EL-SUR

Sábado 07 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Una enseñanza del medio literario

Federico Vite

Octubre 29, 2019

 

The information (Flamingo, Reino Unido, 1995, 494 páginas), de Martin Amis, causó un gran revuelo en Gran Bretaña porque antes de ser publicada tuvo un show mediático debido a que Amis abandonó a su antiguo agente, Pat Kavanaugh (esposa del novelista británico Julian Barnes), para irse con El chacal estadunidense Andrew Wylie. Con esa jugada obtuvo ganancias económicas y mucha publicidad. Lo peor fue que el libro padeció esta inestabilidad emocional.
La información es una novela defectuosa (muy parecida a lo que hacen los narradores nacionales en aras de la supuesta exploración literaria) que describe, con sus desaciertos, la obscenidad subyacente en el continente literario.
Tenemos a Richard Tull, el crítico literario que construye libros para socavar la literatura tradicional pero fracasa, y Gwyn Barry, exitoso novelista tradicional, a quien todo le sale bien. Ambos son amigos, pero el éxito de uno empieza a amargar la vida y la obra del otro. Richard mueve los hilos de este volumen para obstaculizar la creciente fama y fortuna de su amigo. El resultado de este ejercicio estrambótico, a veces francamente soso, es la exploración de la figura del autor, porque hay escritores que no pueden hacer nada bien; otros, en cambio, no pueden hacer nada malo.
Richard Tull ha escrito tres novelas experimentales, cada una más oscura e ilegible que la anterior (la última, de hecho, llamada simplemente Sin título, causa migrañas instantáneas y fatiga visual a quien la lee, la agente de Tull padece todos esos males y cada posible editor de Sin título aborta la misión porque el mal de la “buena literatura” lo ataca). Gwyn Barry ha obtenido el tan ansiado éxito de ventas (en Europa y en América) con una fábula sencilla y optimista sobre un mundo ideal; la industria editorial se ha arrojado a sus pies, lo considera una renovador temático y técnico de la novela. Respira y hace literatura. Tomó como molde la trama al estilo Dickens y usó doce personajes (uno de cada grupo étnico) para unirlos en una isla donde no hay guerra ni amor. Amelior es una novela utópica sin sexo, sin conflictos ni muerte. Ha generado un cisma en el continente literario con una idea tan simple y una narración tan torpe, pero eso no importa porque Gwyn nunca fracasa. Todo marcha de manera ascendente con él.
Tull trabaja en una editorial chiquita que se mantiene de la edición de autobiografías y publica semanalmente algunas reseñas en La revista pequeña. Acosado por su miseria, esposa e hijos (unos gemelos insustanciales e innecesarios en la trama), se compromete a escribir un perfil de Gwyn. Aprovecha esta situación para buscar la manera de denigrar a su amigo: reúne a Gwyn con una ninfómana adolescente, inventa un complot de plagio e incluso se pone en contacto con el inimitable Scozzy, cuya especialidad es lastimar a las personas, torturarlas, hostigarlas, casi como un agente literario despechado. Aún así, la buena suerte del autor de Amelior continúa dándole muchas alegrías.
Lo destacable de La información es la gira literaria de Gwyn y de Tull por Estados Unidos, pues Amis suelta todo su veneno para mostrarnos que no hay nada sacro en este negocio de cándidos autores que se alían con editores maléficos. Si usted espera algo similar a Night train (1997) o a la memorable Time’s arrow (1991), temo desilusionarlo, encontrará en La información la vanidad potente de un escritor alimentando a su ego. Esta parodia está muy lejos incluso de Soy un escritor frustrado (1996), de José Ángel Mañas, donde también se aborda el síndrome del amanuense que está dispuesto a todo por brillar como un solecito veraniego en el ancho margen del mercado editorial.
The information se ciñe a la parodia de Richard, quien pretende opacar la vida de Gwyn por todos los medios posibles, y fracasa. Línea por línea, este relato ricamente estilizado es gozoso, pero aparte del puro deleite verbal, el lector presencia los actos de personajes inacabados en situaciones poco verosímiles. Con todas estas fallas, Amis logra vertebrar un discurso coherente sobre el proceso de edición de un libro y se burla de las giras promocionales de los autores que intentan henchir su prestigio a punta de entrevistas frívolas. Pero lo más disfrutable es el tratamiento de los celos profesionales. Divierte mucho leer cómo se revuelcan en su odio los escritores cuando uno de la camada simple y sencillamente despega y se adentra en la constelación novelística de su país.
También creo que La Nao de este año desdeñó a los escritores. Hubo una sola actividad que entró a trompicones en el ámbito literario: el taller de teatro realista, impartido por Fernando Martínez Monroy. El director artístico del proyecto, Gustavo Alberto Galeana Mojica, no creyó pertinente que la poesía, el teatro, la narrativa y el ensayo  tuvieran un espacio en este festival que mantiene el sello con el que Televisa “promocionaba” a este puerto.