EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión  

¿Qué tal le caen los nuevos snobs?

  Son ese tipo de personas que asisten a las ferias de libros con el fervor creciente de las masas, aunque no sean masa, pero van con la euforia a conocer a los autores, a criticarlos exhaustivamente e incluso a mostrar con suficiencia doctoral la sapiencia que exudan al respetable público que aunque no masivo, … Continúa leyendo ¿Qué tal le caen los nuevos snobs?

Mayo 03, 2022

 

Son ese tipo de personas que asisten a las ferias de libros con el fervor creciente de las masas, aunque no sean masa, pero van con la euforia a conocer a los autores, a criticarlos exhaustivamente e incluso a mostrar con suficiencia doctoral la sapiencia que exudan al respetable público que aunque no masivo, por la misma naturaleza de nuestra realidad pandémica, siempre queda anonadado al contemplar la renovación de una especie, me refiero a los temidos snobs que en otros tiempos fueron considerados como la fauna no querida por la nobleza, pero emanada de ella. Hoy hay algunos cambios, pero antes de ingresar a ello, déjeme decirle que se les conoce antiguamente por su habilidad para copiar o imitar estilos, apariencias, costumbres y, en especial, las opiniones de las personas a las que considera refinadas o distinguidas. Dicho de otra manera, el snob es alguien que reproduce lo que hace y dice la elite intelectual, o la clase alta, ¿por qué?, pues porque aspira a pertenecer a esa intelligentsia. Es decir, quiere a toda costa ingresar a esa casta compuesta por personas involucradas en complejas actividades mentales y creativas orientadas al desarrollo y la diseminación de la cultura, incluyendo, por supuesto, a intelectuales y grupos cercanos a ellos, como los reporteros, por ejemplo. Hablo de los nuevos snobs, una presentación rejuvenecida del viejo molde que en épocas ya idas pululaba en el ecosistema cultural como una pez en el agua mórbida, porque mórbida siempre ha sido esa runfla.
El snob imita al grupo social que desea pertenecer. Copia el modo de hablar, la vestimenta y consume lo mismo que ellos. Al mismo tiempo, notará usted que el snob se diferencia de los individuos a quienes considera inferiores e incluso los despreciará porque representan todo eso que él ha sido y adonde intenta no volver. Pongamos por ejemplo a una persona de clase media que mediante el ejercicio de actividades culturales asciende a algo distinto que no es. Su realidad, digamos, cambia por el mero hecho de aspirar a otra. Si el clásico snob busca lo exquisito y lo exquisito está relacionado con lo exótico y lo caro, ahora ese mismo parangón se encuentra en lo tradicional y en lo popular (el pueblo, bueno y sabio), por consiguiente desdeña todo eso que tiene un tufo a la rancia aristocracia. Suelen criticar con acerbas palabras a todo aquel individuo que no forma parte del grupo de los nuevos exquisitos, a aquellos que no comparten el mismo placer, el fervor y la ideología de quien abraza lo exótico como una auténtica experiencia vital.
Para los nuevos snob, hablar de pobres y ricos, de fifís y chairos, es el caldo de cultivo. Son nuevos snobs en la medida que odian, con la dicotomía de lo bueno y lo sabio del pueblo, a lo exótico. Se expresan verbalmente con facilidad, con mucho dominio de sí mismos. Toman la palabra sólo para conversar de lo que anhelan oír: ideología nacionalista, valores populares, austeridad y amor por los más pobres, odio por los ricos. Obviamente también aleccionan a los asistentes (literalmente adoctrinan) sobre la necesidad de rechazar lo exótico y, por añadidura, aristocrático; en especial, rechazan a quienes no ven lo sublime en la austeridad y en el nacionalismo. Suelen repetir una y otra vez los nombres de algunos autores, publicados en la editorial del Estado, para enunciar así el deber ser del nuevo snobismo. Las cuestiones más interesantes no son lo literario sino lo ideológico, por eso los nuevos snobs asisten a las actividades de las ferias de libro para soltar, a la menor provocación, la supremacía moral e ideológica que los caracteriza. Son un grupo moralmente superior que divulga un nuevo credo. El nuevo credo es aspiracional también: ser parte de la nueva aristocracia popular e histórica. Hay algo viejo en esta conversión, un desplazamiento de valores que da continuidad a un sistema idéntico al anterior, pero disfrazado de novedad. Snobs vs Nuevos Snobs. Y son los nuevos snobs quienes hablan con fe de lo que creen que el resto ignora, pero no enuncian sus ideológicas palabras con ganas de conversar sino que aleccionan, con una soledad inusitada y una necesidad de ser vistos, sobre lo que debe tratar un libro y lo que debe hablar un escritor en la presentación de ese libro. Eso es lo único atendido y obviamente aprobado por los nuevos snobs de la nueva intelligentsia. En épocas de austeridad, la fama y el prestigio no se obtienen con el trabajo. No. Es como antes, en los tiempos del viejo PRI, cuando la fama y el prestigio se conseguían aplaudiendo mucho, con muchos amigos que halagan igualmente con efusividad y con entusiasmo. El aplauso es la meta.
Los snobs se deben en gran medida a la odiosa fama de exquisitos (recordemos que la exquisitez está relacionada con los tópicos mencionados líneas atrás, lo exótico esencialmente); pero los nuevos snobs, en las llamadas épocas de austeridad, donde la mayoría de las fiestas de libro están orquestadas por una ideología minimalista en cuanto a volumen y a calidad de participantes, buscan ser parte de eso y bogan por divulgar el deber ser de una intelligentsia ceñida a los ideales políticos, no estéticos, de un proyecto cultural. Ser popular y nacionalista, entonces, es un imperativo categórico para quien intenta sobresalir en el portentoso Continente Literario renovado. La presencia de los nuevos snobs y la nueva intelligentsia da esa certeza.
Hay algo importante que debe señalarse, una paradoja creciente que describe a los cuadros de los nuevos snobs, los tensa y dinamita, porque recordemos que un snob nunca alcanza el estatus que desea. Su posición entre lo que aspira a ser y es resulta una mera acción narrativa y narrar, usted sabe, es crear un efecto.
En la etimología de la palabra snob encontramos un caso muy interesante, que explica el origen de su matiz despectivo, ya que se usa para calificar negativamente a una persona. Según los expertos de la lengua, se trata de una contracción de sine nobilitate, una frase en latín que puede traducirse de manera llana como “sin nobleza”. Para el ensayista José Ortega y Gasset, el origen de esta particular contracción de dos términos latinos sine nobilitate surgió a raíz de que las antiguas listas de vecinos en Inglaterra mostraban junto a los nombres sus respectivos oficios y sus rangos; de este modo, a las personas pertenecientes a la burguesía les correspondía un “s. nob”, que indicaba “sin nobleza”.
En el caso de los nuevos snobs es bien claro un asunto: el prestigio se gana aplaudiendo y aplaudir es cosa seria; uno no sabe si en alguna de esas jornadas de aplaudimiento es posible obtener la fama que, en estos tiempos, se confunde con el prestigio. Son los tiempos que corren. Aunque Charles Dickens diría otra cosa, algo así, por ejemplo  “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos. La edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero nada teníamos, íbamos directamente al cielo y nos perdíamos en sentido opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, solo es aceptable la comparación en grado superlativo”. ¿A poco no?