EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Verdades incómodas

Juan García Costilla

Julio 27, 2016

“¿A qué hora regresas?”, le pregunté a mijo mayor, antes de que saliera a una fiesta por la noche con sus amigos de Chilpancingo, con expresión y tono de madre aprehensiva, inevitables siempre que mi retoño se va de juerga nocturna. Aclaro que lo de madre no tiene ninguna connotación misógina ni peyorativa en contra de las señoras, pero a cualquiera le consta que en eso de preocuparse por la seguridad del fruto de sus vientres, se pintan solas.
“Como a las tres de la mañana”, me respondió y agregó, tanteándome, “pero te quería proponer algo. ¿Y si mejor me quedo a dormir en la casa de Willy?”, sugirió atento a mi reacción. “Yes Jesus and your big bloomers (si chucha y tus calzonzotes)”, pensé mirándolo suspicaz. Pero ni se inmutó, por lo que lo seguí mirando mientras cavilaba los pros y contras de la idea. “Pos no suena tan mal”, acepté callado. “Me quedaría más tranquilo que si regresa de madrugada, por la obscuridad siniestra de las calles de Chilpo”, discurrí aún callado, y le dije, a manera de despedida, “sale pues, na’ más no bebas mucho”.
Sobra decirles que esa noche, en efecto, dormí mucho más tranquilo que todas las salidas nocturnas anteriores de mijo. Obvio también, desde entonces el esquema se volvió convención para todas las fiestas caseras de sus amigos con padres hospitalarios como los de Willy. Una más, de todas las nuevas convenciones que hemos asumido desde que la violencia y la inseguridad nos secuestró en los hogares propios y ajenos.
Seguro todos los lectores de este espacio, padres de adolescentes y jóvenes en edad de fiesta y antro como este escribidor, entienden y han hecho ajustes y asumido convenciones similares en las rutinas nocturnas de sus hijos, y de ellos mismos. Más vale prevenir que ser levantado, sugiere la prudencia y el sentido común. Más vale hacerse hogareño, que aparecer en el lugar y la hora equivocada, recomienda el instinto de sobrevivencia.
Lo mismo aplica para los que vivimos en Acapulco, Chilpancingo o Iguala (o para los que viven en Hong Kong, Nueva York y París), expertos a punta de temores fundados o infundados, y de notas rojísimas diarias, en eso de evitar horas y zonas inadecuadas y peligrosas.
Ahora imagínense la experiencia de los que viven en zonas como Tierra Caliente, en donde casi todo se rige, mueve y dispone por los malandros organizados, los poderes fácticos de la región desde hace ya demasiado tiempo. Ahora imagínense bajo la amenaza directa y reiterada de criminales armados hasta los dientes, que ya han secuestrado a familiares y amigos cercanos.
¿Saldrían de noche, por calles y lugares de alto riesgo? Neta, este servidor y casi todas mis conocencias coincidiremos en que “ni loco”.
Seguro ya saben, intuitivos lectores, el caso al que viene lo anterior: las declaraciones del gobernador Héctor Astudillo Flores, luego del asesinato del edil de Pungarabato, Ambrosio Soto Duarte.
“Ambrosio contaba con protección de la Policía Federal y Policía del Estado. Sus demandas fueron atendidas con oportunidad, por lo cual llama la atención, lo subrayo, que haya realizado el viaje a sabiendas que haya sido amenazado, como él mismo lo señaló, por un grupo delictivo. Y que dicho viaje lo haya hecho en horas inconvenientes, en una zona de alta peligrosidad”, dijo en conferencia un día después del crimen.
Si sabían el caso, entonces también saben que la declaración del gobernador ha recibido críticas de periodistas y ciudadanos. “Criminaliza a la víctima”, acusaron unos. “Es una muestra de insensibilidad”, reprocharon otros.
Confieso que cuando oí la conferencia, pensé: “No debió decirlo, fue un error, lo van a tundir”. En efecto, así fue. En redes sociales, en columnas periodísticas, y en noticieros radiofónicos y televisivos, el gobernador recibió críticas y reproches de locales y fuereños, casi todos centrándose en lo adjetivo y distrayéndose de lo sustantivo del hecho.
Aunque sin coincidir, lo entendí de la prensa y los articulistas nacionales, alejados y a salvo de nuestra realidad; por lo mismo, no lo entendí de la prensa, los articulistas y los cibernautas locales, conscientes de que lo dicho por el gobernador no criminalizaba a la víctima, que sólo reconocía lo que reconocemos todos: la imprudencia fatal del alcalde. Verdad dolorosa, pero cierta.
El lunes, el gober fue entrevistado por José Cárdenas en su noticiero de Grupo Fórmula. Minutos antes de la misma, el periodista criticó duramente sus declaraciones. “¿El muerto tuvo la culpa por salir a deshoras?”, le preguntó sin rodeos al iniciar la entrevista.
Por fortuna, el gobernador Astudillo tuvo suficientes arrestos para, en lugar de corregir, desdecir o matizar sus dichos, como normalmente lo hacen los políticos, particularmente ante la prensa nacional, los reiteró y los defendió con argumentos.
“Estuvimos en contacto con él frecuentemente y el comentario que yo hice en relación a que eran horas no adecuadas en un lugar de alta peligrosidad, estoy absolutamente convencido que dije algo correcto porque yo le insistí mucho que no se moviera de noche y que se mantuviera cerca de su seguridad”, afirmó el gobernador de Guerrero.
En seguida, abundó: “Creo, sin caer en la imprudencia, que Ambrosio debió haber evitado ese movimiento, en esa noche y a esa hora. Eso es lo que yo creo, esa es mi opinión”. Aunque reconoció que “ha causado incomodidad mi opinión”, subrayó que “yo la hice en base a lo que yo en varias ocasiones platiqué con él”.
La misma recomendación le hubiera hecho cualquiera que viva en estos rumbos. Independientemente de lo que piensen, pensadores lectores, sobre la opinión del gobernador, lo que nadie puede discutir es que, aunque fuera incómoda e impopular, dijo la verdad.
Y eso, en mi opinión, merece más elogio que reproche, más reconocimiento que crítica.

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