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Opinión

OTRO PAÍS

Veracruz, el talón de Aquiles del PRI

Tomás Tenorio Galindo

Junio 03, 2016

El presidente Enrique Peña Nieto expresó hace doce días, en una entrevista que concedió al diario La Jornada, su convicción de que las elecciones locales que se realizarán el próximo domingo 5 en 14 estados no anticipan el resultado de la elección presidencial de 2018. “Cada elección tiene su condición; ninguna puede proyectar un resultado del mañana. De eso estoy absolutamente convencido”, dijo.
Lo que probablemente quiso decir es que espera que su partido, el PRI, no pierda en ninguno de esos estados, y que si pierde, tal resultado no tiene por qué asumirse como un adelanto de una derrota en la contienda por la Presidencia dos años más tarde.
Sin embargo, sí hay signos de que la elección del domingo es un anticipo de lo que puede suceder en dos años, incluidos el lodo y el encono que se han repartido en abundancia en las últimas semanas en las campañas, una porción significativa de lo cual debe adjudicarse al ex presidente panista Felipe Calderón, quien durante dos semanas se deleitó esparciendo chismes.
La primera y más grande de esas señales a la vista es la posible derrota del candidato del PRI en Veracruz, Héctor Yunes Landa, y no frente a la coalición PAN-PRD que tiene como candidato a gobernador al ex priista Miguel Angel Yunes Linares, sino frente al candidato de Morena, Cuitláhuac García Jiménez. Hasta hace unos quince días todavía se daba como un hecho natural que la disputa en Veracruz sería entre el PRI y el PAN-PRD, pero dos encuestas hechas públicas antier por los periódicos Reforma y El Universal confirmaron que mientras los primos Yunes se enredaban en un pleito feroz, el candidato de Morena avanzó paulatina pero consistentemente en el aprecio de los electores.
La encuesta de Reforma estima 31.7 por ciento de los votos para Miguel Angel Yunes, 30.8 para Héctor Yunes y 29.6 por ciento para Cuitláhuac García. Y la de El Universal prevé 32.2 por ciento de la votación para Cuitláhuac García, 31.2 para Miguel Angel Yunes y 31 por ciento para Yunes Landa.
Ese empate técnico significa que cualquiera de los tres candidatos puede ganar el gobierno de Veracruz, pero permite también la lectura de que –como lo sugiere El Universal– el que más posibilidades tiene en este momento es el aspirante de Morena, por el hecho de ser el que más apoyo neto atrajo durante la campaña.
El repunte del partido de Andrés Manuel López Obrador se explicaría por el hartazgo que el apellido Yunes provoca en la sociedad veracruzana, y en el caso de la parálisis del PRI además por la enorme repulsa que causa el actual gobernador Javier Duarte. En cualquier caso, las estimaciones son adversas al PRI, pues si no pierde frente a Morena, es probable que lo haga frente a la coalición PAN-PRD.
A pesar de que el PRI también puede perder en Tamaulipas, Puebla y Oaxaca, la derrota más dolorosa para el partido oficial sería Veracruz, aun cuando le fuera bien en el resto de las doce gubernaturas en juego. No tanto por el peso electoral de Veracruz –que no es nada desdeñable en el universo de 52 por ciento del electorado nacional que en teoría participará el domingo–, sino por la humillación que ello supondría para el priismo nacional en la antesala de la sucesión presidencial.
Para el presidente Peña Nieto, la singularidad que representa Veracruz en estas elecciones no tendría por qué significar nada en el horizonte de las presidenciales de 2018. Pero lo cierto es que significa mucho. Incluso si Morena y el PAN-PRD no ganaran y la disputa por el voto en ese estado se definiera a favor del candidato priísta, su triunfo sería por un margen mínimo que de todos modos quebrantaría las expectativas del nuevo PRI y prendería todas las alarmas del régimen.
Como sucedió en las elecciones del año pasado, el crecimiento que exhibe el partido de López Obrador es lo que inquieta al gobierno y al PRI. En aquellas fechas el presidente Peña Nieto emprendió personalmente una campaña contra el “populismo” lopezobradorista. Ahora, en una reacción que pone de manifiesto el temor que cunde en las filas del PRI, el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong, encabeza la batida contra Morena. Es por ello que el miércoles, a propósito de la atrocidad cometida por aliados de la CNTE contra maestros de Chiapas, Osorio Chong no quiso perder la oportunidad de dirigir vía Twitter un mensaje contra López Obrador, en el que dijo que reprueba “a quien hace alianzas que fomentan esta violencia y no piensa en la educación de las niñas y niños”, en referencia a los acercamientos entre el líder de Morena y la disidencia magisterial.
Lo que Peña Nieto desearía conjurar es la caída de su popularidad y la desaprobación que su gobierno suscita en la población, que inevitablemente se trasladan al PRI y sus candidatos y alimentan las buenas cifras de Morena y López Obrador. Debe recordarse que la aprobación de Peña Nieto se encuentra en 30 por ciento en las mediciones del diario Reforma, tres puntos menos que hace un año y en el peor nivel que haya tenido un presidente, y que la población está inconforme con el manejo de la economía, el empleo, el combate a la pobreza, la inseguridad pública y el narcotráfico. Mientras que la desaprobación social a la gestión de Peña Nieto está en 66 por ciento, dos puntos porcentuales más que un año atrás.
Por eso es que el Presidente dice que las elecciones de este domingo no son una proyección de las del 2018. Quisiera que no fuera así y que su gestión no estuviera a prueba, como lo está. Pero estas elecciones sí son una anticipación, a escala y con los matices del caso, de lo que puede suceder en dos años, e indudablemente su gobierno estará bajo el escrutinio del electorado.

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