EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Tan lejos, tan cerca

Florencio Salazar

Marzo 03, 2022

Cuando los dictadores no pagan un precio por su agresión, provocan más caos. Joe Biden.

La invasión de Rusia a Ucrania está tan lejos de los mexicanos como la frontera de nuestro país con Estados Unidos. La inevitable vecindad ha traído acuerdos comerciales convenientes para México. Pero también lo somete a la esfera de influencia de nuestro socio principal.
La migración tiene su lado bueno. De diciembre 2020 a noviembre 2021, las remesas de los mexicanos radicados en Estados Unidos alcanzaron la cifra histórica de 50 mil 848 millones de dólares (Banco de México, noviembre 2021), que han contribuido significativamente a aliviar nuestra economía en este severo periodo de pandemia; así como el empleo legal y de indocumentados. Además, somos su segundo socio comercial. Nuestras exportaciones acumularon el año pasado 2.83 billones de dólares (Inegi, 0122, Comunicación Social).
Frente al orden mundial establecido por las potencias nucleares, los países medios –ni qué decir de los pobres– están limitados en su soberanía. Nuestro país, geopolíticamente forma parte del área de seguridad de los Estados Unidos. Para ser claros: podemos tener relaciones globales diversas, pero no aliarnos con los enemigos de los norteamericanos.
Cuando los soviéticos lograron instalar una base atómica en Cuba en 1960, Estados Unidos estableció el bloqueo naval, obligando a volver a los barcos de la entonces URSS. De haber chocado ambas fuerzas pudo haber escalado el conflicto a una guerra nuclear. Estados Unidos, bajo ninguna circunstancia, admitirá que en su zona de influencia haya presencia enemiga. Y México es parte estratégica de su zona de influencia. No es cuestión de simpatías, es la realpolitik.
El mundo occidental –Estados Unidos y Europa– han expulsado a Rusia del sistema financiero y boicotean su economía. En su reciente discurso al Congreso, el Presidente Biden dijo “se están aplicando duras sanciones por parte de Estados Unidos y sus aliados a empresas, oligarcas, bancos, compañías estatales y personas rusas” (Reforma, 020322). El boicot al sistema financiero y a la economía rusa es de la mayor severidad que se registre. Incluso, en Estados Unidos han suspendido, en tiendas y bares, la venta de vodka ruso. Rusia queda aislado del suministro de todo producto imaginable. La respuesta de Putin ha sido poner en alerta su sistema nuclear, lo que implica la posibilidad de un escenario indeseable.
Por nuestra parte, el Presidente López Obrador ha declarado que México no tomará ninguna represalia contra Rusia por invadir Ucrania, porque “queremos mantener buenas relaciones con todos los gobiernos del mundo y queremos estar en condiciones de poder hablar con las partes en conflicto”, expresó el mandatario. Y agregó: “no podemos caer en el protagonismo que no tiene que ver con la mesura que debe prevalecer en la política exterior” (El Universal, 020322).
En La guerra del siglo XXI, el Profesor Lester Thurow del Instituto Tecnológico de Massachusetts, señaló que la Guerra de las Galaxias (1980), impulsada por Reagan, provocó la desaparición del Oso “y su imperio del mal”. El Muro de Berlín fue demolido, se unificaron Alemania Occidental y Oriental, se derogó el Pacto de Varsovia. “La democracia y el capitalismo habían triunfado. Juntos habían derrotado a la dictadura y al comunismo”.
Putin, obviamente, no ha compartido el optimismo del profesor Thurow. El llamado Zar Rojo se propone restablecer la derrumbada Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas. En Ucrania miden fuerzas Estados Unidos-Europa (OTAN), y Rusia. China está a la expectativa. Estos países son miembros del exclusivo Club Nuclear de Naciones Unidas, en donde el Consejo de Seguridad, formado por las potencias, decide el destino del mundo. Basta la oposición de una sola de esas potencias para que los acuerdos de dicho Consejo sean improcedentes. Así ocurrió ahora, al oponerse Rusia al retiro de la propia Rusia de Ucrania; un movimiento que podríamos denominar surrealismo trágico.
¿Y qué tiene que ver la invasión a Ucrania con nosotros? Hasta antes del desaseo del nombramiento de embajadores, México había tenido una diplomacia impecable, internacionalmente reconocida. El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a Don Alfonso García Robles por el Acuerdo de Tlatelolco (América Latina sin armas nucleares), nuestra negativa a romper relaciones con Cuba y la paz alcanzada en El Salvador por el Grupo Contadora, se expresa en el marco de respeto a nuestro país.
No obstante, en momentos de tensión internacional, en la que está en juego el orden mundial, y Estados Unidos es menos tolerante, después del S-11, nuestro vecino seguramente registrará con quienes cuenta y con quienes no. A la luz de los hechos, el Presidente Lázaro Cárdenas declaró la guerra a las potencias del Eje en el momento oportuno: cuando los alemanes hundieron los petroleros Faja de Oro y Potrero del Llano. El envío al frente del Escuadrón 201 fue simbólico. Lo significativo fue dejar clara la alianza con Estados Unidos.
Una cosa es la retórica bolivariana y otra la confrontación entre potencias. Imaginemos un ambiente en México sin remesas; el retorno masivo de ilegales mexicanos; la cancelación de exportaciones pretextando problemas de sanidad como puede ocurrir con el aguacate, la naranja y el atún; denuncias y acciones por el narcotráfico; supresión de vuelos y cruceros; retiro de capitales; alza de intereses; caída del peso y más. ¿Riesgo remoto? Pero riesgo al fin.
Un tigre está echado. Pasa un sujeto, le jala la cola y el tigre no reacciona; luego, más atrevido, le jala los bigotes y el tigre sigue impasible. Se suceden las molestias al felino hasta que el tigre, de un zarpazo, acaba con el atrevido. El presidente Andrés Manuel López Obrador sabe de los riesgos de soltar al tigre.