EL-SUR

Jueves 19 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Septiembre: México lindo y diverso

Ana Cecilia Terrazas

Septiembre 14, 2024

AMERIZAJE

Comentaba recientemente que hace algunas décadas era impensable –para quien no había caído en alguna desgracia que le forzara a la migración– planear vivir en otro lugar, en otro país, en otro contexto.
Vengo de una familia verde, blanco y roja, con todo el orgullo puesto siempre en este México tan inasible en una sola definición o desde una sola mirada. Mi padre, incluso, debió haber sido historiador y no economista, porque trae prendida la antorcha de las conquistas, las batallas, los episodios y capítulos históricos que nos llenan de memorias no vividas.
La globalización, el siglo, el mundo digital, el desdibujamiento de fronteras en todos sentidos, abrazando de lleno la posmodernidad que se nos va de las manos y nos avienta a un planeta en proceso de devastación, señalan, sin embargo, un sentido contrario a ese ilusorio e ingenuo deseo de vivir siempre en la patria propia.
Las corrientes migratorias en el país, las del continente y las de todo el mundo, han dispuesto otro orden de prioridades y arrojado a la agenda pública ese derecho humano inscrito en la Declaración Universal de los Derechos Humanos que dice: “toda persona tiene derecho a una nacionalidad”, y que “a nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad”.
Las generaciones milenials y centenials no tienen como prioridad comprar casa, sino ir rentando en donde vayan armando la vida, todo en gerundio, todo en movimiento. La patria se vuelve líquida para personas jóvenes que pertenecen a una suerte de mundo mundial digital en el que todo está muy cerca, aunque no se haya vivido la experiencia en persona.
No obstante, en pleno septiembre de 2024, un año que en lo personal ha sido para esta autora convulso, difícil, luminoso, de privilegio, alegre, triste… y que no termina aún, se cuece el tuétano tricolor de ilusiones para pensar, e invitar a pensar, por lo menos 10 cosas muy mexicanas, enormemente disfrutables:
1.- La facilidad con la que se puede sonreír, platicar y hacerse de un comadrazgo en la tiendita de abarrotes de cualquier esquina. Adoro a las personas conocidas-desconocidas que tienen la amabilidad a flor de piel y aportan la cercanía si tan sólo se les requiere.
2.- El agosto-septiembre lleno de restaurantes que ofrecen presuntos o reales chiles en nogada, que van desde los más elementales productos fraudulentos y engañosos, hasta los diseños culinarios que rebasan cualquier receta original. No es que me gusten necesariamente, es que reconozco el orgullo de quien los ofrece y el gran gusto con el que la gente los consume.
3.- Nuestras playas infinitas, con diversos verde-azules, con mares de todos los tipos, con arenas nunca agrestes, con climas caliditos casi siempre. Llenas o vacías, con gente que disfruta, ríe y logra jugar a abrazar las olas durante horas y horas con una tablita, con una dona inflable, con los ojos o las fotos de los celulares.
4.- La cercanía física: tocarnos es tan mexicano. No hay fila o bola en la que no se haya sentido el cuerpo de otra persona ahí junto (obviamente, se hace una exigente excepción a los tocamientos no deseados y forzados de quien no respeta el cuerpo ajeno, el cuerpo de las mujeres). Me refiero a la facilidad con la que podemos compartir piel, de buena y no libidinosa intención, a diferencia de otras culturas.
5.- El gusto por la música y el baile, la fiesta, las verbenas, las romerías. Es impensable celebrar sin mover el cuerpo. Seguro en buena parte lo heredamos de la península ibérica. México se lee alegre en sus calles, parroquias y celebraciones patronales todavía y una las puede gozar a distancia, aunque sólo las advirtamos, a veces, en los rastros y huellas de papel picado.
6.- La posibilidad de comer todo tipo de frutas con sabor dulce, de colores, de texturas miles. Y en especial, debo decir, los mangos. Pero las fresas, la sandía, la papaya, los melones, los chico zapotes, las guayabas mexicanas, todo eso facilita una dieta sin azúcares procesadas y asegura de todas maneras un final de comida, o sea un postre, feliz.
7.- Los cielos y sus colores. Sus azules fortísimos de muchos subtonos. El azul plomizo de la Ciudad de México, siempre con destellos de grisura polucionada, o bien los divinos contrastes de los cielos en Puebla, Morelos, Mérida o La Paz.
8.- La cercanía de la familia. Difícilmente se deja de ver a los más cercanos durante más de un mes, eso casi no pasa aquí.
9.- La disposición para aguantar lo agreste; sí, se tolera mucho y por mucho tiempo, nos lleva demasiado a veces levantarnos en armas, hacer la revolución. En el ínter estamos viviendo, sobreviviendo, en relativa contentura.
10.- Finalmente, el tuteo y hermandad con lo sagrado (y hasta la maternal feminización de eso). Ahí está la Virgen de Guadalupe y la vida cotidiana cercanita a todo eso lo inefable.
Quizá mucha gente piensa que su arraigo ahora no está o pudiera llegar a no estar en México, patria bonita y diversa. Quizá ya cayó en desuso y se lee anacrónico el patriotismo de banderita. Aun así, este septiembre de iluminación en el Zócalo me rindo ante el México que a mí me parece tan lindo y querido.

@anterrazas