eso me atrevo a pedirles hoy, lo que en julio de 1988 demandó Marcelo Mario de Melo, en su Manifiesto del Movimiento Masculinista Nordestino, o El Pasquim de Sao Paulo, que en México fue traducido por Hermann Bellinghausen y publicado por La Jornada en 1989.
En su primer punto, el manifiesto define la necesidad de que “los varones heterosexuales hagan un pronunciamiento que les permita definir su propia identidad, sin mala fe y con la propiedad de quien ha comprendido que el mundo es para ser compartido.
“En las cuestiones ligadas a la discriminación y a los papeles sexuales, las mujeres ya agarraron su onda, los homosexuales y los bisexuales también.
Todos los sectores se movilizan. ¿Y cómo quedamos nosotros, que no somos mujeres, ni homosexuales, y rechazamos el modelo machista que nos es impuesto desde niñitos como marca de la masculinidad?”.
Para De Melo, la respuesta estaba “en el masculinismo –un movimiento crítico, autocrítico, cachondo, solidarista y convivencial–. Sabiendo que de cartas de principios y discursos generosos la humanidad ya está hasta la madre y el padre, ponemos el dedo en la llaga a través de un manifiesto y una proclama de lo que rechazamos y lo que pretendemos transformar para vivir mejor”.
Concretamente, el osado brasileño enlistó una serie de causas y demandas que en seguida comparto y, por supuesto, suscribo.
Contra el terror machista.
Contra la dictadura clitoridiana.
Contra el homosexualismo autoritario.
Por la reconciliación del espermatozoide con el óvulo.
Renunciamos a todas las prerrogativas del poder machista. Que ombre sea escrito sin H. No nos consideramos ni superiores ni inferiores a las mujeres, a los gays y a los bis, somos diferentes e iguales.
Somos solidarios con cualquier salida (o entrada) sexual que la humanidad tenga a bien inventar y gozar, siempre que no haya imposición o violencia. Y exigimos que se respete nuestra opción fundamental: gustamos de la mujer.
Por el derecho a orinar sentado.
Por el respeto al pudor masculino, mingitorios privados.
Por el amparo a los padres solteros abandonados por las mujeres amadas desalmadas; guarderías en las cantinas.
Queremos pensión por viudez, pensión alimenticia y licencia por cuidados paternos. No amamantamos, pero podemos preparar biberones y cambiar pañales.
Por la liberación de la lágrima masculina.
Contra el cierre del mercado de trabajo a los hombres: queremos ser secretarios, telefonistas, nanas, etc., etc.
No queremos ser jefes de familia, ni regentes sexuales. Igualdad fuera y arriba de la cama.
Queremos coger más por debajo.
Queremos que nos canten y que nos cojan.
Por el derecho de que no se nos pare sin explicaciones; a la mujer también le falla. Aquel que nunca falló que tire la primera piedra.
Abajo la máscara de la fortaleza masculina. Queremos tener derecho a asumir nuestras fragilidades.
Abajo el complejo de cornudo. ¿Por qué la mujer no es cornuda? Fidelidad o infidelidad recíprocas.
La caballerosidad es cansada, aburrida y costosa. Delicadeza es unisex. Que sea extinguida la caballerosidad o se instaure, también, la damosidad.
Queremos recibir flores.
Queremos aprender corte, confección y costura; cocina; cuidado de niños, etcétera. En contrapartida, enseñaremos a las mujeres a cambiar llantas, tanques de gas y fusibles; a defenderse con los puños, espantar ladrones, matar cucarachas y ratones.
Por la paternidad responsable y contra la gravidez y el uso de los hijos como chantaje sentimental contra nosotros.
Protestamos contra el hecho de que nuestro órgano de amor sea representado con espadas, cañones, macanas y otros instrumentos de agresión y guerra. Sólo aceptamos la simbolización a partir de cosas gustosas y sanas: chocolates, bizcochos, bananas, lápices de labios, paletas, pirulís. Denunciamos como principales vías conductoras del machismo a las abuelitas cándidas, las mujercitas fresas, las madrecitas posesivas y las profesoras asexuadas.
Al final, De Melo proclamó “la Nueva República del machismo” y convocó a la solidaridad decidida de la sociedad en general, porque “somos todos oprimidos. Y, siendo los hombres estadísticamente minoritarios frente a las mujeres, esto ya nos caracteriza como minoría oprimida. Nosotros, hombres masculinistas, sufrimos la represión de los machos, de las feministas sectarias y de los gays autoritarios. Requerimos, por lo tanto, el apoyo extremo y la solidaridad máxima por parte de la sociedad inservil”.
Congéneres, ¿se animan, o les da miedo?

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